La lógica infinita de la poesía
por Nelson Marra

Alrededor el asedio, de Héctor Rosales - Ed. Destabanda, 58 páginas - Montevideo (Uruguay) 1989

Pocos autores en lengua castellana han alcanzado una voz tan propia y una prematura madurez estilística en plena juventud como este Héctor Rosales, uruguayo de nacimiento, catalán de adopción, universal al estrenar su reciente treintena gracias a un lenguaje que carece de fronteras.

Su obra, casi artesanal desde el punto de vista editorial, es extensa si consideramos que Rosales tiene apenas 32 años: seis libros de poemas, otros tantos “pliegos/plaquetas” y una presencia regular en revistas, publicaciones o antologías lo avalan. Pero otro factor, casi clave, a tener en cuenta es su profunda fe lírica, su inocultable vocación por un género literario que sintetiza y precede a todos los géneros y que traduce en un empeño inquebrantable en llevar adelante empresas quijotescas dentro del ámbito literario. Un poder de convocatoria o aquella misma fe que mencionábamos lo ha puesto en el difícil timón de empresas conjuntas ya con poetas uruguayos, ya con catalanes, ya, incluso, con líricos de la lengua portuguesa.

En este libro, último de los publicados por Rosales y editado en su Montevideo natal, se sintetiza y resume todo el esplendor de sus claves, esa lógica infinita de la poesía que no necesita de explicaciones, que está allí, desnuda, presente, preparada como para que el lector participe en sus hallazgos metafóricos, en su tímido coloquialismo entre metafísico y confesional, en una angustia existencial que a través de versos como puños se vuelve colectiva y, de alguna manera, generacional.

“Alrededor el asedio” reúne tres poemas que proceden de diferentes cronologías y que parten de diversas experiencias vitales: “Armarios”, original de 1979 y reformado nueve años después, “Rieles”, editado en Alemania en 1983 y publicado en su versión completa en 1989, y “Espectros”, nacido en forma de libro hace ocho años con una introducción del cantautor Luis Eduardo Aute. Sin embargo, este tríptico de juventud alcanza ahora su plena armonía, su más inquietante desasosiego, su forma plena al ser presentado en conjunto siguiendo un impecable hilo conductor desde el punto de vista estilístico.

Rosales es, sin duda, hijo de su obra, pero la presencia de grandes voces de la literatura universal (Miguel de Unamuno, León Felipe, Nietzsche o Píndaro), presentes en los acápites, testimonia no sólo un interés o amor hacia esos “padres” sino, fundamentalmente, una íntima reflexión o disquisición en torno al destino del hombre común con creadores de diferentes épocas, géneros y estilos. Por todo ello, la voz de este poeta uruguayo permanece viva, porque nos resulta una luz dentro del confuso y desdeñado mar de la poesía, en que muchos jóvenes, al contrario de Rosales, suelen caer en modas o imitaciones en lugar de crear un universo propio.

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