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La Calera

Nuestra Señora de los Desamparados

Ing. Agrim. Hugo Mascheroni Arnábal

 

Prólogo
Fernando M. González Calcagno

Más allá de la diversificación formal que, del saber humano, han impuesto los tiempos y la constante del crecimiento del bagaje de la raza, aún se mantiene válida aquella conceptualización de los antiguos griegos que sustentaba todo el saber en tres robustos pilares: historia, filosofía y artes.

Estos pilares del conocimiento intelectual suponían la comprensión profunda de que el saber de toda la humanidad y de todos los tiempos -la totalidad del bagaje cultural de la raza- se fundamenta en un archivo de todo lo conocido (historia), la síntesis racional y sensible que hace comprensible y aprehensible ese todo (filosofía), y la abstracción que los dote de las alas de las ideas para viajar y así poder llegar a alcanzar y servir a todos (artes).

Así todo conocimiento pleno supone reunir el total de datos, sintetizarlos y comunicarlos, y no es posible un conocimiento cabal de algo si no se cumplen las tres premisas.

Desde aquella concepción, que se sigue manteniendo plenamente vigente, corresponde a la Historia la nada mesurada tarea de guardar el patrimonio ancestral de la raza, desde suponer el archivo de todo a la síntesis de tan monumental patrimonio, para que pueda ser conocido prácticamente por los hombres en cada tiempo...

Para ello habrá de contar con todos los modos de información, las más variadas vertientes, los más disímiles aportes, y el empeño de desentrañar los olvidos (porque uno de sus más apasionantes desafíos está en develar en cada presente cosas y circunstancias que son parte de ese todo pero las generaciones anteriores arrojaron al olvido, por cotidianas, despreciables, baladíes, etc).

Si se comprende que ese descomunal Todo no signa a sus partes sino que -por el contrario- alienta y crece desde las partes, se comprenderá que para la gran historia humana son de enorme valor los aportes de las historias pequeñas, lugareñas, domésticas; y que éstas sólo son ricas cuando se cuenta con todas las miradas sumadas a la del historiador...

Y cuando una de esas miradas cumple con un modo diferente de análisis investigador, aportando certezas específicas del rigor de una profesión, y el investigador exhuma documentación y casi lee los paisajes desde su mirada de expediente profesional, surgen aportes que estaban allí y que ningún otro pudo ver.

En tal caso se hace imprescindible que la síntesis inicial (la racionalización conceptual de tal información) sea abordada por él mismo, nadie más podría...

Este es el aporte, insospechado y contundente, generoso y apasionado, que se impuso el ingeniero agrimensor Hugo Mascheroni Arnábal, al que aun sumó -desde lo más definitivo y desmesurado de su tiempo vital- la responsabilidad de las Musas, para comunicarlo a todos...

De ello se trata este libro y el asombrado (y dolido) esfuerzo de todos quienes aprendimos a respetarlo y quererlo, y -por sobre todo- de sus amores más definitivos (sus familiares directos) que hacen posible su gran sueño en esta edición.

Don Hugo y "La Calera"

La circunstancia singular de esta edición, concretada luego de la desaparición física de Hugo Mascheroni Arnábal, impone compartir recuerdos personales y compartidos como modo único de referir una gesta que merece ser destacada...

Polifacético y siempre inquieto, Mascheroni es -no solamente fue- un floridense (por adopción pero también por pasión) trascendente, de quien Florida habrá de tomar cabal cuenta con el transcurrir de su propia ausencia, cuando se escriban las historias de barrios e instituciones aun muy nuevos, cuando se intenten historias desde mensuras aun muy nuevas para la historia... Allí habrá de aparecer el nombre de Mascheroni una y otra vez, trabajando, planificando, posibilitando...

Desde el interés de conocer aspectos concretos del pasado fundacional y primera etapa de nuestra ciudad, en más de una oportunidad lo consultamos respecto de cómo trabajaban los agrimensores de antaño, descubriendo que su gusto (y lucidez) para analizar los tiempos pretéritos hacía una constante de una personalidad plena de curiosidad, de formación científica pero especialmente sensibilizada para la estética y lo no tangible.

Por ello no nos sorprendió cuando nos hizo sus primeros comentarios sobre determinadas certezas que -desde su profesión- sustentaba respecto del modo de organización de la enorme explotación que fuera la estancia jesuítica "Nuestra Señora de los Desamparados", comúnmente referida como "Estancia de la Calera". No solamente no nos sorprendió sino que hasta lo instamos a que profundizara en tales, porque su mirada diferente abría espacios insondados y prometía aportes enloquecedores.

Por entonces se multiplicaron sus viajes al lugar, sus recorridas en todo el entorno de lo que fuera aquel latifundio de entrañable historia lugareña, la búsqueda en los depositarios y archivos uruguayos y españoles, su ur­gente necesidad de leer documentos... y nuestras charlas sobre detalles de la historia colonial, mientras escribía y aun dictaba varias charlas sobre sus avances.

A ello dedicó, con pasión de adolescente y rigor de adulto experiente, el último lapso de su vida, aun señalando -en más de una oportunidad, cuando su salud se resentía y ya aparecían las primeras crisis- "si yo no llego, ustedes van a publicar el libro...".

Un generoso legado

Este libro es, consecuentemente, un legado especialmente generoso, concretado desde la porfía de ganarle al último umbral día por día, hora tras hora.

Pero es también un develador aporte para la historia lugareña, que propone sendo material documental inédito -desde una búsqueda de motivadores diferentes en tanto la realizó un agrimensor desde la óptica que posibilitó su profesión-, que concreta una síntesis igualmente valiosa, tal vez no definitoria pero si imprescindible, para una construcción abarcadura, y que -en el desafío de la comunicación- nos permite descubrir el modo diferente, pero igualmente lúcido, con que un profesional de mente y corazón abiertos puede aportar a la culminación del saber de los tiempos.

Asomarse a estas páginas es treparse a un sueño de profundas raíces, de papel y tinta, de desvelos y alegrías (cada verdad develada es una alegría sin par para el investigador y para el lector), de fermentales paradojas que se conjugan en descubrir que detrás de cada certeza lograda se abren más interrogantes...

Con él, Don Hugo se dio el gusto de ganarle a los tiempos, nos dio el gusto de no irse del todo...

Florida lo recibe con la dolida nostalgia de un Silencio irreversible, pero con el íntimo alborozo de saber que él se quedó entre nosotros, porque se empeñó -y lo logró- en dejarnos un legado que aun crecerá con los tiempos, como ocurre siempre, cada vez que un joven abre un libro para palpitar los tiempos que hicieron sus mayores...

Fernando M. González Calcagno

La Calera
Nuestra Señora de los Desamparados
La estancia, su orígen y sus puestos

Ing. Agrim. Hugo Mascheroni Arnábal
Talleres gráficos de Impresora Oriental
Florida, octubre 2003

 

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