Sr. Hidalgo caballero andante
Don Quijote de La Mancha

Sonia Cecilia Martínez

Montevideo, 07 de julio del 2005.

 

Sr. Hidalgo caballero andante

Don Quijote de La Mancha

Muy señor mío:

Cuando pienso en tu nombre Don Quijote de la Mancha, mi alma se regocija por esa grandeza tuya de darlo todo por los demás sólo en nombre del amor.

Caballero de la triste figura no temas por tu presencia, porque sólo los grandes hombres esconden con mucho esmero cuanto de riqueza espiritual poseen, único sinónimo de belleza.

Tu razón de ser fue hacerte caballero para cabalgar por los caminos de España, junto con Rocinante tu fiel caballo desgarbado tan sólo para defender a los más débiles, a los niños, y a las mujeres, de toda injusticia que padecieran.

              

Contando apenas con una vieja armadura que armaste de a pedazos, con una lanza, y con tu grande fe que renovabas cada vez que maltrecho salías de tus encuentros con gigantes o enemigos.¡ Nada te detiene frente a la adversidad!.

              

Al igual que en las historias de caballeros andantes que tanto habías leído, no debía faltar la amada del victorioso caballero que todas sus empresas emprendía no sin antes encomendarse a su “hermosa señora”, “hermosa ama”, a la cual todos los desventurados debían presentarse y rendir homenaje después de ser derrotados en la  batalla. Decidiste entonces que tu amada sería una labradora vecina tuya de la que alguna vez estuviste enamorado y ella ni siquiera se enteró. La llamaste Dulcinea del Toboso por ser natural del “Toboso”. ¡Grande amor que preservas, manteniéndote casto para tu Dulcinea!

            

Prontamente reconociste tu imperiosa necesidad de recibir la orden de caballería “de armarte caballero”, para ponerte legítimamente en aventura, cosa que lograste enseguida cuando a aquel ventero le pediste en aquélla tu primera partida.

             

Y tan luego reconociste que te hacía falta un escudero, porque “…caballero sin escudero no había…” y en esos caminos que tú de ahora en adelante recorrerías, necesitabas un compañero que fuera tu confidente y sobretodo el testigo de las grandes hazañas que emprenderías. Elegiste entonces a un labrador vecino tuyo hombre “de pocas luces” pero de buen corazón, y lo llamaste Sancho Panza. ¿Recuerdas qué con él te topaste por vez primera cuándo en tu camino justo pasaba  para suerte tuya, llevándote a casa después que te molió a palos aquel mozo de mulas, cuándo te encontró tendido en el suelo al tropezar con tu rocín en aquélla desventura con el atrevido mercader toledano, que blasfemó sin conocer siquiera la belleza de tu Dulcinea?.

            

¡Ahora si, con Rocinante, con Dulcinea dueña de tu  corazón y de tus pensamientos y con Sancho Panza tu escudero, nada te faltaba para dar rienda suelta a tu sueño de salir por los caminos como caballero andante…!

            

¡Qué gran visionario fuiste Don Quijote cuando decías:

 

-Dichosa edad y siglo dichoso aquel adonde saldrán a luz las famosas hazañas mías, dignas de entallarse en bronce, esculpirse en mármoles y pintarse en tablas, para memoria en lo futuro…! Pues si, tus hazañas no sólo recorrieron los caminos de España sino también los caminos del mundo entero!  Hazañas ejemplares motivadas por los más nobles sentimientos, entre ellos: el amor, la solidaridad, la justicia. 

            

Te definieron como loco por pensar y actuar distinto a los demás.¿Acaso era de loco salvar a Andrés, aquel muchacho qué tan sólo quince años de edad tenía de la brutalidad de su amo?;¡ por el contrario, era de puro amor al prójimo qué le reclamabas al labrador qué no lo azotara!.Tantos hay hoy en día que en nombre del amor, de la paz: golpean, matan. ¿Acaso esto último es de cuerdo? ¡Si es así, entonces bienvenida tu locura Don Quijote!.

            

Tu idealismo me conmueve cuando te refieres a la “... dichosa edad y siglos dichosos  aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados…” donde no existía el egoísmo (no existía lo del tuyo y mío), y cada uno podía tomar para su sustento: los frutos de los árboles, el agua de las claras fuentes y corrientes de los  ríos, la miel que depositaban las abejas en los huecos de los árboles y en los quiebres de las peñas, etc. Idealismo que los hombres a través de las distintas épocas y en distintas partes del mundo sólo lo hemos mantenido vivo como tal, pero a diferencia tuya, no lo hemos llevado a la práctica. No hemos aprendido a valorar los dones que posee la naturaleza; todo lo contrario, creyéndonos el centro del Universo destruimos el eco-sistema, siendo que este Planeta es nuestra única casa. No hemos aprendido a vivir en comunión, toda diferencia que exista entre los seres humanos es síntoma de discordia, de celo, de envidia, de odio. No hemos aprendido a vivir con sencillez y humildad como tú si lo haces. Tan sólo nos ha importado rodearnos de cosas materiales, engalanándonos con ellas en desmedro de valores morales, espirituales. Y así andamos por la vida, lejos de la paz, la concordia, la amistad que tú mencionas se vivía en los años dorados.

            

Comparto tu indignación cuando defiendes a la pastora Marcela de la no culpabilidad de la muerte de Grisóstomo (el enamorado de aquélla). Al igual que tú, pienso: ¿Qué culpa tenía de ser hermosa? ¿Qué culpa tenía ella de no haberse enamorado de él, y de no quererse casar no sólo con él, sino con ninguno de los qué la pretendían? ¿Qué culpa tenía al haber elegido vivir en libertad en la soledad de los campos, en compañía de los árboles y las montañas.?  ¡Oh,  gracias Don Quijote, por comprender a Marcela! Considero que la mujer tiene los mismos derechos que el varón a decidir que hacer con su propia vida. Y si no desea casarse porque aún no se encuentra preparada, o porque tiene otros proyectos,¿por qué censurarla, por qué amedrentarla? ¡Cuánto de amor hay en tus palabras cuándo terminas diciendo…”Ninguna persona, de cualquier estado y condición que sea, se atreva a seguir a la hermosa Marcela, so pena de caer en la furiosa indignación mía”.

“…en lugar de ser seguida y perseguida, sea honrada y estimada de todos los buenos del mundo, pues muestra que en él ella es sola la que con tan honesta intención vive.”  

            

Don Quijote: con tu entusiasmo y tu fe en la vida, en el amor, invitas a otros a seguir tu ejemplo al igual que te siguió Sancho Panza. Él, que inició su camino junto al tuyo sólo por la obtención de la ínsula que tú le prometiste, en el transcurso de vuestras aventuras, también hace suyo tu idealismo de transformar el mundo en algo más justo, más hermoso para todos.

            

¡Ah cuánto debieran aprender de ti los que gobiernan los distintos pueblos del mundo!

Los consejos que diste a Sancho para ser un buen gobernador van  en concordancia con tu accionar. A diferencia de los que hoy sólo saben dictar hermosos discursos que nada tienen que ver con sus actitudes.

            

Principios tuyos como: humildad, sinceridad, equidad, virtuosismo, nunca juzgar con arbitrariedad entre otros, enaltecerían a cualquier gobernador, enorgulleciendo a su pueblo y posibilitando la convivencia en paz de sus habitantes.

            

Don Quijote: saluda a Miguel de Cervantes Saavedra tu padrastro, de mi parte. Dile que del amor que él ha dado para tu creación, surgen hijos grandiosos como tú. Hijos que enorgullecen  al padre y ennoblecen a La Tierra.

            

Y vos Don Quijote de la Mancha es indispensable que sigas cabalgando por todos los caminos del mundo como hasta hoy, ya que hay muchos entuertos que enderezar.

           

Me despido de vos no con un adiós sino con un hasta luego, ya que muchos como yo te guardamos en lo más hondo de nuestro corazón ¡ virtuoso caballero andante! .

           

Respetuosamente:

 

Sonia Cecilia Martínez

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