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El teleteatro se renueva con "La Señora Ordoñez"
por Alejandro Michelena
alemichelena@gmail.com

 
 
 

En los últimos tiempos han habido diversos cambios saludables en el marco de la programación televisiva. Uno de ellos, que ya hemos comentado en varias oportunidades, es el mejoramiento del cine que vemos en la pantalla chica, pero uno más reciente y no valorado aún, es la elevación de la calidad que impuso el Canal 5 en materia de teleteatros al poner en cartelera "La Señora Ordóñez".

No es que esta telenovela desprecie el melodrama. Todo lo contrario: lo tiene, y lo destila con generosidad, sobre todo a partir de la tercera o cuarta entrega. Pero nadie puede rasgarse las vestiduras por esto; existe un género de relato popular masivo —con sus reglas más o menos aceptadas, con su ya larga tradición — que nació con el folletín en el siglo XIX, pasó luego al radioteatro hace cincuenta años, recorrió después las salas oscuras allá por el medio siglo, recaló por fin en el hipnotizante aparato trasmisor de imágenes. Si "La Señora Ordóñez" despreciara lo melodramático, lo cursi incluso, no llegaría al público al que va dirigida, no precisamente el de los intelectuales.

Una sintaxis inusual en TV

Lo que más llama la atención en este nuevo programa de la emisora del Sodre, es la estructura. Por primera vez en materia teleteatral —al menos, en lo que hace a nuestro conocimiento— se utiliza el "flash-back" y el manejo simultáneo de dos niveles temporales. Tales técnicas, ya asimiladas desde hace mucho por la novela, y también por el cine de manera general a partir de los 60, llegan ahora a la TV mediante esta producción argentina (de ATC).

Pero no queda en esto, que ya es mucho, la innovación de "La Señora Ordóñez". Hay un cuidado especial en las tomas, un trabajo de encuadres precisos y sugerentes, que lo tornan excepcional entre sus pares.

Para que se entienda bien en qué lo valoramos específicamente, téngase en cuenta que se han visto por aquí buenos teleteatros brasileños, como "Nido de serpiente" (con valores diversos, pero sin romper con la "escritura" de imagen previsible). Lo que podemos apreciar en "La Señora Ordóñez" se ve en algunas series —muy pocas y europeas— y es casi impensable fuera del cine. Y no es por otra parte una revolución tan grande; del mismo modo que hoy por hoy hasta las novelas más pasatistas han incorporado las que un día fueron audacias de adelantados como James Joyce, es natural que tales perspectivas ya asimiladas por el público lleguen a la telenovela. Lo que sucede es que, teniendo en cuenta el término medio de lo que nos llega de México, Brasil, la propia Argentina, el programa que nos ocupa sorprende por sus novedades.

Convincente clima de época

En los dos tiempos que se manejan en "La Señora Ordóñez", uno de los mayores logros es a nuestro criterio la ajustada, sugerente recreación de los años cuarenta y de los sesenta. En el primer caso, aparte del cuidado en la vestimenta, los maquillajes, el peinado característico, la inclusión de fragmentos documentales de los comienzos del peronismo, se optó con acierto por marcar con énfasis las frases, los giros, algunas miradas y tonos, que nos sumergen en el clima de aquella década llevados de la mano por su proverbial cursilería. Desde un ángulo distinto a Manuel Puig y su "Boquitas pintadas", se desemboca en una por fragmentos no menos disfrutable evocación de aquel tiempo de labios bien rojos y dibujados en forma de corazón, cuando "no seas zonzo" era la expresión más recurrida de las señoritas porteñas (y por qué no de las montevideanas), cuando no estaba bien que las jóvenes salieran solas a pasear al centro. Además, todo está delineado sin desmesuras ni estridencias, con rápidos trazos y un ritmo que busca la síntesis.

Los sesenta tienen otro tratamiento. Más acorde con el clima de entonces. Cuidando también los detalles —por ejemplo, los peinados masculinos- y más que nada el espíritu de aquellos años, donde comenzaba a vivirse conflictivamente en el sector de la burguesía al que pertenecen los personajes. Hay apelaciones al cine de entonces, lo que establece una riqueza múltiple de lecturas.

Otras virtudes

Lo que venimos planteando no hubiera sido practicable, de no contar los directores Vicente Manuel y Rodolfo Roca con un plantel de actores de primera línea, y la inteligente dirección de los mismos a cargo del uruguayo Carlos Muñoz, un hombre de larga y rigurosa trayectoria en ambas márgenes platenses.

Luisina Brando se luce componiendo su Señora Ordóñez, con la equilibrada mezcla de ingenuidad y sensualidad, de frustración y evasión, de soledad y calidez, que hace falta. La acompañan de manera adecuada Perla Santalla, María Vaner, Carlos Olivieri, Arturo Bonín y elenco.

El teleteatro surge de la novela de Marta Lynch, una escritora que supo penetrar hace veinte años —de manera superficial pero no del todo desdeñable— en ciertos rasgos de la sicología de la clase alta a la que pertenecía. La versión televisiva reelabora ese material con eficacia, aprovechando todas las posibilidades que da lo audio-visual.

La producción es de 1984, y puede ser una pauta de un buen nivel de trabajo que de pronto se perdió en la televisión argentina, y que diera ciclos de gran validez como "Compromiso". De todos modos, podría ser interesante que los otros canales tuvieran en cuenta esta iniciativa del 5, echaran una mirada a qué es lo que puede tener por ahí "ATC", ya que es sabido que la mayoría de sus producciones no llegan por aquí.

 

Alejandro Michelena
alemichelena@gmail.com

 

Texto publicado, originalmente, en "La Hora" (Montevideo), s/f

 

Cedido por el autor en formato papel de diario. Escaneado e incorporado a Letras Uruguay, por su editor, el día 18 de junio de 2013.
 

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