El espía que vino del más allá
Carmen Maruri

He decidido no volver a hablar. 

De hoy en adelante me quedaré callado, porque cuando uno habla siempre termina diciendo lo que no quiere. Las personas grandes como los padres, los maestros y los directores, tienen formas de ir preguntando y tarde o temprano uno dice cosas por lo que después, en algún momento, lo van a rezongar. Además, muchas veces no los comprendo porque te preguntan por una cosa y en realidad te están averiguando por otra. Mi padre, por ejemplo, me dice: ¿y?... ¿Cómo te fue en el paseo? ¿Fuiste con mamá y mucha gente más? ¡Ah! ¿Sólo fueron con otro señor? ¿Y de qué hablaron? Le contesto que fuimos al parque; estuve en la calesita y todo eso pero espera que le siga contando y a mí no me sale nada más. Me parece que me está preguntando por otras cosas que no alcanzo a comprender. Los grandes son raros, no dicen todo derecho, me confunden, me entreveran y no sé muy bien qué es lo que quieren escuchar.

Yo soy un espía. De otra galaxia; sin mucho entrenamiento todavía, y no debo dar la posibilidad que averigüen nada de la misión que me encomendaron para el planeta Tierra. Por eso no debo hablar. Y justamente estoy acá para espiar, para saber cómo viven y qué quieren los humanos, sobre todo los humanos grandes. Los humanos chicos son pichones; si se conoce bien como les enseñan a crecer, entonces, en el futuro, se los podrá dominar. 

Se comunicaron conmigo desde el más allá. Por medio de la mente. El silencio me ayuda en la concentración. La forma como les hablo es pensando mucho, les trasmito la información. Las instrucciones que me dieron son que debo observar todo porque cuando venga la nave espacial a buscarme tengo que tener los conocimientos suficientes para pasárselos a los científicos de mi galaxia lejana. Ya hace unos días que tomé la decisión de no hablar más. No sé cuántos pero fui varias veces al lugar que llaman escuela, pasó una visita con el humano papá y el dibujito del superhéroe que veo los miércoles.

En estos días estoy espiando mucho en la escuela. Es mi tarea principal. Allí enseñan al humano muchas cosas que deberán aplicar cuando sean mayores. Por ejemplo; como no hablo en clase, la humana que es la maestra me deja dibujar pero ya me di cuenta que comentó con otra:- hizo a la madre demasiado grande, de la mano del perro y al padre chiquito, colgado de una nube. Y después le dijo al humano compañero de banco cuando miraba mi dibujo: ¡no copies Bruno! En realidad, él no quiere copiar, quiere ver cómo lo hice. Los dos sabemos que nunca le va a salir igual al mío. He estado pensando el asunto éste de la importancia que da la maestra a que el niño haga todo como ella lo pide y cuanto más parecido mejor. Como hay algunos que hacemos cosas distintas, se enoja y nos tenemos que hacer los ñoños como los demás.

Ayer, por ejemplo, mandó hacer un germinador. Esto es así: se pone semillas de alguna planta sobre algodón y hay que humedecerlo hasta que le salen hojas y raíces. Yo no llevé nada porque planté la semilla en la tierra de una maceta de la humana abuela. Ya había observado cómo ella lo hacía. La de vestido blanco se enojó y me puso una marca en el cuaderno que es una carita triste. Pienso y trasmito a quien corresponda, que éstas humanas acostumbran dar premios si se hace todo como ellas quieren. Te ponen una carita sonriente en el cuaderno o un diez, que es lo máximo. El que llaman niño, se pone contento y los humanos padres también. 

Hay otra cosa que hacen que debe tener mucha importancia para el futuro de los terrícolas. Es la cuestión de la fila. Para entrar o salir de la escuela, de la habitación donde enseñan o también cuando compramos la comida en el rato que se llama recreo, se hace una fila. Un humano chico atrás del otro y así todos hasta el final. Si uno va así… mirando a lo lejos… o pensando en cosas suyas, importantes y se sale del lugar, lo señalan y le dicen; alumno, (así nos llaman) póngase detrás del compañero. Si al otro día hace lo mismo, lo saca de la fila y lo para solo delante de todos y ahí queda para que lo miren bien, porque es lo único para mirar en el aburrido patio, todo de hormigón gris. El desgraciado humano chico se siente tan mal que pronto aprende que debe ir bien derechito detrás del otro. Tengo que comunicar a mis superiores de la galaxia lejana que es ahí que los humanos grandes aprenden a hacer lo que todos hacen y entonces después casi nadie se sale de su lugar.

Todo es muy aburrido aunque hay algo que hacen los humanos chicos, en lo que llaman recreo, que me pareció divertido. Se forman dos bandos; unos de un lado y otros del lado contrario en el patio gris. En cada extremo, colocan unas piedras marcando un espacio del ancho de una puerta y en cada uno se pone un niño que llaman “golero” (ahora que pienso es raro que le digan así porque él no hace los goles; los ataja). Nos dan una cosa redonda que se llama “pelota” y todos corremos detrás de ella tratando de embocarla en la puerta del contrario. Hasta aquí todo va bastante bien pero se complica cuando viene un humano con un aparatito que al soplarlo hace un sonido agudo terrible. Ahí el hombre empieza a dar órdenes de cómo tenemos que correr y pasar la pelota y ya no está tan divertido porque no te salen tantos goles. No deja que uno juegue donde quiere sino donde él lo pone. Tengo que espiar y pensar un poco más sobre esto.

Estos días la humana que me cuida y es mi mamá habló muchas veces por teléfono con el humano que es mi papá. Informo de algo que observé de los grandes; se comunican mucho por la computadora, por los celulares, por los teléfonos pero cuando están juntos, dicen poca cosa. Decidieron que me van a llevar con otro humano grande para ver si me hace hablar. Voy a estar bien alerta. Según logré escuchar, éste es especialista en hacer hablar.

Subimos a un vehículo, donde van muchas personas. Todos en silencio, mirando al vacío, con caras de no estar acá. ¿Serán todos espías como yo que decidieron no hablar y se quieren comunicar con el más allá?. Los voy a mirar fijo, si mueven una ceja capaz que es la señal. No, ya hace un rato que los miro y ninguno mueve la cara, son como mis superhombres de plástico. Ahora me voy a fijar en las manos. No, tampoco.

El que conduce detiene la marcha junto a la vereda y demora en arrancar. Con mucho trabajo y ayuda del humano guarda, sube alguien. Es muy chico. Se sienta con dificultad en el asiento. Le cuelgan las piernas como a mí. Las de él quedan ahí tiesas, no como las mías que se balancean de adelante para atrás porque me olvido de dejarlas quietas. Creo que no es un niño, él es como un grande pero en pequeño. Tiene cara de viejo, cabeza grande y ésas piernas tan cortas. ¿Será del contraespionaje? Tengo que tener cuidado. Lo voy a mirar bien pero bien fijo a ver si se pone nervioso. Se baja pronto. Ahora todos me miran a mí, estoy seguro que esperan que diga algo pero sepan que no voy a hablar, no voy a decirle a mi mamá: ¡viste qué hombre tan chiquito! 

Llegamos a donde nos atiende el que hace hablar; está mi humano padre, sentado en una silla, con cara de ¡qué problema éste! Apenas se miran con la humana madre.

El señor con lentes, me hace pasar a una habitación con sillones marrones y escritorio más grande que el de la maestra. También hay una silla muy pequeña con una mesita. Me da papel y lápices de colorear. Me pregunta algunas cosas pero yo... firme; ni una palabra. Bueno, dice, si no querés hablar tal vez quieras dibujar. Ahí sí; le hice cada dibujo fenomenal. Le dibujé mi casa, la escuela, el fútbol, la maceta del germinador, mi compañero Bruno y yo que sé cuánta cosa más. Cuando nos aburrimos los dos, dijo: que pasen los papás de Martín.

El hombre que sabe hacer hablar, les explica con muchas palabras que no entendí; separación, evasión, conflicto, dualidad, inseguridad; que el dibujo paterno, que el perro grande y la casa chica.

Y le digo: señor que hace hablar, yo no hablo porque estoy jugando a que soy un espía intergaláctico. Ya me aburrí. Ahora voy a ser jugador de fútbol y presidente. 

Creo que si de la galaxia lejana vienen en la nave espacial, les comunico toda la información que tengo pero me voy a quedar en La Tierra. Les voy a decir que tengo que espiar un poco más sobre el fútbol y cómo se hace para ganar.

Carmen Maruri

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