El ojo
Soledad López

La pupila se estremeció, imperceptible. El verde cristalino proyectó un raudal luminoso; todo cobró entonces, vida y movimiento, como si un invisible mago orquestara criaturas menudas de un mundo fantástico, ruidoso y alegre.

Poco a poco, sin embargo, un tono amarillento trastocó la esmeraldina superficie, menguando sonidos y voces.

Trapecista invisible, colgando en el límite de tiempo y espacio, toro ciego embistiendo la noche, la esférica pupila quemó entre sus llamas, la urgencia. Y fue, desangrada y anónima, un instante en la niebla.

Soledad López

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