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Aquí todavía
Juan de Marsilio

                                I

 

Quiero subirme por última vez al gusano loco

y dar de ojos abiertos

toda la vuelta del tren fantasma,

que entonces no me atreví.

Quiero subirme a la montaña rusa

por más que mamá no me deje.

Quiero subir y bajar y  marearme,  marearme, marearme

y vomitar hasta el alma

y que el alma se vaya volando  hasta el sol

que habrá de ser más tibio desde ese día en más

para todos mis queridos. 

                               II

                              

                                 A mi hija Leticia

El primito,

                  Santiago,

                                     está en el cielo,

pero vos no podés ir todavía.

El hermanito va a volar muy pronto

pero vos te tenés que quedar otro rato

con mamá y papá.

Vas a encontrar otros amigos con los que jugar

y te vas a olvidar y al mismo tiempo

no te vas a olvidar nunca

de tu primo y tu hermano ,

que van a vivir en vos .

Y luego, cuando te toque,

también vas a volar hasta el cielo

– tarado el que te diga que no hay cielo –

y te vas a juntar con tu primo y tu hermano

a jugar y jugar y jugar sin deberes

porque en el cielo no hay escuela.

                              

                                III

 

No voy a llorar,

en este rato último,

ni por lo que hice

ni por lo que no.

No voy a maldecir mi suerte

ni por lo que me haya tocado tener

ni por lo que no.

No voy a recusar mi muerte

porque me haya tocado

tal modo de morirme y no cual otro.

Simplemente

voy a tomarme un té con mi mujer,

mirándola a esos ojos

con los que siempre supo verme

mejor de lo que soy.

 

                                IV

 

Cuando me resuciten,

hermanos míos queridos,

espero que anden ustedes

aunque sea un poco menos

peleados entre sí.

Y si no lo anduvieran,

mejor no me resuciten,

manga de imbéciles amados míos.

 

                                V

 

Habrá Catalina de sobrevivirme

y cuando suene el teléfono

habrá de gritar desde su jaula “¡Juaaaan!”

(o eso que usamos entenderle por “Juan”

cuando chilla inmediato a que suene el teléfono).

Al principio

no entenderá el que llame

por qué cuernos

se te quiebra la voz

–  ¡mire que angustiarte

porque te llaman del lavadero

para decirte que pases

a buscar la ropa!

Unos meses después 

lo que no entenderán 

es por que se te asoma en la voz

la misma risa que compartíamos

cuando nuestra hija verde pequeñita

decía “Juan”, “la papa”, “mamá”, “Cata”, “¿Qué es eso?”

y otros varios discursos que tu amor le entendía

(y esto que yo ya puesto del otro lado escribo

usando el imperfecto

te será todavía presente por un rato,

hasta que un día partas,

como yo vuelo ahora).

 

                                  VI

 

Este constante 

regusto putrefacto en la garganta,

este mareo, este cansancio y este

pecho que late cada día más

pero respira cada vez peor

son a la vez

la temerosa inminencia del viaje

y el alivio que a todas las llagas

inherentes al hecho de estar vivo trasmite

la partida inminente.

 

                               VII

 

Es muy temprano en la mañana y ya

traigo el cansancio de como a la noche

de un día de mucho trabajo pesado.

Me queda poco aquí, me estoy gastando

las últimas monedas del resuello.

No muero desesperado

– en el sitio  al que voy

lo peor que podría pasarme

es que me hagan justicia,

que es más que lo que tengo de este lado –

no muero desesperado,

 iba diciendo,

pero a la luz de esta cansada

 y serena comprensión

que ando teniendo de todo de un tiempo a esta parte,

puedo afirmar sin miedo a error

que jamás antes he amado

tanto la vida.

 

                                   VIII

 

Estoy tratando de hacerle cierto caso al médico.

No tanto porque crea

en lo viable de su intento

con respecto a mi salud

sino porque me consta

que el pobre está tratando con  la mejor buena fe

de salvarme la vida

– y hay esfuerzos tan sagrados

que uno los debe respetar

aunque sean inútiles.

                              

                                    IX

Ando

ligeramente

por estos días

más muerto y más vivo

de lo que he acostumbrado hasta aquí.

Tengo más cierto que soy

porque sé que ya pronto me voy. 

                                

                                    X

Basura

               pequeño

                                    burguesa:

no,

         no es la mortalidad

                                              mi mayor problema

(ni siquiera ahora

que me estoy muriendo).

Lo que de veras me duele

es que voy a morirme

y todavía a hay prójimos que comen

de entre la basura.

 

                                   XI

 

Mucho me hubiera gustado

si dos más dos hubieran sido

cinco a la hora de cobrar y tres  a la de pagar

pero todo tiene su cuenta exacta

por mucho que uno desee

que sea de otro modo.

Pero si no me preocupó 

no habrá tampoco de casi postocuparme

ahora que casi

ya se cumplen los días de mi vida.

 

 

                                XII

 

“Yo

      es otro.”

Uno al que casi, casi nunca entiendo.

A estar por como lo trato

no debe contarse

entre los que más quiero. 

Ha sido así toda una vida:

no voy a cambiarlo ahora

nomás porque estoy muriendo. 


                                 XIII 

Esa mala fortuna

a la que no temí

incluso en las muchas épocas

en que era lo único que los míos y yo

teníamos para comer

tampoco me asusta ahora.

No creo posible

hallar cuando llegue allí

un cartel en la puerta del Purgatorio

que diga “Cerrado

por reparaciones”.

Y si lo encontrara,

sabrá darme el buen Dios allí y entonces

por lo menos la misma paciencia

que me ha dado del lado de acá. 


                                  XIV

 

 

Hoy sé 

             que mañana moriré.

Escribo “mañana”

 y está cerquita, cerquita, 

no como cuando era chico,

que las maestras decían “el mañana”

– se ponían solemnes, es decir,

sinceras y retóricas a la vez,

y nos catapultaban al mañana ese,

mientras pensaban “pobres chiquilines,

que no les toque una vida de mierda como la mía”,

y algunas tenían incluso el buen gusto mental

e pensar “anodina” o “amarga” en lugar de “de mierda” –

decían “el mañana” las maestras

y el mañana quedaba lejísimos,

a infinitos recreos de distancia,

más allá del liceo y las novias

y aquel mañana resultó ser esto

que ya se me termina. 


                                     XV 

Hoy mi muerte es mañana

en un sentido casi

para nada metafórico.

Hoy mi muerte es mañana y hoy vivo.

Ya mañana veré.

 

 

                                    XVI

 

 

De la vida me muero. De la vida,

que es una porquería extravagante

(tan adorable cuanto aborrecible)

que es una detestable maravilla.

Tuve una vez la vida por delante:

me la gasté viviendo como pude

– pude muy mal: muy pocos pueden bien.

Y sin embargo, si me permitieran,

seguiría penando otro ratito

de este lado de acá de lo que existe.

No pongo en duda el alma ni el Dios bueno

ni el Paraíso que al final me aguarda,

tras media eternidad de Purgatorio.

Es que he llegado  a amar este rincón 

del universo al que me destinaron,

donde tanto he sufrido y donde a veces

topé con la piadosa

ternura de algún prójimo

– tan mortal como yo, tan condenado

como yo y también lleno esas ganas

incomprensibles de entibiarse al sol

de la raquítica alegría que

nos toca de ración muy cada tanto. 
 

                                  XVII

 

 

“Mi nombre va a quedar bien en mi lápida” 

Beatriz Vignoli 

Cuando esté en la tumba

por más que mi nombre

sea bien visible

en la lápida y no pueda

esconderme ni huir

no habrán de llegarme

facturas, cedulones, intimaciones de pago

ni nada más de esa larga lista

de molestos etcéteras

con que del lado de acá 

nos incordian y cuánto.

Recién cuando estás muerto

te dejan vivir tranquilo. 


Juan de Marsilio

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