A dos voces, de Mariluz Suárez. Prólogo de Aurora del Villar, México, Editorial Praxis, 2004, 89 pp. por Duilio Luraschi.

A dos voces encuentra a Mariluz Suárez Herrera en su madurez creativa. Si bien la autora también incursiona en la narrativa, sus obras más reconocidas –al menos hasta el momento– son las que se refieren a la dramaturgia.

En este volumen nos presenta cinco textos, por lo general obras breves y contundentes. Algunas con finales sorpresivos que podrían llegar a ser en ocasiones verdaderas “vueltas de tuerca”. Esto no es un hecho menor, ya que emparenta su obra literaria con el cuento breve y también el cine.

Mariluz Suárez opta por pocos personajes (dos voces). No sólo en sus textos más breves, sino en los de más largo aliento. Busca desentrañar las relaciones humanas en situaciones de pareja, de cuñadas, de amantes prohibidos y la tercera persona que sólo aparece velada; hay relaciones comerciales, triunfos y fracasos, engaño; son situaciones que muchas veces desenmascaran realidades intrínsecas del ser humano en diálogos llanos, naturales, sin pretensiones de filosofar cuando en realidad se tocan temas de gran complejidad. Es el habla corriente. No hay personajes frente a la platea realizando grandes monólogos acerca de su destino o la situación en que se ven envueltos, sino que a partir de esos diálogos que se traducen en acciones se da todo un mundo interior rico y profundo.

Es un teatro de mucha acción. El posible espectador estará atento a todo cuanto pase en el escenario. No hay bolsones de tiempo muerto, es un relato vertiginoso que no se detiene hasta el final de la pieza.

La obra es totalmente realizable. La economía de recursos con que aborda sus temas más importantes hace que ésta –la obra completa de este libro– sea perfectamente puesta en escena, y eso es lo que busca el dramaturgo cuando escribe una pieza teatral. Más allá de la hoja impresa, más allá de que podamos disfrutar de su obra en un libro– en este caso con una muy prolija edición, cuidada y sobria- se presenta el hecho de poder ver esos personajes en escena, y cuando uno lee A dos voces puede imaginarse perfectamente esa posibilidad.

“Orden establecido” presenta las voces, en un velatorio, de un hombre recientemente viudo con la amiga de la fallecida, que se refieren a ella, como pretexto de contar historias veladas. Se resolverá, al final de la pieza, en un diálogo telefónico.

“Mujeres de interior” es la conversación de cuñadas que no se conocen: la resolución toma al espectador por sorpresa. Deja enigmas, algún cabo suelto, hay también una tercera persona ausente que es el hermano y esposo, pero culmina con un final cerrado y claro a modo de vuelta de tuerca.

“Animales de hermosa piel” nos muestra el mundo de una mujer que incita a un hombre a asesinar a su esposa. Intriga, muerte, miedo. Este texto puede emparentarse con algunos aspectos con el filme de Hitchcock La ventana indiscreta, por el asesinato brutal y trozado del cuerpo. En el caso del filme, visto, veladamente, por un vecino desde su ventana trasera, en la obra de Mariluz se da a través del diálogo de los únicos personajes, y de elementos relevantes como vestimentas con manchas cafés y rojas. Es, como en otras obras clásicas, la mujer incitando al asesinato. En “Animales de hermosa piel” no hay arrepentimiento, pero sí inseguridad y miedo.

“Ausencia inmortal” presenta la relación de un hombre con dos mujeres, pero siempre en un diálogo a dos voces. Esposo y esposa, jóvenes novios, escapar a la ciudad, tener un hijo. En el transcurso de la obra la autora nos va dejando, aquí y allá, algunos datos para que podamos descifrar el final, que se da con un brevísimo monólogo.

“La última fonda” es su pieza de más largo aliento, con diecinueve escenas, texto que culmina el libro; los personajes son seis, pero la obra se desarrolla en diálogos constantes hasta el final, en donde hay un pequeño monólogo a modo de resumen y de confesión.

Aquí se revelan, también los claroscuros de las relaciones humanas y del ser humano en su complejidad natural.

A veces A dos voces es, como ha sido también el buen cine mexicano, un drama de pasiones y una narración de hechos crudos y despiadados, pero no gratuitos.

Para sintetizar se podría afirmar que la propuesta de Mariluz Suárez sobresale por la fluidez de las piezas, el enigma que deja en la atmósfera y por poder realizar una suerte de delineación, de finos y breves trazos del tema principal, al que se llega mediante estos diálogos sencillos, contundentes y elaborados. 

Duilio Luraschi.

Revista de literatura mexicana contemporánea. Universidad de Texas en El Paso –Universidad Autónoma de Chihuahua. 2004.

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