Cualquiercosario

Al Conde Drácula lo quisieron domesticar


Drácula de Bram Stoke

por Jorge Medina Vidal

 

No recuerdo dónde fue que leí una frase demasiado excluyente y temeraria donde se afirmaba que el cine pervierte todo lo que toca.' Profanó la Historia con Cecil B. de Mille; la Literatura narrativa con la superficialidad de los protagónicos decorados que destruían para siempre las estructuras profundas de la palabra estética que es sólo impresión y sugerencia. Profanó el plano de los sentimientos hurgando en la mecánica de las alcobas y las “sábanas”. Profanó la realidad al reducirla a un juego de luces y sombras sobre una pantalla que el espectador, en la oscuridad pasiva de la platea, morbosamente recibe como un vulgar “voyeuriste”. En fin, ese autor parecería decirnos parodiando a Lucrecio: -tantas desgracias trajo el cine al mundo-. De todas las citas que se podrían recordar, seleccionamos unos versos de Pablo Neruda que, (para algunos) exageran la profunda pobreza de ese “divertisment” atrevidamente calificado “Séptimo Arte”:

“El pequeño empleado, después de mucho,
después del tedio semanal,

y las novelas leídas de noche en cama

ha definitivamente seducido a su vecina,
y la lleva a los miserables cinematógrafos
donde los héroes son potros o príncipes apasionados,

y acaricia sus piernas llenas de dulce vello
con sus ardientes y húmedas manos que huelen a cigarrillos”.

Este pequeño empleado, reduce el cine a un espacio permisivo y oscuro donde todo es propicio a la caricia urgente, y donde se exhibe al ser humano desacralizado entre los extremos de la bestialidad y el idealismo. No hay que ser muy ducho en la lectura del Poema para rastrear la ironía y el desprecio con que se agotan las funciones del Cine; (este fenómeno de masas que se apropió con ampulosidad del término “biógrafo”) y que, en Pablo Neruda se disuelve en unas manos rijosas que huelen a cigarrillo.

En el gran poema de T. S. Elliot: “La tierra baldía”, un idéntico “joven empleado, secretario de un agente comercial”, que no fuma pero padece de “agnés juvenil”, repite esta misma escena de seducción barata, pero envuelta por otro gran mito del siglo XX, el “gramófono”.

Voces de apoyo y detractores acompañan los ideales, las conductas, los descubrimientos y las filosofías de este ya cansino siglo actual, y como siempre mi objetivo es reseñarlo. Pero, desde la lejanía del tiempo, desde la lejanía del inconciente, desde la lejanía del miedo nos llama un gran esquema de la Literatura popular (la tradición artesanal de la narrativa) que se difundió a nivel universal bajo el nombre de “Drácula”.

Sería fácil exhibir la erudición acumulada alrededor de este personaje enigmático que a través del cine despertó terrores que algunos ingenuos ya creían superados. Citar, por ejemplo, el excelente trabajo de un destacado analista uruguayo, publicado en octubre de 1983; pero aquí seguimos escribiendo “tracts for the time” que nos aparta de la especialización. Por eso uniremos Drácula y Cinematografía para documentar la sorpresa de saber que sólo doce años separan las fechas de publicación de la novela de Bram Stoker y el primer Drácula del cine mudo que registra la Historia. Salas oscuras, pasividad del espectador, llamado a los resortes oscuros de la mente, etc., todo ese conjunto de elementos que el maravilloso juguete de los hermanos Lumiére ofreció al comienzo del Siglo, podría justificar esta precocidad temática del Cine.

Pero, según algunos, el Cine cometió la infamia horrible de darle un rostro a Drácula y registrarlo minuciosamente a través de esa aberración visual que se llama “primer plano”. Es decir, el Conde Drácula, como dice la más firme tradición, no tiene rostro para los espejos, que son el ojo frío de la mecánica natural, pero sí lo tiene para el ojo interesado y selectivo de los hombres. (El pobre Conde padecía de Katoptofobia y de inedia para todo alimento, excepto la sangre). El elegido por el terror lo puede ver, pero el ordenado mundo de las Leyes Naturales y ese afán cientificista de suprimir lo que no es numérico, lo arrojó con arbitrariedad en los confines de lo inexistente y la puerilidad. El cine no respetó esta sabiduría del mito y quiso hacer afable lo inefable, cayendo en la vulgaridad de darle figura con una cara maquillada y siniestra que lo emparenta con un Pierrot disfrazado de viudo. Sólo el aletear de su murciélago infernal puso en el Cine alguna rúbrica de verdad poética, insinuada hacia temores más auténticos que el “primer plano” de unos colmillos de carnicería de barrio. Oh! Viajero, tú que pasas entre las miasmas de Transilvania. ¡Tened piedad de Drácula, que yace bajo una tumba de celuloide!


El autor: Jorge Medina Vidal (Montevideo, 4 de marzo de 1925 - Ib., 17 de junio de 2008) fue un poeta, ensayista, semiólogo, crítico literario y docente universitario uruguayo.

Biografía

Licenciado en Letras en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República. Fue profesor de Enseñanza Secundaria, del Instituto de Profesores Artigas, y titular de las cátedras de Teoría Literaria y Semiótica de la Facultad de Humanidades y Ciencias y de la Facultad de Arquitectura. Colaboró con las revistas Marginalia, Clinamen, Altamira, Aquí poesía, Cuadernos de Mercedes y en el diario El País.

 

Jorge Medina Vidal
"Jaque" Revista Semanario - Año I Nº 25

Montevideo, del 1 al 8 de junio de 1984

 

Editado por el editor de Letras Uruguay

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