Los chicos perfectos
Iche Marx
sukrams21@gmail.com

Somos dos chicos cincuenta por ciento perfectos que participan de una felicidad cien por ciento perfecta. Al menos así lo dictamina un sistema de medición de felicidades que hemos creado a nuestra imagen y semejanza, y que evita el innecesario stress de someternos al juicio de los tribunales sociales.

Como partícipes de esta felicidad perfecta, es natural que creamos ser una pareja unida, aunque justo es admitir que en ciertas ocasiones una barrera invisible se interpone entre nosotros; se trata de ese yo interno que aparece a veces para decir: “Aquí estoy yo, pero… ¿quién es esa otra?”, o “¿Qué es lo que está pasando detrás de esa otra piel?”, o “¿Existe alguna razón natural que justifique esta unión o tan solo se trata de una mera construcción romántica?”.

Esa duda existencial se agudiza cuando una mirada molesta se interpone entre nosotros; me refiero a ese tipo de miradas esquivas en las que por más que pretendamos detectar algún sentimiento de afecto en quien las emite, solo nos encontramos ante la insinuación de un odio recóndito. Podría tratarse tan solo de la mirada provocada por algún malestar físico o quizás por alguno de los demonios que se regodean bombardeando nuestra autoestima, pero es una mirada que nos hiere y nos penetra hasta lo mas profundo de nuestras profundidades impenetrables, haciendo que a través de conductos cuidadosamente camuflados se filtre un odio que deconstruye todos los cimientos de nuestra relación.

Entonces, cuando ya no queda en nuestra conciencia ni el menor atisbo de afecto hacia el otro, cuando hemos dado paso a los gritos desaforados, a los insultos soeces, y luego al silencio, a la decepción y a la soledad más absoluta, la súbita tibieza de una mano disimuladamente extendida, borra toda huella de lo sucedido y nos hace retornar a nuestra felicidad cien por ciento perfecta.

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