Situación límite
Elizabeth Lencina 

Querido diario:

Sé que vos no me vas a juzgar. Por eso es que mi corazón siente la enorme necesidad de confiarte mi secreto más íntimo: la gente me ve como a una asesina.

De sólo plasmar esa palabra en el papel, el desconcierto me invade desacomodando todo mi espíritu... ¡pasan tantas cosas por mi mente!

Mira... te lo iré diciendo como pueda, y espero sepas comprenderme si es que me notas muy torpe al escribir. Es muy difícil para mí, controlar mis sentimientos.

Esteee... ¡diablos! ¡Cómo me cuesta mostrarme tal cual soy!

Todo comenzó a fines de marzo, cuando regresé de mis vacaciones. Fueron 30 días de relax y descanso, de disfrutar del enorme placer de no hacer casi nada. Sólo lo imprescindible. Durante largas horas me daba vueltas y vueltas en la cama, regocijándome con ese remoloneo largamente esperado. Me cargué de energías positivas y con un ánimo completamente renovado, decidí que ya era hora de volver. Y así lo hice.

Cuando regresé a mi trabajo, nunca imaginé encontrarme con una nueva compañera de tareas. Recuerdo que al verla me invadió el asombro, el estupor (¿¡cómo no me avisaron de su llegada!?), pero de última, al mirarla fijamente pude comprobar que su fealdad podía llegar a ser tolerable. Es cierto que su estatura era muy baja y que se la veía muy delgada para su tamaño, pero también yo debo aprender a ser más tolerante, a aceptar al otro tal cual es, a no discriminar....

Pero es que para mí es una tarea sumamente compleja el no criticarla. Aunque lo intento y te juro por Dios que es cierto: mi psicoanalista está de testigo. Yo lucho todos los días por aceptarla... pero no puedo, carajo... ¡no puedo!!!

Todo empezó como un juego. Pero ahora, creo que me estoy volviendo paranoica. Siento que ella me persigue por toda la oficina ¿me comprendes, querido diario?

Y es muy extraño que a pesar de su andar desgarbado, ella lo invada todo con su presencia. Y con su olor... su olor, que aún está impregnado en casi todo mi cuerpo.

Siempre se muestra muy inquieta, moviéndose de aquí para allá y observando cuanta cosa encuentra a su paso. Pobre... se ve que nunca estuvo en un lugar así, con muchas personas a su alrededor. Entiendo que todo esto quizás sea nuevo para  la p...equeña (me muerdo los labios para reprimir esto que siento, que ya se está transformando en una rabia insostenible), pero es que tengo un nudo en la garganta.

Para remate, tampoco podemos mantener una conversación coherente, seria, divertida... ¡o lo que sea! Pues cuando yo le digo algo, ella sólo me mira con cara de estúpida. Nunca había visto (y menos convivido durante tantas horas) con un ser tan inútil.

Bueno... me hago cargo de que para mí también es la primera vez (sí... a pesar de que ya pasé la cuarta década). Lo admito: nunca estuve con alguien así a mi lado y luego de tantos años de soledad, ¡qué difícil es aceptar a un otro!

Los primeros tiempos yo la saludaba tímidamente. En realidad, apenas si balbuceaba su nombre, pero en definitiva... intentaba comunicarme de alguna manera. Y otra vez, ella me devolvía sólo esa mirada boba que no manifestaba nada, ni siquiera le daba para enojarse a pesar de que mi rostro le manifestaba claramente, una actitud hostil y colérica.

¿Qué si algún día intenté tocarla??? No. Ni por casualidad. Aunque te confieso: al principio sentía un poco de ganas, pero ahora directamente la veo y pienso: “que ni se te ocurra esperar de mí una ínfima caricia.” ¿Y puedes creer, querido diario que ella sí me toca? Me roza con sus manos y creo que su lengua quiere desplazarse vaya a saber sobre qué parte de mi cuerpo.

Me invade. Por eso es que cada vez la soporto menos. ¡Y ya no sé que hacer con todo esto, Dios!

Hasta que hoy no aguanté más. Mi paciencia llegó a su límite y ocurrió lo peor.

Resulta que después de almorzar salí al patio a fumar mi habitual cigarrillo. Yo me sentía bien, tranquila conmigo misma y me encontraba disfrutando del solcito del mediodía. Hasta que sentí su presencia y su respiración agitada en mis espaldas. Al darme vuelta pude apreciar otra vez, y ahora bien de cerca, su cara de idiota.

Le dije “andate”, “¡dejame en paz...”! Pero como siempre, ella se quedó impávida.

Pálida de ira, salí corriendo del patio. Como un bólido crucé toda la oficina y abrí de par en par la puerta que da a la calle. Y ella, haciendo honor a su taradez, salió detrás de mí...

En esta zona, sobre las cinco de la tarde transitan muchos vehículos.

El accidente fue inevitable. Pero por suerte, el golpe no fue mortal. Sólo quedó un poco más desgarbada que antes.

Y yo... perdí mi empleo. Se me acusó de “intento de homicidio especialmente agravado” y de “desacato a la autoridad”. ¡Y a mí qué me importa...!

Por el primer delito no voy a ir presa. Nadie termina entre rejas por intentar matar a un animal. Y en cuanto al “desacato...” ¡fue muy alucinante, después de tantos años de silencio, poder mandar a la mismísima mierda a mi jefe y decirle que es un estúpido. Total... ya me había echado.

- ¿Qué decís, pedazo de un pajarraco? Ja, ja... así que el perro es el mejor amigo del hombre... Mirá vos... Te explico algo: vos me tenés harta, tu perra es un bicho deforme y científicamente hablando, ¡es imposible que un ser humano pueda ser AMIGO de un animal! ¿Me entendiste ‘darling’... o te lo explico de nuevo?

Dime, diario mío: ¿a quién se le ocurre traer una perra cachorra a la oficina cuando ni siquiera nos bancamos entre nosotros, los seres humanos? ¿Verdad que es una situación bastante atípica y contradictoria? Y hablando de contradicciones, te diré algo: yo no soy una asesina (aunque te lo confieso: hubiese querido matar a ese bicharraco... y que me perdone la Sociedad Protectora de Animales). Yo soy simplemente, una habitante más del Universo de las Contradicciones en el que todos vivimos. Y sino me crees, te recuerdo esta frase de Melanie Klein: “Existen, pues, varias formas sublimadas y directas, en que las personas cordiales y capaces de amar pueden expresar su odio y agresión.”

Elizabeth Lencina 

Ir a índice de Inéditos

Ir a índice de Lencina, Elizabeth

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio