Desencuentros habilitantes de encuentros
Edith Martirena

“Yo quiero
yo no quiero
yo aguanto
yo me olvido
yo digo no
yo niego
yo digo será inútil
yo dejo
yo desisto
yo quisiera morirme
yo, yo, yo
           yo”

Idea Vilariño

Lucía era hija de madre soltera. Eso que en nuestra época parece no tener ninguna importancia para la sociedad, sí lo tenía para ella. No conocer a su padre, del cual solamente sabía el nombre, le había provocado una mezcla de bronca y tristeza que habían conformado un carácter fuerte y acorazado

 

Racionalmente comprendía su origen. La habían concebido muy jóvenes, fruto de un encuentro adolescente . Y por más que su madre le dijo una vez que había nacido del amor, ella bien sabía que era hija de la inexperiencia y de la fugacidad de las pasiones  y hormonas juveniles desatadas.   

 

Emocionalmente, con un amor ambivalente hacia ella, la respetaba porque a pesar de sus dieciséis años había tenido el coraje de parirla, pero la entristecía que no hubiese asumido después la maternidad con la misma fuerza.

 

Fue criada por su abuela materna quien parecía tener dos hijas que orientar, su abuelo había muerto.

 

También tenía bronca con las decisiones tomadas en su momento por ese abuelaje -materno y paterno- que al saber del embarazo de sus respectivos hijos , no pudieron prepararlos debidamente para que asumieran lo que habían  concebido. Incluso ella , siendo púber había escuchado una pelea entre su madre y su abuela donde ésta, queriendo, sin duda ya tardíamente, que su hija asumiera más responsabilidades, le recordó del consejo no escuchado de abortar en aquel momento

 

Es que con el pasar del tiempo, Laura, su madre, casi olvidada de que Lucía era su hija se comportaba como una hermana mayor y hasta competía para verse tan joven como ella. Logró formar una pareja, partió de su casa materna sin su hija y al poco tiempo quedó embarazada . Esta vez se casó.

 

Lucía, inteligente, fuerte y con sentimientos muy desencontrados hacia su madre que parecía estar con la ilusión de un primer hijo, antes de deteriorar definitivamente el vínculo, planteó  independizarse. Su abuela que se había aferrado a ella como una hija más, intentó retenerla, pero sus argumentos fueron infructuosos .

 

Muy buena y avanzada estudiante de leyes, pronto encontró empleo en un estudio de abogados.  Se fue de su casa a un pequeño apartamento. Su hermano nació al mes de haberse marchado.  Tardó una semana en ir a conocerlo imaginándose todo tipo de reacción  de rechazo al verlo, situación que no sucedió. Es increíble el poder de sanación que trae un niño a un familia. No solo no lo rechazó, sino que le enterneció de tal forma que sin saber como, llegó hasta sus brazos esa bolita palpitante tierna con unos ojitos entreabiertos como espiando el nuevo mundo.

 

También vio a su madre y a su compañero felices  y fue inevitable que se preguntara cómo la habría recibido a ella y por primera vez se cuestionó porqué su padre nunca la había querido conocer .

 

Su cabeza se llenó de interrogantes sobre sus orígenes, tantas que se despidió y se fue prometiendo volver ya que su madre, tal vez buscando acercarse a su hija le ofreció ser la madrina de su hermanito. Totalmente confusa, en una mezcla de extrañeza, ternura, sorpresa, alegría...aceptó la propuesta y   se marchó

 

Muy eficaz en su trabajo, rápidamente fue ascendiendo en responsabilidades y los abogados le fueron derivando nuevas tareas. Muy dedicada pasaba horas en el Estudio. Pero sin duda el nacimiento de su hermano y el momento del bautismo donde asumía determinadas responsabilidades por ese ser,  fue muy removedor y empezó primero como una idea loca  y después como una certeza , la necesidad de conocer a su padre.

 

Acudió a su madre, con quien había mejorado sus relaciones, en busca de información. Así fue como se enteró que su padre, que tenía apenas diecisiete cuando la concibió era el hijo de unos diplomáticos que pidieron traslado a otro país enterados del suceso y se lo llevaron. Eso fue lo último que supo de él..

 

Con esos datos comenzó un largo camino de búsqueda, especialmente motivada por un creciente amor maternal hacia su pequeño hermano ¿cómo alguien podía abandonar un hijo? Podía comprender la juventud de sus padres cuando la gestaron  y  que hicieron lo que pudieron en ese momento...pero después,¿ porqué nunca se interesó en buscarla.?

 

Y la ansiedad crecía, ahora ya convertida en necesidad, casi en una obsesión. Pidió un permiso especial a uno de los abogados para visitar embajadas y rastrear a sus abuelos. El camino era escabroso ya que en esas capas sociales se tapan muchos los deslices de todos...porque nunca se sabe cuando le puede ocurrir a alguien algo poco deseable en su carrera .Su bronca por todo lo oculto alimentaba su motor en la búsqueda.

 

Una pista que le dio una secretaria vieja distraida, la llevó  pedir una licencia en su trabajo además de un préstamo y sacó boletos para Europa. Abrazó muy fuerte a su hermano , que ya tenía cerca de un año y la deleitaba con sus ojitos puros y su sonrisa acogedora, incitándola aún más  a encontrar a aquel que no había disfrutado de esos goces que sin duda ella le hubiese regalado. Se despidió de su madre quien solamente le dijo “inténtalo, pero que no se te vaya la vida en eso, busca tu felicidad”. También su abuela la abrazó y con algo de culpa le dijo  en medio de un sollozo apretado “en su momento se hizo lo que nos pareció mejor”.

 

“Tranquila abuela, tranquila” dijo Lucía mientras enternecía el abrazo, es una necesidad mía. Y partió.

 

Estuvo seis meses en Europa. Se instaló en una casa de una familia de argentinos que alquilaban una pieza con todo lo necesario. Allí vivía también Fred,  hijo de la familia nacido en Francia. Fue amor a primera vista, disfrazado por mucho tiempo de amistad. Fue su compañero infatigable siguiendo rastros de sus abuelos ya retirados de al diplomacia. Viajaron a España, Alemania y la maravilla ocurrió en Túnez. Además de localizar a sus abuelos, se perdieron las máscaras, cayeron los disfraces y en la noche tunecina el amor se manifestó con toda su magia y poder.

 

Sus abuelos ya retirados vivían en una opulenta residencia con vista al Mediterráneo. Fríos como los imaginaba, le preguntaron sin preámbulos que buscaba en ellos. Ella con total serenidad y altivez respondió “está visto que lo que yo busco Uds no me lo pueden dar, pero tal vez mi padre si. ¿dónde lo puedo encontrar?  Ellos respondieron que hacía un año había partido, dejando incluso a su esposa y que no sabían de su paradero.

 

Ella recordó las palabras de su madre y el resto del tiempo que quedó en Europa lo dedicó a vivir ese presente con Fred, que se iba transformando en una promesa de futuro. Pero ¿qué hacer? ¿quedarse?¿irse?. 

 

En poco tiempo resolvieron la situación. Pidió que le enviaran todos sus certificados de estudios y logró obtener una beca de estudios por tres años, tiempo necesario para experimentar su vida junto a Fred en Francia y decidir luego qué hacer, dónde instalarse a vivir. De todos modos debía volver a Montevideo a buscar sus cosas, despedirse de su familia (especialmente de su hermano que la había conducido al amor) y arreglar asuntos laborales.

 

Vino con Fred para que todos lo conocieran y él conociera su medio, sus amigos, su familia...con la decisión ya tomada de volver a Europa.  A pesar de los lloros de su abuela, encontró la comprensión de su madre que la apoyó y la felicitó por su coraje.

 

En la oficina le hicieron una preciosa despedida , se la veía radiante de felicidad. Ese día de la despedida juntó todas sus cosas y ayudada por Fred se marchó en medio de un cálido aplauso y una promesa de volver al menos a visitarlos.

 

Cuando iba saliendo de la oficina, se cruza con un hombre de unos cuarenta y pico de años que le pregunta si hay alguien que lo pueda atender. Ella le señala una persona y sigue feliz su camino.

 

Al otro día mientras Lucía y Fred están despidiéndose en el aeropuerto, el hombre en la oficina de uno de los abogados le cuenta su historia y le dice que quiere localizar a una hija de la cual fue despojado por sus padres y tratar de legalizar una situación que  ha perturbado su vida emocional, afectiva y moral. Quiere recuperar a su hija y recién ahora pudo encontrar las fuerzas para hacerlo.

 

La vida es como un gran mandala, donde se cierran unos círculos y se abren otros...Un gran misterio indescifrable aún para la ciencia, que tiene mucho más que ver con las posibilidades de amar, que habilita a que las personas se encuentren o se desencuentren. Nada se pierde, solo se transforma

Edith Martirena

De "Tras las huellas del amor". (inédito) 

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