XX

Juan de Marsilio

Will Shakespeare, 
hoy que está en negociante, se dice 
"esto es para comer 
y también para algunos otros gastos".
Tiene suerte y termina ganando 
lo que todavía 
no acaba de gastarse.

Dante se dice 
"esta catedral de tinta 
la erijo para Beatriz 
y el mismísimo Dios oficia en ella 
(no es blasfemia, no, 
Beatriz es la senda que Dios me marcó: 
hay que amar al Creador en sus criaturas, 
que si no, no es amor el amor)."

James 
arrasa Dublín y luego 
se dedica a reconstruirla de papel y de tinta 
y por eso Dublín 
es indestructible.

Truman escribe 
que al que tiene talento 
Dios le otorga a la vez corona y látigo. 

La corona, 
para reinar sobre nadie. 
El látigo, 
para arar surcos hondos 
en la propia espalda.
Como está convencido 
de tener y merecerse 
la mejor corona, 
obra coherentemente y a la hora 
de mudarse de barrio su equipaje consiste 
casi exclusivamente 
en un lomo hecho trizas. 

Muchas son las maneras y las motivaciones 
y los logros y los fracasos 
del oficio este, 
tan terriblemente solo 
pero siempre tan bien acompañado.

Este juancito cualquiera 
acaba de escribir 
que escribe solo pero en compañía 
de insignes compinches de su mismo oficio.
Casi seguramente 
lo que escribe no sea por nadie leído.
Casi seguramente 
no ha de tocarle ni siquiera el premio 
de que alguno se sonría 

ante su ingenua vanidad enorme.
Pero no le importa: sabe 
que su durísimo trabajo oscuro, 
siempre bajo la sombra de los gigantes,
lo convierte en gigante también, 
aunque sea un poquito.

Algunos poemas sobre literatosisura 
(con otros y males y bienes cuestiones conexas)
Juan de Marsilio

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