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Manon y su búsqueda atípica
Alejandro Michelena

La lectura de Espérame, Manon corrobora una vez más el talento y la eficacia de Enrique Estrázulas como narrador. Esta es una novela de las que seducen al lector y lo incitan a continuar hasta el final, que tiene la sorpresa de un inesperado e interesante giro. Para lograr su objetivo literario el autor se vale de recursos que ya son parte de su personalidad literaria: las imágenes y momentos poéticos, el erotismo (en este caso más acentuado que en otros libros); pero además los toques de suspenso y misterio, los personajes y escenas parodiales, las alusiones filosóficas y los escenarios reconocibles.

La peripecia de Manon la lleva de París a Buenos Aires, de allí a Colonia del Sacramento por unos días, y luego a Montevideo fugazmente para retornar nuevamente a París. Los motivos aparentes de este deambular son casi un pretexto, porque el viaje en sí tiene mucho de iniciático.

Pero hay otros aspectos y personajes a tener en cuenta. Tarasca por ejemplo, un intelectual porteño que frecuenta el café de la librería El Ateneo, de Santa Fe y Callao, que es el Virgilio que conduce a Manon hasta su antiguo amante Ho. Tal vez sea el personaje más interesante del libro, posible parodia de algún ensayista de éxito (pero algo más). Es una especie de Mefistófeles quejoso, no muy convencido de su papel como tentador de Manon. Los duelos verbales que ambos mantienen constituyen momentos especialmente disfrutables.

La ironía y el humor no podían estar ausentes en Espérame, Manon. Se introduce a través de los diálogos de la protagonista y su joven amante Luna, y también como reflejo del accionar de algunos personajes, como el ya nombrado Tarasca o el bandoneonista Ezequiel.

Un aspecto interesante de la novela es la descripción de escenarios urbanos, algo que sirve al autor para auscultar el alma de cuatro ciudades. Como los buenos paisajistas, en pocas pinceladas logra delinear el encanto de algunos rincones de Buenos Aires, y a través de ellos la magia que tiene esa gran urbe para quienes saben percibirla más allá de estereotipos. Colonia del Sacramento es, en el texto, una acuarela convincente, donde historia y naturaleza quedan en evidencia. Montevideo es un dibujo; pocas líneas que esbozan un perfil verídico para una ciudad contradictoria y por eso atractiva. Y en cuanto a Paris... el autor logra la proeza de no caer en lo reiterativo, en el lugar común, a pesar de hacer circular sus personajes por algunos sitios que de ya se han transformado en retórica.

Pero el tema central de Espérame, Manon es el erotismo. En él está centrada la búsqueda de la protagonista, a través de experiencias que tienen algo de camino místico.

El tramo final es clave en la novela. La protagonista se encuentra allí con su destino. Este sorprenderá, incluso al lector más agudo, lo que es una virtud del arte del novelista. Esas páginas, que dimensionan el texto, llevan implícita una reflexión –entre borgiana y pirandelliana- en torno a la propia creación literaria. Y la misma va más allá: remite al mito gnóstico, donde el Demiurgo mueve los hilos de la vida humana como un titiritero.

Alejandro Michelena

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