Esto no es literatura...es la realidad. 
Muerte en la vereda
Ana Magnabosco

Son las 12 hs. del sábado 12 de abril y salgo a hacer un mandado en el barrio. Doblo la esquina de Maldonado y Gutiérrez Ruiz. Un hombre camina unos pasos adelante. De pronto se desploma como fulminado. No se protege con las manos, su rostro golpea de lleno contra la vereda. Corro al comercio de la esquina y pido que se llame a una emergencia móvil, doy el número de la que yo abono mes a mes, el número que sé. El comerciante lo hace rápidamente. Voy de nuevo hacia el hombre. Sangra por la boca y la nariz. Regreso al comercio, el comerciante está llamando a otra emergencia, quizá la suya, al número que él conoce. Regreso a donde está el hombre. Se acercan algunos vecinos. Uno de ellos, un joven, corre hasta la Seccional Segunda de Policía que se encuentra en la otra cuadra, a unos metros, en la calle Michelini. Ya pasaron cinco minutos, el hombre respira con dificultad, el charco de sangre se agranda. Los vecinos entran a sus casas a llamar a otras emergencias, quizás las suyas. Algunos transeúntes se detienen y llaman desde sus celulares. El 911 responde que: ya está enterado. Las diversas emergencias móviles que: están en camino Ya van diez minutos, nadie viene en auxilio, el hombre se está poniendo morado, el charco se agranda. Le ruego a la vecina que tiene su puerta donde está el herido, que vuelva a llamar, que dé su dirección. A esta altura le doy todos los teléfonos que estoy escuchando a mi alrededor: 911, 147, 133, le pido que insista. El hombre se está ahogando en su propio vómito. Ya van 15 minutos, nadie viene, ni siquiera la policía de la otra cuadra. El hombre pese a todo, resiste. Sigue respirando. Corro de nuevo al comercio de la esquina, el comerciante me asegura que todas las emergencias han sido llamadas y de nuevo el 911, por las dudas. Ya vamos 20 minutos, los celulares de vecinos y transeúntes siguen llamando, reclamando. Estamos muy indignados. Es en pleno centro y el auxilio no aparece. Desesperados nos miramos sin saber qué hacer. ¿Qué suerte correrán quienes viven en barrios mántes se 

Llega el 911, baja un policía planilla en mano a tomar declaraciones. El hombre sigue respirando, apenas se estremece cada tanto. Nos piden que nos alejemos, que cada cual para su casa, que es una desgracia y que no hay necesidad de estar mirando. Un vecino, amigo del caído en la vereda, le reprocha la demora. El policía le pregunta: ¿Usted es un ciudadano? El vecino contesta: si. El policía lo acusa: ¿Y por qué en vez de enojarse, no lo subió a un auto y lo llevó a que lo atendieran? El vecino se indigna: le recuerda que no se debe tocar a un herido y que hay una ley por la cual las emergencias móviles deben socorrer a quienes se encuentran heridos en la calle. Como respuesta el policía alarga su brazo y le ordena irse para su casa. El vecino dice: no me voy nada, es mi amigo y se está muriendo sin ayuda. Ya van 20 minutos largos. Llega una emergencia móvil. El hombre está muerto. Se llamaba Humberto y hasta hace un ratito tenía 53 años. Un policía rodea con cinta amarilla el lugar y otro me toma declaración. La redacta a su gusto: muerte súbita en la calle. Me niego a firmarla. Se la dicto: muerte sin asistencia. Lo vi caer y al instante pedí auxilio. Tardaron casi 25 minutos en venir. Pudo haberse salvado. Firmo: Ana Magnabosco CI. 1.285.395-6 

Por favor, pensemos entre todos una solución. ¿Estamos pagando un servicio de URGENCIA que no existe? ¿O habrá que morirse en casa?

Ana Magnabosco

Ir a índice de Crónica

Ir a índice de  Magnabosco, Ana

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio