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La novela como contrapunto entre dos tiempos
Crítica literaria de Alejandro Michelena
alemichelena@gmail.com

 
 
"14", de Fernando Loustaunau. Margen Editor, Montevideo, 1986.

 

Es una novela poco usual en nuestro medio. Por ciertas líneas temáticas que plantea, por el manejo de la ironía, por determinadas referencias culturales que va desplegando, por alguna libertad estructural que se toma. Es, evidentemente, una obra escrita por alguien poseedor de una rigurosa formación intelectual, pero de un carácter cosmopolita y no común aquí.

Se nota en "14" que su autor se ha movido con soltura en ámbitos más complejos que el nuestro, por eso no sorprende el saber que ha residido durante años entre Nueva York y Paris.

Lo mejor de esta novela es su condición de crónica de costumbres y de ambiente. El personaje, octogenario profesor uruguayo en el Nueva York de los ochenta, evoca -en un interesante contrapunto que va intermitentemente del presente a recuerdos juveniles- aquel Montevideo del año 29, cuando era un estudiante y se avecinaba el Campeonato Mundial del 30, cuando moría Pepe Batlle y el país vivía aún esa etapa catalogada alguna vez con certeza por Martínez Moreno como "alegre y confiada". Sobre todo, lo que resulta más eficaz y logrado en "14" es la minuciosa reconstrucción, plena de ironía y también de goce, de un Montevideo que ya no es, desde su clima político a sus costumbres, de la psicología de los diferentes sectores a los detalles ambientales. Es tal vez este aspecto (que evidencia una paciente tarea investigativa, ya que el escritor es muy joven) donde se logra lo mejor del texto, donde Loustaunau demuestra claras dotes de cronista capaz de recrear un clima epocal a través de una escritura a la vez critica y cordial.

Pero "14" pretende ser mucho más que esto. En la otra punta del péndulo está el presente, Nueva York, la cercanía de la muerte y la decrepitud sin desmedro de la lucidez. Y es aquí donde a nuestro modo de ver la narración no profundiza lo debido. A ese solitario a varias puntas -porque vive solo, por su edad y por su condición de extranjero- le falta hondura existencial, esa carnadura agónica que haría de él un personaje apasionante. El relato de Loustaunau no lo trabaja (aunque nos da elementos suficientes como para adivinar lo que podría haber sido), no lo redondea, no lo hace vivir del todo. Y esto es una falla que le quita a una novela interesante una dimensión mayor.

El elemento de erudición, fundamental en este texto, se torna por momentos excesivo, llegando a agobiar en más de un trecho la innegable capacidad de contar que tiene este escritor. Porque si algo prueba este libro es la presencia de un verdadero narrador, dado que pese a los reparos apuntados logra mantener la atención del lector.

Hay, por otra parte, hallazgos no comunes en nuestro medio literario, como los "graffiti" colocados al margen de algunas páginas o el deliberado uso de la letra "negrita" como destaque visual que apuntala el sentido. Estos son elementos que tienen que ver con esa perspectiva cultural cosmopolita que la novela deja ver en el autor.

En cuanto al logro, no es total a nuestro modo de ver -como se desprende de todo lo anterior- pero teniendo en cuenta que estamos ante un novelista nuevo y con apenas treinta años, y partiendo de la base que la novela como género ha sido promedialmente tarea lograda al borde o después de los cuarenta, podemos asegurar que Fernando Loustaunau está bien encaminado en su oficio.


 

Alejandro Michelena
alemichelena@gmail.com

 

Crítica literaria publicada, originalmente, en "La Hora" (Montevideo), el 28 de junio de 1986

 

Texto cedido por el autor en formato papel de diario. Escaneado e incorporado a Letras Uruguay, por su editor, el día 12 de abril de 2013.
 

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