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Soledad o el regreso desde el Museo del Hombre en París, al Museo pedagógico de Montevideo.

 

La vuelta del Caciquillo
Carlos Maggi

 

Hace 9 años, después de leer durante cincuenta años la historia de Artigas, encontré estas seis verdades ocultas.

 

El 28 de setiembre pasado defendí mi tesis revisionista ante el tribunal que más me importa: las maestras y los maestros, inspectores de enseñanza primaria y directores de escuela.

 

Invitado por el inspector departamental de Montevideo, Miguel Umpiérrez, hablé en el Museo Pedagógico, un lugar venerable, presidido por la figura de José Pedro Varela y los admirables muchachos de su generación y no fue poca cosa para mí, contemplar ese óleo y ocupar al pie de tales figuras, un sitial inmenso y solemne, que conserva el tapizado en cuero de su época. Pensé en Charles Darwin disertando en el Royal Club.

 

Mi defensa empezó aclarando las diferencias que median entre faltar a la verdad y que la verdad falte. Y lo cierto es que en la historia patria que los maestros le enseñan a nuestros niños, se omiten seis verdades sin las cuales es imposible entender el pasado.

 

Todo lo dicho, estuvo basado en las 300 pruebas escritas, citadas en mis libros[1]; mostré pues, las siguientes verdades imposibles de refutar.

 

Primera verdad
 

Cuando estalla la revolución de la independencia, la Banda Oriental no era UN territorio, estaba compuesta por DOS territorios sustancialmente diversos : La Sierra de los charrúas, al norte; y La Banda de los orientales, al sur. Dos mundos separados físicamente por el río Negro; y culturalmente, por la inmensa distancia que va de la prehistoria a la historia.

Pensar que los orientales habitaban el Lejano Norte, es un error grave. Los orientales, salvo contadas excepciones, no podían entrar a La Sierra que era un desierto poblado por tribus salvajes y bandoleros. El río Negro era una frontera perfecta entre dos culturas.

Francisco Xavier de Viana, un oriental de la misma edad que Artigas, es uno de los pocos militares al servicio del gobierno de Buenos Aires, que pudo entrar alguna vez a La Sierra.

Y cuando los porteños deciden combatir el federalismo artiguista yendo a pelearlo en el Lejano Norte (Arerunguá) Viana produce un larguísimo informe, donde pueden leerse las siguientes afirmaciones:

La tropa que se designa para esta gran obra son 1.000 hombres.

En La Sierra, la caballada necesaria para que esa fuerza tenga movilidad, son 7.000 caballos.

Dado el caso muy dudoso de que los pueda reunir, es indudable que al poco tiempo de actuar por las sierras de los Arapey, Santa Ana, Guaripitá y Yarao, esa caballada quedará postrada.

El ejército, sin la movilidad necesaria para buscar su subsistencia en aquellos lugares donde escasea sumamente el ganado, estará perdido. Este inconveniente no puede apreciarse en toda su magnitud, si no se lo padece en el lugar. Cuando hay falta de cabalgaduras, no se puede obtener la subsistencia para la tropa.

No debe olvidarse en el cálculo del gobierno, la clase de guerra que es forzoso emprender allí. Son cuerpos que obran en acción combinada, dirigidos por jefes de enorme conocimiento territorial, acostumbrados a la intemperie de los desiertos.

Yo bien considero que es casi imposible una transacción honrosa con Artigas, pero que sin embargo debe tentarse. Los medios que se intentan ahora tienden, en mi concepto, a la ruina de nuestro sistema (hasta aquí, el coronel Viana).

Este informe donde se marcan las diferencias insalvables entre el norte y el sur fue presentado al gobierno de Buenos Aires, 45 días antes de la batalla de Guayabos, en la cual las fuerzas de Artigas deshicieron un ejército porteño de 1.000 hombres que se vio perdido, aislado, impotente, con los caballos postrados, en medio del desierto. No era lo mismo el país de los orientales, que el Lejano Norte.

Segunda verdad

 

No hay un ejército, hay dos. A la diversidad de los territorios, corresponde una diversa cualidad en las fuerzas militares disponibles: en las guerras de Artigas pelea un ejército oriental gauchesco y una "caballería charrúa"; como la denomina el propio Artigas. Quinientos indios de lanza determinan la diferencia; tienen 4.000 caballos domados de abajo (sin apalear); son jinetes inigualables; y usan otras armas: boleadoras y chuzas de madera, muy diferentes a las afamadas lanzas criollas de caña tacuara.

Tercera verdad

 

Otra verdad que omite la historia en uso, refiere a la cantidad: No hubo UN Artigas, hubo TRES: Juan Antonio; José Gervasio; y Manuel Artigas, el Caciquillo.
Juan Antonio Artigas fundó Montevideo antes de que llegaran las familias fundadoras en un barquito llamado "Nuestra Señora de la Encina." Se afincó en esta costa con su mujer y cuatro hijas mujeres, cuando lo que sería Montevideo, era una bahía desolada y salvaje.

Tiempo después, hacia 1832, habiéndose formado un villorrio bastante miserable (sin murallas ni soldados) la amenaza de un malón indio sobre Montevideo, se hizo tan ostensible que los moradores desesperados le pidieron auxilio a Buenos Aires, donde estaba Bruno Mauricio de Zavala. Y de allí vinieron dos delegados portadores (si no de armas y pertrechos) de un buen consejo: entren a la campaña, encuentren a los indios y tráiganlos para concertar la paz. Y cuando nadie se ofrecía para cumplir semejante misión, Juan Antonio Artigas se ofreció para ir y fue; y después de varias semanas de ausencia, trajo con él a los caciques charrúas y se hizo la paz.

La documentación referida a esta hazaña tiene fecha cierta (27/2/1832) y luce una prolijidad emocionante.

Por si fuera poco esa misión de supremo peligro debió reiterarse en varias ocasiones, hasta que se construyeron las murallas; y fue Juan Antonio Artigas quien salió una y otra vez: y en todas y cada una de esas circunstancias, los caciques volvieron a confiar en él y se pacificaron las relaciones, sin que el pueblito indefenso, fuera arrasado.

No se trata aquí de atender a la acción pública de José Gervasio que todos conocemos.

Pero es interesante, destacar a Manuel Artigas, que es el tercero que le da gloria a su apellido. El Jefe de los orientales le manda una carta a Manuel Artigas, el Caciquillo, donde firma diciendo : "Tu padre, Artigas"; Manuel Artigas es el cacique más destacado de los charrúas en los tiempos de la revolución; conduce la caballería indígena y con ella logra triunfos decisivos; Artigas escribe, impartiendo órdenes: "auxiliará usted a MI caciquillo".

Pero la historia oficial que estamos enseñando, ni siquiera nombra a Manuel Artigas.

Revisados los documentos publicados, la prueba referida al cacique charrúa resulta abrumadora en cuanto a su acción militar, que abarca diez años y que se desarrolla, indistintamente, contra españoles, porteños y portugueses. Los charrúas determinan que Artigas sea invencible.

No se puede entender que Artigas le llame "el centro de mis recursos" a los potreros de Aregunguá. No se puede entender que desde allí (el corazón del desierto) se haya difundido el federalismo y se haya constituido la Liga federal. No se puede entender nuestra historia, si se prescinde de los indios de lanza y la caballada formidable que aportaron los charrúas desde el primer momento de la lucha armada, hasta su último episodio.

Cuarta verdad

 

Artigas no fue un contrabandista, sino un integrante de determinada tribu asentada en un lugar determinado: los charrúas de Aregunguá.

Es cierto que arreaba ganado hacia la frontera para negociarlo con los portugueses; y es cierto que ese hecho era tipificado como contrabando.

Pero así como los indios no robaban una vaca, un avestruz o una mulita, cuando cazaban para subsistir, del mismo modo vendían o trocaban animales (caballos o vacas) para obtener los utensilios más necesarios para su mejor subsistencia: frenos y estribos, cuchillos, telas para abrigarse.

Artigas no arreaba vacas con afán de lucro; dirigía una operación de su tribu que es otra cosa. A tal grado es así, que en la peor circunstancia, cuando la guardia fronteriza le tiende uña emboscada y está a punto de detener al famoso "Pepe Artigas, contrabandista vecino de la ciudad de Montevideo", aparecen inesperadamente los guerreros charrúas y contienen a la policía de frontera y matan a varios soldados.

Ese ataque inexplicable, cortina la fuga de los arrieros y del ganado que iba a ser vendido en Brasil (Portugal). Este hecho asombroso es ignorado aún en los libros más recientes sobre el tema.

¿Qué refinado señorito virreinal o qué hijo de buena y burguesa familia montevideana podía lograr esa armonía correspondiente a un hermano de tribu (fratria)?

Artigas vivió su juventud, de los 14 a los 32 años, en un lugar donde todavía "el Uruguay y el Plata vivían su salvaje primavera"; vivió en el desierto y al desierto volvió, en su marcha secreta (1814) cuando se hizo desertor. Y fue en medio de La Sierra, que derrotó a los ejércitos y a las ideas centralistas de todas las demás provincias que terminaron componiendo la República Argentina.

Quinta verdad

 

Artigas fue el mejor oficial de blandengues, realizó operaciones al mando de la policía montada de frontera que nadie pudo igualar; y fue al mismo tiempo el oficial más desobediente. Enviado a La Sierra para combatir a los infieles, defendió en cada ocasión a su tribu charrúa. La prueba de esta extraña disparidad en los procederes, exige un análisis pormenorizado, que pude llevar a cabo y figura en los libros citados [1].

Sexta verdad

 

Artigas no fue un derrotado como dice la historia en uso, fue un triunfador por partida doble.

1) En los campos de batalla, venció dos veces a los españoles (estableció el primer y el segundo sitio de Montevideo); y venció dos veces al gobierno centralista de Buenos Aires. Sin disparar un tiro, dominó a los dos ejércitos porteños que sitiaban Montevideo, cuando forzó la salida de Manuel de Sarratea (1813).Y dos años después, derrotó completamente al ejército de todas las demás provincias juntas, en Guayabos (1815).

Por si fuera poco, contuvo en La Sierra, la invasión de Portugal, una de las potencias internacionales de esa época. Los portugueses tardaron cuatro años para avanzar los 500 kilómetros que van de la frontera norte a nuestra capital.

2) En el campo de las ideas: Artigas llevó a cabo cuatro revoluciones triunfantes:

a) La revolución americana contra el imperio español.

b) La revolución republicana contra la nobleza, a la manera de EEUU y Francia.

c) La revolución federal, contra las pretensiones centralistas de Buenos Aires.

d) la revolución social, cuando creó en Arerunguá la primer reserva india, por oposición a las reducciones aculturizantes de los españoles.
Nuestros niños merecen conocer toda la verdad sobre Artigas y esa es una obligación del magisterio, el instituto fundador de la Nacionalidad.

[1]  "Artigas y su hijo el Caciquillo" y "Artigas y el Lejano Norte"; ed. Fin de Siglo, Montevideo.

Carlos Maggi
El País
8 de octubre de 2000

 

 

 

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