Colabore para que Letras - Uruguay continúe siendo independiente

Carlos Páez Vilaro: pinceles y tamboriles
Alejandro Michelena

No es común que se conozcan popularmente los nombres de pintores o escultores, salvo los más célebres. Lo raro es —al menos en las últimas décadas— que la gente común identifique a los artistas vivos. Pero en todo hay excepciones, y una notoria es la de Carlos Páez Vilaró.

Desde sus comienzos, este infatigable creador se ha hecho notar. Primero con sus grandes murales de los sesenta —en lugares públicos, en comercios, en el acceso a algunos edificios— donde fue desarrollando su peculiar visión de la cultura afrouruguaya, dinámica y plena de ritmo, con suficiente fuerza para distanciarse de la sombra de Figari.

Carlos Páez no es un artista que desde la lejanía de su taller evoca el tam tam del tamboril. Desde joven logró instalar su atelier en el mítico conventillo Medio Mundo, compartiendo con sus habitantes alegrías y tristezas, consustanciándose con la esencia de las raíces negras. Tanto se integró a ese universo, motivo de su arte, que durante muchos años se le vio salir en Las Llamadas integrando cuerdas de tambores.

Desde el punto de vista formal Páez Vilaró ha sido siempre un inquieto renovador. Se dejó galvanizar por el aire de vanguardia de los años sesenta, integrando el pequeño puñado de audaces que —en aquellas muestras que organizaba Artes y Letras de El País en la plaza Cagancha— se animó a ensayar propuestas de pop art. Y más tarde, cuando conoció a Pablo Picasso, el gran artista malagueño lo sedujo desde su costado de notable ceramista, y de ahí en más el uruguayo cultivará la cerámica con dedicación, empeño y logros estimables.

Si bien aquellos murales con candombes de los sesenta lo hicieron muy popular, Carlitos Páez supo también auto promocionarse. De joven había trabajado en publicidad y aprovechó con eficacia tales conocimientos aplicándolos a la difusión de su nombre y su figura. Esto que decimos no le quita méritos a su arte, pero nos ubica en un camino hacia la fama que iba más allá de lo artístico. Así fue que comenzaron a llegar noticias —multiplicándose en diarios y revistas de los años sesenta— de la participación de Páez Vilaró en safaris en África, o de sus viajes en yate por el Mediterráneo con un conocido play boy del momento y la actriz francesa Brigitte Bardot.

Ha sido especialmente proteico —cultivando el mural, el cuadro de caballete, la cerámica, la escultura y el grabado— desplegando su talento a través de una vasta producción. Sin embargo, se ha considerado que su obra mayor es Casapueblo, ese laberinto blanco con reminiscencias de ciudad mora del norte de África que es uno de los distintivos de Punta Ballena. Páez diseñó y construyó esa extraña edificación, y allí instaló su casa-taller. Visto desde el mar o desde la ruta, el conjunto opera como una gran escultura que irradia fuerza y se integra con armonía al hermoso paisaje de la Ballena.

Alejandro Michelena

Ir a índice de Periodismo

Ir a índice de Michelena, Alejandro

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio