La lira y el vano viento
Juan de Marsilio

XI

 

Me anda costando bastante trabajo 
entrar en materia y ponerme a escribir 
sobre las flores y las mariposas.

Son muchos los años 
de cantarle a la cuerda, la bala y el hacha 
con que andábamos tratando 
de ganar para todos el derecho 
de abocarse a las flores y las mariposas.

Cierto que avanzamos algunos pasos 
- y aún avanzaremos mucho más, 
eso no lo dudo 
ni siquiera en estos 
días míos de capa caída - 
cierto que valió la pena 
aunque la pena fue mucha.

Pero vi lo que vi, sé lo que sé 
y no puedo eludir el deber 
de salirme del ruedo 
a intentar un toreo más difícil, 
aunque no lo parezca.

Lo que ocurre 
es que ni siquiera 
he comenzado todavía 
a subir los peldaños de mi torre.
Soy todavía a estas horas 
el que camina de noche bajo la llovizna, 
el que en soledad regresa 
a su pieza de pensión 
y dejó a los demás en la fiesta.
No es mi culpa ni mi mérito 
el que los duendes del vino 
me hayan hecho saber 
que hay algo menos para festejar 
que lo que se nos dice.
No es delito aunque sí mala suerte 
el que me haya tocado 
ser el primero que reparase 
en que se habían robado 
la torta con velitas 
- pena que no vi quién, 
aunque algo me sospecho a ese respecto.
Di, 
con voz calma, 
noticia del faltante. 
No me quisieron algunos creer, 
otros me llamaron 
a prudente disimulo 
y yo opté por retirarme, 
pues no era mi voluntad 
aguar la fiesta de nadie 
- que ya se encargan de eso bastante bien 
el tiempo y la realidad - 
y tampoco quise 
quedarme para ver 
sustituida la torta con velitas 
por un ataúd con cirios 
alrededor del que algunos 
tratarían 
de seguir festejando a pese a todo, 
porque les habían dicho que.

Me duele lo que me duele 
y mi duelo elaboro.

Pero he llagado al pie de la torre. 
Abro la puerta y peldaño a peldaño 
comienzo a ascender.

La lira y el vano viento
Juan de Marsilio

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