Fosforito
Carlos Mendive

Roberto Bianco "Fosforito"

Hace pocos días lo escuché.

 

Integraba un trío que tocaba frente a un bar en la esquina de San José y Río Negro.

 

Uno de ellos era un viejo de barba blanca que tocaba la guitarra, utilizando una lata de aceite a la que había adosado dos cuerdas, el restante, un pardo, hacía ritmo con un tamboril, Fosforito era el solista, utilizando huesos como castañuelas tocó un paso doble; haciendo repiquetear dos cucharas contra una rodilla interpretó El Entrerriano.

 

Enseguida el viejo y el negro se distribuyeron entre las mesas, el primero con su guitarra invertida, el negro utilizando su sombrero como alcancía.

 

Sólo en la vereda quedó Fosforito; su jerarquía lo eximía de ese peregrinaje.

 

Dos niños salieron del bar para verlo. El puso en sus oídos el ritmo de huesos y cucharas.

 

Como hizo, hace ya más de cuarenta años, cuando fue a divertir a mis amigos en el día de mi cumpleaños.

 

Era el mismo que admiré en la cocina, esa misma tarde, mientras tomaba chocolate con bizcochitos de anís.

Era un rostro sin años.

 

Quizás porque fue un predestinado de la libertad.

 

Nunca marcó una tarjeta de entrada; nunca concursó para poder comer; nunca lo obligaron a leer; para él, los ómnibus fueron algo para pasear y no el medio usado para toparse con la jerarquía.

 

Tuvo el privilegio de no aburrirse de su rostro; todos los días observaba su cara pintada con distintos colores.

 

Tomó caña vestido de Chaplín, comió disfrazado de Cantinflas, y a veces, para hacer el amor, se desabrochó las luces de la chaqueta de domador o se desprendió de los avisos de algún cosmético.

 

No conoció el anonimato, ni la angustia de la trascendencia. Su trabajo consistía en que todos lo identificaran.

 

Al salir del café lo saludé.

 

-Adiós botija - me dijo.

 

-Que tal Fosforito... ¿cómo te va?

 

-Ya lo ves; trabajando.

 

-Así que tenés un trío.

 

-No dándole una manito a los muchachos.

 

-Está bien.

 

-Sí..., hoy se les enfermó el que toca el serrucho... y me pidieron.

 

-Hacés bien..., así te ganas unos mangos.

 

-Si..., a mí no me cuesta nada..., pero yo ya estoy jubilado.

 

- ¡Ah sí...! no sabía.

 

-Sí..., el año pasado me jubilé.

 

-¿De qué viejo?

 

-¡De artista!

Carlos Mendive
Los Globos

 

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