Gurí, cuento de Ángel María Luna - Ilustró Eduardo Vernazza (Uruguay)

Gurí

cuento de Ángel María Luna

Los gurisitos aplaudieron con ansias de mariposas la llegada de la nueva maestra. Nueva en todo: en su vitalidad, en su sonrisa, en sus ademanes. De la anterior quedaba el recuerdo en el camino que viboreaba después de la porterita; repechaba, se perdía, bajaba, se oscurecía y se aclaraba como un viajero a paso apurado. La maestra ‘flamante desdibujaba, poco a poco, la imagen de la que partió con una mano en alto, como paloma en vuelo, en el sulky que se fue alejando en balanceos y barquinazosa la “nueva” la recibieron en círculo. Con alegría y desconfianza; con miradas tiernas y pechos en agitación; muchachitos del campo de ojos curiosos y guardapolvos prolijos; con palabras en secreteos, en voz baja; con algunas flores en ramitos apretados en los que palpitaba el corazón del malvón. Estaban allí, frente al local y de espaldas al jardín, tan disciplinado como los alumnos que esperaban en espera de pulso rápido. Pintaba la mañana el paisaje con colores cambiantes. El salón de clase esperaba también de puerta abierta y bancos en hilera, en una fresca invitación.

Se movía la maestra y el círculo de guardapolvos seguía el movimiento de la “nueva". Deseaban saber su nombre; descubrir algo de su vida, de dónde venía. Ninguno de los alumnos se animaba a preguntar. En cambio ella, en un gesto maternal, acariciando aquellas cabecitas recién lavadas, limpias y con olor a jabón, fue acercándose con palabra luminosa y dulce y así iban apareciendo los nombres: Calixto..., Eduviges..., Epífanio.... Bienvenida..., Norma..., (uno calló; miró tiernamente, profundamente a la maestra y ella, en silencio comprensivo, apoyó su mano sobre el hombro del niño y siguió interrogando). Una de las niñas, con un cerquillo renegrido sobre una frente blanquísima, contestó: “me llamo Gertrudis, pero me dicen Potota”. El grupo era variado: había alumnos de 6, 8,10 y hasta 14 años...

Así fue pasando el primer rato de la mañana, inquieta de colores, en el patiecito bien barrido de la escuela del "Paso de las Avestruces”.

A las 10 de la mañana, tal como lo indicaban las disposiciones, y al toque de una campanilla brillante comenzó el primer día de clase.

Había ya comunicación suficiente para el buen entendimiento entre maestra y alumnos.

El pupitre aguardaba. Atento. Lustrado. Amigo.

Ella repasó en silencio los asientos. De manos sobre las mesas y miradas curiosas y algo temerosas. ellos también aguardaban. En la pared del frente. arriba del pizarrón, estaba el cuadro de Artigas; en la del costado derecho, el retrato de Varela y en la de la izquierda, un mapa de Uruguay. Una ventani-ta encuadraba un pedazo de campo lleno de lejanía.

Todo en orden para la faena del futuro.

“Yo ya conozco algo de ustedes. Si quieren saber algo me preguntan; así vamos conversando para conocernos mejor; levantan la mano y yo les doy la palabra" (fueron las primeras manifestaciones en maestra”).

Titubearon. Alguno se compuso el pecho, de nervioso; otros intentaban levantar la mano a medio vuelo y uno. Apolinario, bastante grandecito y muy ingenuo interrogó: ”¿por qué los dos señores están de brazos cruzados?” (aparecieron algunas sonrisas tímidas y miradas hacia atrás, hacia el banco de Apolinario).

Se hizo silencio. El campo entró a curiosear.

Y la respuesta llegó: “Porque esos ilustres señores siguen esperando y confiando en ustedes, por eso están tranquilos...”.

Bailaba en varios la pregunta: ¿cómo se llama usted?, pero esperaba mejor oportunidad.

Así, entre preguntas y respuestas, entre distribución de material, pruebas livianas de lectura y “cuentas” se fue pasando el primer trozo del primer día de clase.

Durante el recreo, mientras los muchachos se reunían en grupitos, con miradas hacia la maestra, ella con una enorme curiosidad, no se apartaba de aquella negativa callada y respetuosa del alumno que no quiso decir su nombre. Era uno de los más grandes de la clase. Ella quiso saberlo. Y en un impulso franco, limpio y alegre, lo abordó en el jardincíto reventón de malvones...

"Es que mi nombre es muy feo... me llamo... Escapulario, pero me dicen *^,Gurí", todos me conocen por “Gurí”, el gurí de los Peraltas...; ellos no son mis padres..., bahü!, hacen que son. pero soy el peoncito”...

¿?¿?¿?¿?¿?

Sí, hago de todo... porque soy peón, ¿entiende?. muchas veces me curten a lazos... sí, sí, me pegan con lo que venga...

¿?¿?¿?¿?¿? .

Sí por cualquier cosa o por nada... estoy deseando ser grande...; llámeme "Gurí”. no tenga reparo.....no doy para más que a Guri. Es la verdad. No soy mentiroso”...

¿?¿?¿?¿?¿?

_ ... "Si le contara todo, ahí se iba a horrorizar...No me puedo enfermar ni quejarme; hace pocos días la pezuña de una chancha en celo me deshizo el empeine de este pie. No dije nada y trataba de que no me vieran renguear; me aplicaba cataplasmas de ceniza y bosta bien caliente; se me caían las lágrimas... y ya ve, ¿puedo ser otra cosas que Gurí?”

¿?¿?¿?¿?¿?

Sí, me mandan a la escuela porque el comisario me quiere mucho y los asustó; hoy no me querían mandar porque primero tenían que conocerla.”

¿?¿?¿?¿?¿?

“No..., no. por favor!!! no diga nada. Yo me porto bien, se lo prometo, se lo juro... Si dice algo me castigan a mí y a usted la hacen correr como hicieron con la señorita Evangellna...”

¿?¿?¿?¿?6?

"No!!!, no haga nada... llámeme solamente “Gurí”, no doy para más...”