El lodo de la estirpe
XIII
Melisa Machado

"Esfinge solitaria o sibila doméstica,
eras la diosa lar y alojabas un dios, como una pulga insomne,
en cada pliegue, en cada matorral de tu inefable anatomía".
O.O. 

Alojaba un cachorro de hombre
enorme, sediento.
El cordón enroscado al cuello, tres veces vuelto.

La bolsa tiró.
Fue botella volcada,
herida sin dolor como golpe que anestesia.

Alojaba un dios como pulga escondida:
bicho pequeño, adorador del pliegue tibio.

Se dispersó el líquido por las junturas de las baldosas.
"Se me rompió algo", dije.

Y después hubo fiebre, orejas moradas, bocas confusas.

Yo reinaba en la tierra:
soberana doméstica sentada a la proa del barco,
con velas blancas como sábanas,
rojas como sangre ida.

Y la cabeza del niño tenía plumas,
sedosas como sus pies aún sin uso.

Inmenso e inflado,
el vientre era fuelle que escondía y lanzaba luz hacia allá.

Una sibila erguida a mis pies tiró de mí,
lo alejó para que fuera.

Mordió mi corazón, me dejó insomne.

Alimenté la boca escondida del dios,
asperjé leche.

Acaso su nombre se hizo perfecto
como la punta de la flecha o el calor de la piedra al sol.

Arropé su cuerpo como entraña.
Hice lugar fuera de mí.
Melisa Machado
De "El lodo de la estirpe"
Editorial Artefato, Montevideo, 2005

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