Último libro
Historias de decadencia
Álvaro G. Loureiro

LA RECIENTE aparición de un puñado de obras de dramaturgos nacionales revela una bienvenida inquietud de los editores locales con respecto a los libros de teatro. En el caso del también poeta y narrador Ricardo Prieto no es ésta la primera vez que sus trabajos logran ser publicados. Tenaz explorador de la irrupción de lo extraño en la vida diaria, observador preocupado de la eterna lucha entre materia y espíritu desde la inicial El huésped vacío hasta El desayuno durante la noche (ganadora del premio Tirso de Molina), en Garúa, última obra estrenada, Prieto mostraba un vuelco hacia un universo más cotidiano, a menudo surcado por el humor irónico de las réplicas de sus protagonistas.

Dibujo de Nino Fernández

El presente volumen incluye dos títulos en los que se descubren varios de los rasgos ya advertidos en Garúa. En La buena vida aparece la novedad de hacer desfilar 15 personajes a lo largo de dos actos de un autor habitualmente confiado a la incidencia de es­casos caracteres. En clave naturalista, Prieto encara la decadencia de una familia montevideana con pasados esplendores (estancia, viajes a Europa, fiestas) de los que sólo resta la desvencijada casona del Prado que ahora intentan vender. Un par de personajes jugosos alientan en los desencuentros de sus propietarios: matrona volátil que apela al francés para lanzar sus exclamaciones y cónyuge, eterno picaflor, que gasta su tiempo en aventuras con prostitutas. Los esfuerzos del hijo para instalar un consultorio, una hija próxima a casarse y la llegada de parientes desalojados, complementan el castigado panorama de un hogar en donde apenas se adivinan las elegantes líneas del diseño de Bello y Reborati. El diálogo refleja de manera puntual las necesidades de esta familia a través de la continua mención del dinero como solución a una serie de problemas en los que, asimismo se descubre la ruina de otros valores menos materiales. Ciertos detalles no tan creíbles (una sirvienta desmemoriada que recuerda demasiados datos, una dueña de casa con pretensiones de alcurnia no va a Cinemateca) y algún desliz de información (Melina Mercouri hizo Fedra y no Medea, la aparente villana de ¿Qué pasó con Baby Jane? era Bette Davis y no la Crawford) no desmerecen el mérito de un texto bien construido que brinda a un futuro director la franca posibilidad de llevar a escena una alegoría uruguaya actual y reconocible.

 

Los personajes de Se alquila, la segunda de las obras de esta edición, pertenecen a la clase media montevideana expoliada por el desempleo y la falta de horizontes. Aunque fue escrita en 1984, las alusiones a Buenos Aires como meta juvenil o a alguien que llega del interior para mejorar condiciones de vida parecen todavía válidas. Al igual que para el desarrollo de La buena vida, el autor acude aquí a su experiencia de trabajo en una inmobiliaria para titular una obra en la que, sin embargo, quienes "se alquilan" son varios de sus personajes. La decadencia material aparece directamente unida a la de los valores y el afecto de quienes no vacilan en caer en la deshonra o la prostitución como elemento de dudosa salvación para una situación extrema. La alegoría de una realidad por todos conocida surge aquí también con claridad a través de un núcleo de figuras (padre, madre, hijo, sobrina, amigo de la familia) inmersos en circunstancias bastante verosímiles, a pesar de una madre demasiado distraída y una sobrina cuyo pasaje a la vida "alegre" luce algo repentino. El oficio del escritor se comprueba esta vez en la ironía de los diálogos y en el armado de una estructura dramática al servicio de una idea central que el lector (o espectador) recibe de manera contundente.

Cabe reprochar a la edición de Arca repetidos errores de imprenta y diagramado.

LA BUENA VIDA de Ricardo Prieto. Colección Las Tablas. Montevideo, 1994. Distribuye Arca. 148 págs.

Álvaro G. Loureiro
El País Cultural Nº 241
17 de junio de 1994

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