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La otra cara de las venas abiertas
Alejandro Michelena
alemichelena@gmail.com

 

Eduardo Galeano fue, allá por los años sesenta, uno de los representantes más precoces del conjunto generacional que por entonces irrumpía con fuerza en el ámbito de la cultura uruguaya, que se caracterizaba justamente por la promedial juventud de sus integrantes. Veineañero aún, ya ocupaba cargos de responsabilidad periodística, como pueden ser el de director de un diario o jefe de redacción de un semanario de gran prestigio (Época y Marcha, respectivamente, aunque también por ese tiempo estuvo al frente de otros periódicos). En forma paralela cimentaba su carrera periodística a través de excelentes reportajes y notas sobre la realidad latinoamericana, material que fue recopilado después de varias oportunidades. Mientras tanto escribía cuentos que llegaban a la edición, pero que -nos referimos a la etapa anterior a 1970- no tenían ni el vuelo ni la solidez de su trabajo periodístico. Más adelante, en la convulsa Buenos Aires de la tercera presidencia de Perón, Galeano, que estaba exiliado allí, sacará adelante Crisis, quizá y sin quizá la mejor revista literario-cultural que ha conocido el Río de la Plata en las últimas décadas (por su enfoque latinoamericano, el ejemplar nivel de lo que en ella aparecía, la vocación auténticamente popular y de compromiso con una cultura para los más).

Y fue por esos años que se afirmó como narrador de indudables condiciones, lo que apenas se insinuaba antes en sus volúmenes de relatos. Valen como prueba de esta afirmación algunos textos de Vagamundo y otros que aparecieron en Crisis. Pero ya en ese momento estaba circulando Las venas abiertas de América Latina, libro insólito y estimulante, donde confluyen en armonía el Galeano periodista e investigador de una realidad y sus datos, y el escritor capaz de recrear la historia del despojo sistemático que caracterizó a nuestro continente con un estilo personal y un ritmo por momentos casi novelesco. Las venas..., aparte de darle mucha popularidad, sin ser un libro de ficción logró colocar definitivamente a E. G, aunque pueda resultar paradojal, en un lugar de privilegio en las letras latinoamericanas, por sus cualidades específicamente literarias más que por los enfoques conceptuales.

En época más reciente tenemos libros como La canción de nosotros (1975), de valiosa intención pero, a nuestro criterio no de tan feliz ejecución artística. Y hoy llega a librerías montevideanas (es el primero de Galeano que logra hacerlo en diez años) este tomo uno de la trilogía titulada Memoria del fuego.

Los nacimientos, de 1982 -que por un lado confirma el talento y oficio desplegados en Las venas abiertas...  Por otro, depara algunas sorpresas. La base del trabajo es documental, a tal punto que se adjunta al final del volumen una lista de más de doscientas obras consultadas. Estructurado en función de pequeños textos que en general no sobrepasan la carilla -medida que, desde hace mucho, es la que mejor se ha adaptado a la estética del autor-, reescribe en cada uno de ellos el contenido de crónicas de la conquista española y los comienzos colonizadores. Un sector inicial, Primeras voces, se detiene en los mitos de los indios de ambas américas, los que están trasmitidos a la manera personal y con el estilo que peculiariza a Galeano, pero con un respeto marcado en relación al clima poético que acompaña a todo pensamiento mítico. La segunda parte, Viejo Nuevo Mundo, está planteada en orden cronológico -desde el descubrimiento al año 1700- y parodia a veces los escritos de época, otras interpola citas textuales de los mismos, toma a menudo una perspectiva más objetiva que se acerca a la empleada en Las venas..., se aproxima también en gran medida a las técnicas narrativas.

No sería aventurado plantear que en esta obra Eduardo Galeano complementa su visión de la ya larga historia de pillaje de los imperios de turno sobre esta sufrida América Latina. Y hasta se podría decir que se trata de una contracara de Las venas...; variación sobre el mismo drama pero desde ángulos distintos, más abarcadores y hasta de calado más profundo. De todos modos, el aliento épico que destilaba el libro del año 70 -con su base conceptual apoyada en lo socio-económico- se armoniza con los extremos lúdicos de éste, que partiendo de idéntico basamento se apoya además en otras esferas de lo humano como las del mito.


Alejandro Michelena

alemichelena@gmail.com

 

Publicado en el semanario Convicción; Montevideo, 3 de mayo de 1983

 

Texto cedido por el autor en formato papel de diario. Escaneado e incorporado a Letras Uruguay, por su editor, el día 15 de setiembre de 2013.
 

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