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Luna de miel embrujada (Inglaterra, 1985)

 
 

Disfrutable ejercicio parodial
Crítica de Alejandro Michelena

alemichelena@gmail.com

 
 

Luna de miel embrujada (Inglaterra, 1985). La misma tiene como adecuado escenario un antiguo palacio rural con reminiscencias "góticas", donde se suceden las situaciones ya clásicas del viejo cine de terror: cortinas que se mueven al soplo de un viento tan imperceptible como incesante, elocuentes claroscuros, luz de mortecinas y temblantes velones, mayordomos sospechosos de las peores infamias, tormentas insidiosas, figuras que se deslizan entre las sombras, crímenes y monstruos. Ahora bien, en este caso de una jugosa y divertida parodia del género, otra más debida a la mano de Gene Wilder (quien había interpretado antes en el mismo sentido, la notable "El Joven Frankestein", donde Mel Brooks se burlaba de la saga de los vampiros con elegancia insuperada) que tenía en su haber títulos como "El hermano más listo de Sherlock Holmes" (1975), "El amante más grande del mundo" (1977), "La chica de rojo" (1984), "Un elefante con una trompa enorme".

En "El joven Frankestein" ya se evidenciaba el conocimiento que Wilder, en cuanto actor, poseía en relación al cine de terror de los años treinta, y el amor por los giros y estilemas que le caracterizan. En "Luna de miel embrujada", encara el tema de la casona embrujada, y también el del radioteatro (que tuvo en todo el mundo —también entre nosotros— su gran auge por esos tiempos).

Larry Abbot (el propio Gene Wilder), es un exitoso actor de radioteatro en Nueva York por 1939, se especializa en la temática del horror y el suspenso, pero sufre de aguda neurosis causada por el miedo. Está a punto de casarse con su compañera de elenco (Gilda Radner) y su tío siquiatra propone curarlo con un fuerte shock de horror superlativo, para lo cual los parientes se completan invitándolo a pasar el fin de semana junto a su novia en el campo, en la casona de la tía Kate (una impagable composición de Dom De Luise). Allí confluye la "cura" que se le aplica al pobre Larry, contando incluso con la complicidad de su novia y utilizando una serie de mecanismos ingeniosos que el "paciente" a la larga descubre, con verdaderos asesinatos cometidos por alguien ambicioso que se disfraza de hombre lobo para especular con la leyenda que rodea a la casona y la familia.

Hay varios aspectos a destacar en esta película. Por un lado, la recreación del radioteatro —con su ingenuo ilusionismo de sonidos y efectos, aunque es claro que en Nueva York con mayores medios de los que disponían los pioneros montevideanos— donde se acentúa el juego de voces y los matices de las mismas, logrando momentos de impecable humor (en el cual también es decisiva la particular expresividad del rostro de Wilder). En lo central del filme: las permanentes alusiones a películas que hicieron época en el género como "La bella y la bestia" de Cocteau o "El caserón de las sombras" (donde se lucían Boris Karloff y Charles Laughton); el humor surgiendo limpiamente de la mera exageración de la gramática

visual y sonora del mejor cine de miedo y de suspenso; las situaciones equivocas, como cuando Larry confunde el cadáver de su gordo primo travesti con su prometida en la oscuridad de su cama, o cuando convence a los policías de que las piernas del desmayado mayordomo son las suyas propias (en este caso, con un gozable despliegue del mejor histrionismo de que es capaz este actor). Un capitulo aparte lo marca Don De Luise con su vestido anacrónico, deslizándose por el pasamanos de la escalera con toda su opulenta gordura.

"Luna da miel embrujada" fue escrita y dirigida por Gene Wilder, y es un liviano pero válido homenaje a un sector importante de las películas que alimentaron aquel cine de "matinée" que los que tenemos algo más de treinta años podemos todavía recordar. De alguna manera, continúa la línea de quien fue su maestro en la parodia, Mel Brooks. Los efectos especiales pertenecen a John Stears, quien tiene experiencia y fama en la materia. Co libretó Terence Marsch, y actúa gente como Jonathan Pryce (el actor de "Brazil"). Se filmó en los alrededores de Londres, buscando precisamente la atmósfera "gótica" que propiciara el clima adecuado y el resultado es una humorada con conocimiento de causa, una evocación que se regodea en lo suyo, sin caer en lo arqueológico, un film disfrutable por el público en general y en mayor medida por los conocedores de cine de hace cuarenta años atrás.

 

Alejandro Michelena
alemichelena@gmail.com

 

Texto publicado, originalmente, en "La Hora" (Montevideo), 6 de junio de 1987

 

Cedido por el autor en formato papel de diario. Escaneado e incorporado a Letras Uruguay, por su editor, el día 13 de mayo de 2013.
 

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