Juan Cunha: "la nostalgia proteica" (1910-1985)
Graciela Mántaras Loedel - Jorge Arbeleche

Juan Cunha fue un permanente deparador de asombros. Deslumbró en 1929, cuando contaba diecinueve años, con un primer libro ya entero. Redondeó luego una veintena y dejó inéditos cuarenta y seis. Casi cada uno de sus libros muestra a un poeta distinto, pero siempre cabal. Concitó la adhesión de las generaciones posteriores: cuando los entonces jóvenes de la generación del 45 entraron al escenario repartiendo mandobles, respetaron sólo a Cunha. Líber Falco tuvo el aprecio de un único sector; Sara de Ibáñez fue leída y respetada por todos, pero casi no hablaron públicamente de ella. Solamente Cunha -a quien hicieron críticas parciales- fue estudiado, comentado y admirado por todos en voz alta.

Las críticas que se formularon decían relación con su versatilidad. Cada libro obligaba a descubrir a un poeta distinto y, en ciertos períodos, Cunha pareció un magnífico instrumento en disponibilidad. No recordamos que la palabra autenticidad y su antónimo se escribieran a su propósito, mas subyacen en la objeción. Y la autenticidad era, en aquellos años, una de las piedras de toque de la valoración estética.

Pensamos que esa objeción solapaba una limitación del propio juicio crítico, que supone que todo ahondamiento es tal si se cumple en una única zona. Hay poetas -y seres- que ahondan desplegando el abanico de los múltiples posibles. Ni toda profundización unidireccional es valiosa, ni toda versatilidad es superficial. Por lo demás, casi en cada tramo de nuestra historia poética se encuentran ejemplos de escritores para los dos extremos. En el 900 es la interrogación persistente, encarnizada de María Eugenia frente a la variación deslumbrante de Herrera y Reissig; en el Centenario, Falco y Cunha; en el 45, Idea Vilariño y Amanda Berenguer; en el 60, Circe Maia y Wáshington Benavides. Extremando el razonamiento, podría incluso argüírse que todo ser humano es múltiple y diverso y los que no lo son es porque han padecido o realizado una obliteración de sus posibles.

La relectura de esta obra édita entera autoriza a afirmar que hay un asunto central: la nostalgia del paraíso perdido de la infancia campesina; y autoriza a pensar que Cunha recorrió la poesía y las poéticas buscándose y buscándose en su ámbito de origen. Cada libro -nuevo y diverso- es un intento de recuperación de sí propio, de sutura de un tajo que está ahí, no se sabe cómo ni por qué. Y muchísimos poemas se limitan a decir la nostalgia. De las más variadas maneras: Cunha puede ser oscuro, difícil, torturado, suavemente melancólico, juguetón, refinado, cultísimo, popularísimo. Y puede serlo en cualquiera de las formas estróficas: puede jugar en y con un soneto y en un soneto puede ser sufriente y serio; puede cabriolear en una coplita popular y puede llenarla de sabiduría sentenciosa.

Graciela Mántaras Loedel - Jorge Arbeleche
Panorama de la Literatura Uruguaya (entre 1915 y 1945)
Academia Nacional de Letras - 1995

Editado por el editor de Letras Uruguay

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