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Lágrima Ríos: señora del tango y dama del candombe
Alejandro Michelena

Junto a las inolvidables Marta Gularte y Rosa Luna, ha sido una de las figuras arquetípicas de la cultura afro-uruguaya. Asociada al candombe desde siempre, pionera en el arte de cantarlo, lo condujo con la magia de su voz a las “luces del Centro”. Pero supo también cultivar otros ritmos. Es una de las más destacadas voces femeninas de nuestro tango, con una trayectoria indiscutible. Cantó boleros, música brasilera, y hasta “negro spirituals” y “blues”. Es simplemente Lágrima Ríos, la dama de la canción popular. Que sigue infatigable, entregada igualmente a su arte y a la promoción de los valores culturales.

A los dieciocho comenzó a cantar, en aquellos populares “recreos” de barrio, lugares abiertos donde la gente de principios de los cuarenta se reunía en las noches de verano. No imaginaba entonces que su vida, de ahí en más, iba a estar vinculada para siempre al cancionero popular. Su aspiración juvenil era estudiar, y quería ser contadora. Pero que desde muy chica había cantado, ayudando a su madre en las tareas y jugando, como algo natural; en las familias afro-uruguayas los ritmos y la música han sido tradicionalmente algo cotidiano. Por cierto: la voz de Lágrima Rios, por su extraordinaria calidad y potencia, llamaba la atención al vecindario, y ahí fue cuando empezaron a invitarla a cantar en reuniones familiares, mientras que en la escuela era quien entonaba siempre el solo del himno nacional.

Destinada para el canto

“Desde muy chiquita -nos dice- me contaba mi madre que yo aprendía enseguida las canciones que oía en las vitrolas de aquella época; las de los vecinos, porque nosotros no teníamos. Yo me crié en el Barrio Sur, el mejor barrio para mí. De muy pequeña asistí a lo que entonces se llamaba El Asilo, algo equivalente a lo que ahora son las guarderías; estaba allí desde la mañana hasta las cuatro de la tarde -era en Durazno casi Yi, donde ahora está el Carné de Salud-, y en ese lugar aprendí a cantar, pero además a leer y a escribir, al punto que cuando a los seis años fui a la escuela pude hacer dos años en uno, por la buena base que tenía.

Yo cantaba como cosa natural, sin darme cuenta, mientras hacía las tareas. Mis padres fueron muy humildes, mi madre trabajó siempre en el servicio doméstico.

Los vecinos me oían cantar. Cuando ya era jovencita y nos habíamos ido a vivir cerca de Avenida Italia, un día me vinieron a invitar para cantar en un local que se inauguraba allí cerca, sobre Propios. Yo tenía 18 años y fue la primera vez que lo hice para el público. Todo comenzó como un juego; mis padres me acompañaban, e incluso eran ellos quienes cobraban por mí. Era un lugar muy lindo, un recreo como se decía por entonces. Fue en el año 1942”.

¿Qué tipo de música interpretó primero, Lágrima?

Tangos, zambas argentinas, y música paraguaya. Teníamos unos vecinos paraguayos, y el hijo de la familia que tocaba arpa y guitarra me enseñaba canciones su tierra. Sobre todo guarañas, que tenían mucho auge.

¿Eran aquellos tiempos propicios para la actividad artística?

Eran una maravilla. Había muchos lugares donde trabajar. Fui a cantar a todos los barrios montevideanos. Mi nombre se fue haciendo conocer poco a poco; en ese momento usaba mi verdadero nombre, que es Lida. Yo me había puesto Lida del Río. En la primera etapa de mi carrera tal fue mi nombre artístico.

Nace Lágrima Rios

¿Cómo es que nace Lágrima Rios?

Fue el querido y recordado Alberto Mastra quien me bautizó, por así decirlo. Me dijo: yo tengo dos nombres para ti, uno es Armonía y el otro es Lágrima... Yo elegí este último. Eso sucedía cuando comencé a cantar con el trío que Mastra había formado.

¿Con qué otros grupos cantó usted en aquellos años?

Empecé a salir en Carnaval con José Antonio Lungo, que era del barrio. El tenía el conjunto Añoranzas Negras. Después conocí a Emilio Riverón, quien tenía tres conjuntos; uno de ellos era gauchesco, y yo también interpretaba canciones de ese género.

Quiere decir que siempre su repertorio fue muy variado.

Cantaba tanto música paraguaya como también folklore, tangos, boleros, y candombe por supuesto.

¿Usted fue pionera en esto del candombe-canción, no es así?

Sí. Empecé en los carnavales, pero me tocó poco después llevar el candombe a las salas céntricas, a las boites. Trabajé muchos años en locales nocturnos. Recuerdo en forma muy especial el largo tiempo de mis actuaciones en Teluria, un lugar entrañable para la música nuestra...

El legendario reducto de Cardocito...

Pues claro. Divino, Cardocito, que tanto hizo por todos los artistas uruguayos en aquellos años. Pero además estaban Altamar grande y Altamar chico. Había noches en que tenía actuaciones en cuatro lugares; se ganaba poco, pero había trabajo para todos los artistas. Eso me ayudó a profesionalizarme, a seguir mi vida en mejores condiciones.

En su trayectoria, como ya nos explicó antes, se fueron alternando los ritmos y estilos.

En mis comienzos canté mucho bolero. Eran los tiempos de auge del género, los años cuarenta y cincuenta. Pero yo sigo siendo una romántica, y me encanta el bolero por la comunicación emocional que establece con el que escucha.

Qué tango hay que cantar

Pero el tango ocupa un lugar de importancia fundamental en su carrera.

Yo me vinculé a la orquesta de Orosmán Fernández, que era de origen español. Con esa orquesta cantaba tangos. Lo hacíamos por todos lados, teníamos muchísimo trabajo. Pero una noche me impidieron la entrada a uno de esos lugares por ser negra... Pasaban esas cosas en nuestro país, aunque muchos no lo crean.

Pero con Alberto Mastra y su conjunto Lágrima Rios entró por la puerta grande del ritmo del 2 X 4, que la iba a proyectar como una de las voces femeninas indiscutibles del tango de la segunda mitad del siglo XX. Olga Delgrossi, Nancy Devitta y usted, en primerísimo lugar.

Hice una buena trayectoria, sí. Y el tango me ha dado grandes satisfacciones. Pero como ya le comenté, siempre fui muy variada en mi repertorio. Canté mucha milonga, que me gusta mucho. Y tuve un período dedicado a la música del Brasil. Y hace poco llegué a cantar “blues” en la sala Zitarrosa, es claro que en español.

La familia lejana

Entre tanto formó su familia.

Me casé. Enviudé. Ahora tengo mi compañero desde hace treinta años. Y mi hijo, que vive en Suecia desde los tiempos duros del país; mi hijo que es toda mi vida. Allá tengo también a mis cuatro nietos y cinco bisnietos. Toda mi familia está en Suecia.

Pero los visita.

La última vez fue el año pasado, cuando me invitaron a actuar en Paris. Realicé después actuaciones en Suecia donde pude estar con los míos.

Brindis de Sala: conjunto legendario

Cuénteme algo sobre esa etapa notable de su carrera, que algunos no conocen, la de Brindis de Sala.

Claudio José Brindis de Sala fue un extraordinario violinista cubano, considerado como el Paganini negro. Cuando comenzamos con el grupo, decidimos ponerle ese nombre en homenaje al gran músico, que a la vez identificaba los ritmos negros que cantábamos.

A capella...

Sí. Cantábamos sin instrumentos, a capella. Hasta “negro spirituals”, en español ya que por mi parte nunca me entendí con el inglés. Viajábamos a Buenos Aires, a donde nos llevó Juan Carlos Mareco, Pinocho; hicimos temporadas en Punta del Este. Y no pudimos proyectarnos a Europa por seis meses porque uno de mis compañeros -ellos tenían otros trabajos, no se dedicaban como yo en exclusiva a la actividad artística- no se animó a pedir licencia ante la posibilidad de perder al retorno su puesto. Después, el conjunto se disolvió, pero fue una etapa realmente recordable para mí.

Otros horizontes

Su primera presentación en París fue muy importante para usted.

¡Sí, claro que sí! Me dio la posibilidad de conocer a Pájaro Canzani, ese gran músico uruguayo radicado allá desde hace años. Ahora él me llevará otra vez. Grabé con él un CD; lo viene a presentar en poco tiempo; allí hago cosas diferentes a las que he venido haciendo ahora, pues canto hasta en lengua africana... Patrick Devey, un gran músico originario del África, que fue pianista de Miriam Makeba, me enseñó algunas palabras en una de las lenguas de ese continente, y cantamos juntos. Fue una experiencia muy linda, pero lo más hermoso fue la posibilidad de realizar un recital en la Sorbonne; hice un espectáculo en el salón Richelieu, con muchos estudiantes muy interesados en el espectáculo que les estaba brindando; si bien no entendían las letras valoraban la música y mi interpretación.

¿Usted había tenido antes su etapa en el exterior?

Sí. Mis años en España, en los primeros ochenta. Desde allí pude ir por una temporada a Nueva York. Fue una buena oportunidad de proyectar mi carrera hacia el mundo, que cesó porque a cierta altura mi compañero estaba aquí, trabajando en Uruguay, y yo elegí volverme para estar con él, renunciando a un contrato por seis años más en España.

El trabajo por su gente

Desde hace años, Lágrima Rios ha asumido un importante papel representativo de la comunidad afro-uruguaya. Concretamente, como presidenta de Mundo Afro.

Yo me encargo de recibir a los visitantes, de hacer relaciones públicas. Otros compañeros realizan las otras complejas tareas de esta organización no gubernamental que presidimos. Porque desarrollamos proyectos diversos para la comunidad negra, apoyados por dineros que vienen del exterior. Tenemos una biblioteca que es de consulta habitual por estudiantes, estudiosos e investigadores de las raíces afro-uruguayas. Se reciben escuelas y para esos niños tenemos habilitada una muestra especial, valorizando nuestras raíces. Tenemos una sala de espectáculos y cantina.

Este local le fue cedido a Mundo Afro por la Intendencia, ¿no es así?

Es correcto. Pero vale recordar que cuando lo recibimos estaba lleno de basura, porque años antes hubo acá un sector del mercado y luego se abandonó, y tuvimos que trabajar duro para dejarlo en condiciones de uso. Se sacaron sesenta camiones con basura. Y tuvimos que hacer el techo, pues no lo había, y después equiparlo y amueblarlo para comenzar las actividades. Para poder tener esta realidad que hoy disfrutamos llegamos a emplear hasta el trueque, que ahora está tan en boga.

¿Cómo definiría usted a Mundo Afro?

Como una organización multicultural, que promueve y hace conocer la cultura afro-uruguaya. Que además lucha contra el racismo. Ese racismo que todavía existe en nuestro país.

¿Qué otras actividades lleva adelante Mundo Afro?

Aquí se enseña tamboril; el maravilloso y único sonar de los tamboriles uruguayos, el grande el repique y el chico, tan equivalentes con los tonos de la voz humana. Tenemos un coro integrado sólo por mujeres. Se realizan espectáculos, eventos y conferencias.

Alejandro Michelena
Reportaje aparecido en el mensuario Periscopio Nro. 78 (junio de 2002). El texto ha recibido algunos retoques y actualizaciones.

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