El océano

poema de José Luis Massera

 

Caen las gotas de lluvia con paciencia infinita.

Quedamente murmuran en el bosque sombrío

Lleno del olor dulzón de las hojas podridas.

En las grietas minúsculas de la tierra ahíta

Tenues hilos líquidos divagan indecisos.
Un tonto escarabajo hecho de ébano bruñido

Es arrastrado un trecho; con un enorme escuerzo
Se ha aferrado a una mota pequeñita de arcilla

Que sus patas nerviosas desmoronan muy pronto.
Otra vez rueda envuelto en el barro pegajoso,

Irremisiblemente muerto.

 

Luego vino la larga pendiente montañosa.

Llegaron los puñales aguzados del cuarzo

A desgarrarnos crueles la carne transparente.
¡Tristes gotas cándidas, martirizadas, rotas!

Fue en la dura y amarga escuela del torrente

Donde reconocimos nuestra común esencia.
Y nos hicimos

Río caudaloso.

 

(Mi tierra
Es una joya de oro y esmeraldas

Bajo un inmenso cielo de turquesa.
A veces,
En la hierba tendido, largo tiempo

Me quedo contemplando su piel tersa,
Apenas ondulada, como el cuerpo

Luminoso de una joven doncella.
Sus ríos
Transcurren lentamente, soñolientos.
Alguien ha dicho
Que en sus aguas no hay lágrimas saladas

Ni las hieles del odio amarillentas.
Mas yo he bajado a beberías, sediento,
Y sé que son de la misma sustancia.
Yo navego hace tiempo en su corriente,
Hasta su desembocadura yo he llegado:
El mismo mar fue el que salió a mi encuentro).

 

Éramos muchos ríos majestuosos.
Corríamos en paz por los meandros

Entre orillas de pájaros gozosos.
En el largo trayecto decantamos

 

Los limos del pasado, conquistamos

La pura fuerza del cristal de roca.
Quisieron detenemos, levantaron

Altas represas de cemento y hierro.
Fué inútil el intento: con oleaje

Embravecido de aguas traicionadas

Rompimos en añicos las barreras
Y anonadamos al torpe pigmeo
Que se atrevió a oponerse a nuestro avance.

En su total derrota, imaginaron

Sofocarnos en nuestro nacimiento.
Pudieron, quizás, cegar esta fuente,
Cercenar aquel tímido arroyuelo.
Mas las zarpas son pocas, y nosotros

Somos incontables, miles, millones,
Nosotros somos miles de millones,
Y millones de miles de millones.

 

Entonces idearon
Hender la tierra con atroces explosiones,

Cubrir nuestras madres con fango envenenado.

Sólo lograron
Derribar las gigantescas cordilleras

Cuyas vertientes separaban nuestros cauces.

Reuniéronse felices el Yang-Tsé y el Ganges,

El Ebro y el Volga mezclaron sus corrientes,
Y en tierra americana
El Amazonas acarició con mano verde

Del breve Bío-Bio la nívea cabellera.
Y fuimos mar inmenso.
Fuimos océano.

 

Aquí estamos, madre,
Novia, aquí estamos.
Aquí está congregado nuestro océano

Junto a tus tiernos muros centenarios.
A tu suave regazo femenino
Ya han llegado nuestras aguas lejanas.
Las he contado minuciosamente:
No se ha perdido en el largo camino

Ninguna de las gotas primordiales.
El cuenco de tu mano ancha y profunda

Está lleno de océanos fluviales.
Aquí estamos, madre,
Amada mía,
Aquí estamos.

poema de José Luis Massera

Setiembre de 1954

 

Publicado, originalmente, en Gaceta de Cultura (1955-1957) Montevideo marzo / abril de 1956 número 8 / 9

Gentileza de Biblioteca digital de autores uruguayos de Seminario Fundamentos Lingüísticos de la Comunicación

Facultad de Información y Comunicación (Universidad de la República)

Link del texto: https://anaforas.fic.edu.uy/jspui/handle/123456789/57880

            

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