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La nueva narrativa argentina
Alejandro Michelena
alemichelena@gmail.com

 
 
 

La inmensa Feria del Libro de Buenos Aires le produce al visitante que se acerca a ella por primera vez una sensación de algo inabarcable, inapresable. Y en los hechos concretos, poder hacerse un panorama general de lo que ofrece puede llevar una tarde entera. Menos visitada que otros años, según las estadísticas, impresiona igual al montevideano por lo multitudinaria. Habría muchos aspectos —aparte de lo mastodóntico— que diferencian esta Feria de las similares que se organizan en Uruguay. El más obvio quizá sea la proliferación de sellos editoriales y de centros de interés temático y disciplinario, pero un perfil seguramente más interesante es el de la presencia notoria de la literatura nacional a través incluso de autores todavía jóvenes. Aunque la producción y el consumo del libro argentino también está en crisis y sufre una aguda recesión, en la Feria del Libro se encuentran sin mayor dificultad narradores como Osvaldo Soriano o Juan Carlos Martini, sobre todo en ediciones

españolas, pero también remanentes de Centro Editor y otros sellos que en su momento establecieron colecciones de poetas, cuentistas, novelistas que tienen una voz literaria atendible y que hoy apenas superan los cuarenta años.

Representantes de esa generación, y también de la que vino después, se reunieron el viernes 18 de abril en un Foro de la nueva narrativa argentina, algunos de cuyos enfoques ponemos a consideración del lector de CULTURA Y ESPECTÁCULOS, por su validez cultural y por las similitudes que existen entre la peripecia literaria de ellos y nuestro propio acontecer en los años pasados. El panel estuvo integrado, entre otros, por Germán Leopoldo García, Jorge Manzur, Juan Carlos Martini, Rodolfo Rabanal, Ana María Schua, siendo moderador Héctor Lastra. Todos ellos, representantes calificados de lo que ha sido la narrativa del vecino país en la última década.

Héctor Lastra comenzó diciendo: "Tendría que hacer tal cantidad de explicaciones de por qué estoy aquí. Hubiera sido justo, por ejemplo, que mi lugar lo ocupara una Josefina Delgado o un Luis Gregorich, ó elijan ustedes el nombre que se les ocurra dentro de la posible critica argentina.

Se dice que esto es un foro y es difícil que lo sea, se dice que vamos a hablar y que aquí está la nueva narrativa, lo que resulta difícil también. Debo confesar que si no fuera por lo mucho que dejamos atrás, no hubiera aceptado esto desde ningún punto de vista. Lo hice porque considero que ningún escritor deberla estar aquí, en mi lugar. Coordinar, dirigir, es una manera de condicionar aunque sea por quince minutos".

La palabra se le dio luego a Rodolfo Rabanal, quien manifestó:"Qué es una nueva narrativa? Una etiqueta cómoda que toda promoción generacional se asigna para ello. En fin, lo tomo como una designación convencional".

Esta breve intervención, justificó que Lastra interviniera nuevamente: "Me parece muy bien lo que aclarás, dado que de alguna manera, con distintas edades, los que estamos aquí y los muchos que faltan cumplimos con esas generales de la ley. A mi me hubiera gustado que estuviesen entre nosotros Pacho O'Donnell, Jorge Asís, Ricardo Piglia, Liliana Hecker, Javier Torres, Enrique Medina, y los muchísimos otros nombres que configuran no sé si una generación, o una camada, o un conjunto apenas. De todos modos, hay yo creo algunos puntos de contacto que nos unen".

Por su parte, Germán Leopoldo García, expresó lo siguiente: "Es un tema interesante plantearse la literatura desde el punto de vista de la filiación. Hay un norteamericano, Harold Bloom, que tiene un libro, La angustia de las influencias, en el cual trató de demostrar de qué manera se puede definir a un escritor por su "duelo" con otro escritor; de qué manera Eliot por ejemplo es el "duelo" de Milton. En nuestra filiación hay tres novelas claves: Rayuela de Julio Cortázar, Adán Buenosaires de Leopoldo Marechal y Sobre héroes y tumbas de Ernesto Sábato. La generación de Cortázar y la inmediatamente posterior (David Viñas, por ejemplo), quedó por así decirlo como tapada por una especie de platonismo crítico que es la oposición Arlt-Borges. A mi, a propósito de mi primera novela, cierta crítica me quería filiar con Arlt, cuando yo no lo habia leído y más bien era incesante lector de Henry Miller... Luego, por supuesto, que me puse a leer a Roberto Arlt".

A lo manifestado por Germán García, acota Lastra: "Lo que dice Germán me trae a la memoria otros nombres de escritores, como el de Juan José Saer, que tampoco está aquí" (desde el público que presenciaba el diálogo, se aportaron otros dos nombres de ausentes, el de los rosarinos Elbio Gandolfo y Eduardo Kern).

Luego habló Ana María Shúa, quien estuvo de acuerdo con lo planteado por Germán García, agregando no obstante: "Los que estamos aquí somos hijos de Borges y hermanos menores de Cortázar. A Cortázar uno no se lo puede imaginar como padre.

Además, todos tenemos aquí una historia que nos rodea, común y bastante pesada. Yo entiendo que claramente empieza a importar lo "nuevo" en la literatura argentina en los años sesenta. En lo que es más reciente no se puede percibir que realmente surja algo diferente. Todos sentimos además la influencia de los escritores del "boom" y del psicoanálisis;  esta última tanto sea como temática o sistema de pensamiento.

También adquirimos todos nosotros cierta conciencia de lo que son los modos de producción de la literatura, de la importancia lingüística. Por otra parte, no han salido corrientes definidas de estas últimas promociones; por razones del tiempo que vivimos nos tuvimos que replegar cada uno en su obra individual, eso en los peores años. El exilio, el Proceso, la desaparición de escritores y de toda clase de personas a nuestro alrededor, tarde o temprano va a estar en nuestros textos por alusión o por elusión”.

Noemí Ulla aportó, a las influencias ya marcadas por los otros panelistas, la del poeta entrerriano Juan L. Ortiz, aunque más sobre los poetas, agregando: "Nosotros estábamos ubicados entre los últimos estertores del existencialismo y la literatura de compromiso, y lo que Borges significaba como ruptura con todo eso".

Jorge Manzur opinó que: "No me parece que seamos una generación narrativa en términos biológicos, porque el promedio de edades es tan generoso que llegaríamos a poner como limite los 55 años; lo que yo me pregunto es si somos realmente una nueva propuesta estética. Me pregunto si un escritor que recién se inicia tiene hoy un modelo como el que fue Cortázar para muchos de nosotros. Hoy, producto de los terribles años que hemos vivido, no abundan los escritores -como Germán García y otros- que a los 26 años pueda tener uno o dos libros publicados".

Por último, intervino Juan Carlos Martini, quien planteó:
"Sin ánimo de romper el diálogo civilizado que según Héctor Lastra estamos teniendo, voy a señalar una discrepancia. No creo, como aquí se dijo, que el llamado “proceso” nos homogenice; ningún proceso, ni militar ni otro, lo hace; causará sí efectos económicos, políticos, culturales, y desde esa perspectiva entramos todos. El criterio generacional que aquí se ha manejado es ingrato, pues entre nosotros está Manzur que pertenece a la Generación del 70 pero a la cola, y yo que estoy como muchos otros -Germán, Noemí- en la cabecera de la misma.

Lo que sí puede llamarse Generación del 70, incluiría a los narradores que en los sesenta no sólo leíamos a Cortázar y a Borges o a Marechal, como bien señaló García, sino que además leíamos en nuestros veinte o treinta años a los autores del "boom", y me parece una deuda de la cual personalmente quisiera hacerme cargo, la que tengo con Juan Carlos Onetti y con Juan Rulfo. Los sesenta, cuando comenzábamos a escribir, fueron años muy fecundos, no solamente porque también nos sintonizábamos con la literatura europea y norteamericana, sino porque pasaban cosas en otros órdenes, como el triunfo de la Revolución Cubana.

Luego vino el "proceso" con todas sus secuelas, que nos marcó. Con respecto a lo que hemos convenido en llamar "nueva narrativa argentina", ella no tiene más remedio que hacerse cargo de esta historia concreta; contándola o no, estará de algún modo aludiendo a todo lo que aquí sucedió.

Es importante puntualizar también que no es únicamente la sociedad argentina la que está en una crisis de enorme envergadura; está hoy en plena descomposición algo que nunca se pensó que iba a estarlo: la cultura burguesa. Y esto no sucede solamente aquí, sino en buena parte del mundo occidental.

Aunque los argentinos tenemos marcas más dolorosas y recientes, esta puesta en crisis de las formas culturales, de la producción cultural, no es exclusivamente argentina. Entonces, yo creo que los nuevos narradores argentinos estamos produciendo una literatura capaz de reflexionar acerca de en qué mundo estamos viviendo y cómo estamos haciéndolo, y también de cómo expresar todo esto".
 

 

Alejandro Michelena
alemichelena@gmail.com

 

Crónica publicada en el diario La Hora, en la sección Cultura y Espectáculos, el sábado 3 de mayo de 1986.

 

Texto cedido por el autor en formato papel de diario. Escaneado e incorporado a Letras Uruguay, por su editor, el día 27 de febrero de 2014.
 

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