El coraje
Juan de Marsilio

A mi esposa

I

 

Por débil

soy peligroso.

 

Puedo llegar a dañarte

sin querer,

sólo por miedo a ser dañado yo.

 

Por mucho que lo quiera

no tengo para protegerte

ni la milésima parte

de la capacidad

que poseo

para destruirte.

 

II

 

Esto no cambiará:

siempre tendré a mano

más puñales que escudos.

Siempre habrá el riesgo

de que mi lengua te arroje

palabras duras y filosas

de primera piedra

-  precisamente porque no estoy libre

de ningún pecado.

 

III

 

Podría

presentar la excusa

de que me alejo

para no dañarte.

 

Podría dejar que la culpa

de hacerte daño se la lleven otros.

Me estaría excluyendo en realidad

de la dura tarea de defenderte

-  y del miedo atroz

de intentar defenderte y ser vencido.

 

IV

 

Uno peca

             muchas veces

                                por distracción

o lo mismo es decir, por egoísmo.

 

Uno se mete en las cosas del mundo.

Uno se enzarza en batallas

en que nada valioso se le perdía

ni se le pierde de salir vencido

ni se conquista en caso de victoria.

Uno pone los ojos en otras cosas

por no mirar el rostro del amor,

tan parecido al de su hermano el miedo

 

V

 

¿Qué haré

               para no dañarte

ni de obra

               ni de palabra

                                  ni de omisión?

 

Las intenciones,

salvo algún fastidio,

                            salvo alguna ligera distracción,

salvo alguna pequeña cobardía,

son buenas.

Claro,

“de buenas intenciones está empedrado etc., etc.”,

pero,

       con todo y eso,

respondo por mis buenas intenciones

o al menos por mi ausencia de malas intenciones.

 

¿Qué haré

para ser parte de tu solución,

aunque sea un gramo más

 de lo que me toque

 ser parte de tu problema?

 

He de recorrer

palmo  a palmo el dique,

de día  o de noche,

con sol o tormenta.

He de tapar cada mínima brecha

aunque sea con trozos de mi carne.

 

Y si el agua supera las defensas

me muero en el dique.

 

VI

 

¿Pero de dónde la fuerza?

 

Del Mismísimo

que te ha provisto de las energías

para venir sosteniéndome

todos estos años.

Ni para hoguera
Juan de Marsilio

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