Sólo yo puedo ver todavía
el cuello dolorido del muchacho
tras contemplar por horas las ventanas
de la mujer que le era inalcanzable
por siete pisos y por doce años.

Sólo yo todavía oigo los pasos
de su ronda maniática:
las cuatro cuadras de una casa a otra
repetidas kilómetros y leguas
para verla y desearla.

Sólo yo todavía
recuerdo con cariño la tristeza
que aquel muchacho bobo atesoraba.

Juan de Marsilio
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