Rigoberto y Yo
Conversaciones con mi sapo
Juventud mutilada
Soledad López

-La guerra es terrible, sin embargo, antes que el hombre trillara el planeta, ya los dinosaurios peleaban entre ellos y algunos no paraban hasta eliminar al enemigo. Dime, Rigoberto, ¿qué opinas de esto? -

-Que te voy a decir... el mundo animal también tiene su aspecto cruel. Y como sucede con los humanos, el más poderoso ataca y domina al más frágil. Claro que podría argumentar en nuestra defensa que somos criaturas irracionales, por lo tanto, quedamos eximidos de los epítetos que suelen señalar a los hombres, tales como asesino, sicópata, paranoico y muchos más. -

-Sabes lo que más me indigna? –

-Si no me lo dices...

-Lo que me saca de quicio es saber que los más jóvenes, son utilizados como carne de misiles, granadas, bombas, el arma que sea, en una batalla que se libra sin saber por qué y sin tener motivos para masacrar a quienes en ese momento, son llamados de enemigos.

-Sin embargo, los generalotes y los perros de la guerra no envían a sus hijos al frente, librándolos de la muerte o la mutilación, en puestos seguros de oficinas o a miles de kilómetros de distancia del infierno de sangre y fuego. -

-Otro dilema que me ofusca es el que viven las madres. Fíjate, Rigoberto, que ellas también quieren que se luche contra las dictaduras, los sicópatas del poder, los que anulan la libertad y ejercen su voluntad alienada en contra de todo derecho. Las madres ven con simpatía y hasta apoyan a quienes quieren sacudirse el yugo maldito de la opresión, ya sea política o económica, pero no quieren que sus hijos sean la carne que alimente las alimañas de carne y hueso...

-En mi universo de sapos y ranas, nada eso acontece, pero hay que tener muy en cuenta que antes que nada, las madres quieren proteger a sus hijos y aunque anhelan un mundo sin crímenes ni injusticias, su instinto materno es más fuerte, de ahí esa dualidad postural. –

-Esgrimes muy bien tus conceptos, tal vez seas más sabio de lo que pareces. Meditaré sobre tu argumentación esta noche, a la luz de la
lámpara. - 

Hasta mañana, mujer, y me voy que una rana ha croado entre la hierba.

Soledad López
Rigoberto y Yo
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