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Fallas de una buena iniciativa: 
elección de cafés, bares y almacenes notables de Montevideo

Alejandro Michelena

En la primavera de 2003 se hizo pública la iniciativa de declarar como "notables" –previa evaluación por técnicos– algunos lugares comerciales que hacen a la identidad montevideana. El objetivo era destacar -para mejor proteger y preservar– los bares y almacenes con historia que todavía, a pesar de los pesares de un modernismo mal entendido, persisten en Montevideo. Estuvieron implicados en esa tarea entidades públicas como la Intendencia, la Junta Departamental y el Ministerio de Turismo, pero también Cambadu –la gremial del rubro–, que fue la protagonista desde el área privada. Para el caso, se conformó la Comisión de apoyo y promoción de comercios con giro de Café y Bar o Almacén y Bar, implementada el 12 de diciembre de 2002 mediante el Decreto Nº 30.168.

A partir de los relevamientos que se realizaron se publicó un folleto en el que se dio realce –con fotografías de Enrique Pérez y Ramiro Rodríguez Barilari, y textos debidos al arquitecto Nery González, presidente de la comisión– doce establecimientos.

Figuran allí dos viejos almacenes: Del Hacha, en la Ciudad Vieja, que data del siglo XVIII y hace poco ha resurgido como vinería; y el suburbano Cavalieri –de la zona de Melilla– que mantiene casi intacto su perfil original. Figura un almacén y bar sobreviviente, La Giraldita, que permanece olímpico en medio del tan cambiante Pocitos. No falta el célebre boliche Los Yuyos del barrio Atahualpa. Se tuvieron en cuenta dos bares característicos del área pocitense, hoy en exceso cambiados: Don Trigo y El 62. Está presente el clásico almacén y bar de Punta Carretas, el Tabaré, que transformado en pub mantiene sin embargo su estilo. También el Bacacay, nacido de la transmutación postmoderna del añejo Vaskito de frente al Solís. Y por supuesto el Pedemonte, que modificó su antigua locación hace un tiempo manteniendo sus rasgos más típicos. Pero las estrellas indudables son, por supuesto, esos tres clásicos genuinos de la Ciudad Vieja: el Café Brasilero, Roldós y Fun Fun, notables señas de identidad que conservamos por suerte.

Hay que remarcar que ésta constituye la primera intervención institucional –con participación estatal y privada– que se lleva adelante con relación a la preservación de ámbitos tan peculiares como lo son esos cafés, bares y almacenes cargados de historia, que forman parte de nuestra cultura viva. Y merece el reconocimiento y el apoyo de los montevideanos.

No son todos los que estan...

Llama la atención que se hayan privilegiado en la instancia algunos sitios que, a causa de las transformaciones sufridas en su apariencia, tienen poco que ver con ese pasado que justificaría su inclusión, dejándose de lado otros que sí mantienen sus características y que poseen incluso mucho más tradición. Y algo más: ¿Por qué no se tuvo en cuenta en el proyecto a las viejas confiterías, primas hermanas de los cafés, y como ellos muy vinculadas a la rica tradición coloquial montevideana?

A tener en cuenta: cafés notables en Buenos Aires

Un proceso equivalente al que se dio en Montevideo en cuanto a sus bares y almacenes tradicionales, tuvo lugar años antes en Buenos Aires. En este caso: relacionado con cafés y confiterías clásicos, y además billares. Conociendo los alcances y resultados obtenidos en la orilla de enfrente –privilegio de los que llegan después– hubiera sido saludable tomar nota de esa rica experiencia.

Allí funciona una Comisión de protección y promoción de los cafés, bares, billares y confiterías notables. La misma se creó por resolución del Consejo Deliberante de la Ciudad, que a diferencia de nuestra Junta Departamental tiene potestades legislativas. Como fruto de su tarea se pudo dar la categoría de "notables" a 56 clásicos cafés, bares, confiterías y billares de la Capital Federal. La misma implica promoción turística –mediante afiches, videos y un libro– de estos ámbitos vinculados al encuentro y al coloquio de los porteños, protección para evitar cambios inadecuados en el perfil que caracteriza a cada uno, y la implementación de un circuito artístico itinerante por todos esos sitios.

Entre los sitios favorecidos encontramos al Tortoni, el más antiguo de los grandes cafés cosmopolitas de la capital argentina, que sigue vigente y conserva su estilo –mesas redondas de mármol, sillas de madera con brazos y tapizado rojo oscuro, lambrices de madera oscura y espejos– pese a sus más de 145 años de existencia. Pero también el café Británico de San Telmo, un boliche de barrio frente al Parque Lezama frecuentado por escritores y artistas, que es una verdadera joyita libre del pecado de grotescas modernizaciones, que conserva sus maderas nobles en mesas, ventanas, lambrices y su típico mostrador de estaño. Y la confitería Las Violetas de Almagro, que habiendo cerrado en un momento difícil volvió a abrir sus puertas con su perfil original. Y la neoclásica confitería Ideal, en pleno centro. La lista la integran boliches de La Boca, Montserrat, Villa Devoto, Barracas, Mataderos y otras partes de la gran urbe porteña; también lugares céntricos como el London City (donde es fama que Cortázar escribió su novela "Los Premios"), o los 36 Billares que es un ámbito de los de antes, con sus espacios para el juego de dados y el de billar. No faltan los más copetudos, como la Richmond de la calle Florida, el bar del aristocrático Hotel Plaza, y La Biela del Barrio Norte. Y como representantes todavía en pie de la movida intelectual de los sesenta, están La Giralda de la calle Corrientes y Bar Bar O del pasaje Tres Sargentos (este último, asociado a las audaces experiencias artísticas generadas en el Instituto Di Tella).

El proceso bonaerense tiene una gran ventaja: fue iniciativa y ha sido llevado adelante por el Gobierno de la Ciudad, sin que intervengan en él los gremios patronales vinculados al rubro. Esto garantizó que en la elección de cafés, bares, confiterías y billares a considerar "notables", quedaran fuera las presiones comerciales. Por esta razón, la misma se realizó entre lugares genuinamente tradicionales, y de entre estos resultaron favorecidos los que conservaron mejor sus valores estilísticos.

Por todo lo dicho, la experiencia porteña debería ser analizada por quienes aquí han asumido la responsabilidad de llevar adelante una tarea equivalente.

Alejandro Michelena
Crónica publicada originalmente en el periódico Periscopio, en el año 2004. La versión que ahora difundimos aquí ha sido pulida y ajustada.

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