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Escepticismo
El Bien y el Mal

poema de Leoncio Lasso de la Vega

 

¡Oh, Mal! Tú eres soberbio, poderoso,

sublime como un Dios siempre triunfante:

Tú dominas en todo; en los espacios,

en la tierra, en los hombres, en los mares.

El águila rapaz que sacrifica

víctimas sin cesar, reina en los aires;

el monstruo que devora en el océano

cuanto a su paso ve, reina en los mares.

 

Los más grandes poemas de la Historia

son tus hijos, tus hijos naturales;
La Tragedia, el Espanto, la Venganza,

el Latrocinio, la Crueldad, el Fraude.
Tu cuerpo monstruoso y multiforme

como el de la Quimera, es espantable;

bellamente espantable, como el cuerpo

de un prodigioso Dios ebrio de sangre,

como un Moloch[1], ahíto de pasiones

y amasado con crímenes geniales.
Las estrofas más bellas de la Historia

las concibió tu mente inagotable;

las cantaron tus labios, con aullidos

y dianas de triunfo, ante los valles

en que pastaban las humildes greyes[2],

los rebaños sumisos y cobardes,

con regias hecatombes, que infundieron

el divino pavor a los mortales!
A los que te siguieron, los premiabas

con soberbias coronas imperiales,

con las riquezas, el poder, la gloria,

la púrpura, el placer, las arrogantes

victorias que enaltecen, las hermosas

que se fascinan con lujosas artes...

¡Siempre a tus sacerdotes has premiado

del mundo en los magníficos combates!
¡Oh Mal, tú no eres malo, tú eres bueno,

porque sabes premiar á tus secuaces!

 

¡Oh Bien! El que te estudie imparcialmente,

no hallará, entre tus altas cualidades,

sino la resistencia ante el martirio
porque eres inmortal; mas, la que haces

es la vida del siervo, en la miseria,

con tormentos del alma y de la carne,

entre el silencio vil de las mazmorras,

bajo los latigazos degradantes!
Tus poemas no son sino plegarias:

de tus ojos no brotan fulminantes

rayos de luz, sino tan sólo lágrimas

de dolor femenil; tus sienes laten,

no con palpitaciones de rebelde,

sino con las angustias que a la sangre

da la anemia senil; no hay en tus manos

sino actitud de súplica cobarde,

y tus lívidos labios no pronuncian

sino ¡misericordia! en sus cantares.
Premias a tus adeptos, a tus fieles,

a los que te defienden... con el hambre,

la cicuta, el tormento, las hogueras,

la muerte... y el olvido en las edades!
En toda la Creación, son los vencidos:

comidos sin piedad por ser leales

arrojados a un vil estercolero

siempre que airados yerguen tu estandarte.
¡Sólo persisten en la especie humana,

porque a despecho de infinitos males,

se propagan sin fin, como el arenque

para saciar á los demás el hambre!

¡Oh, Bien! Tú eres ingrato con los tuyos:

¡los recompensas sólo con crueldades!
¡Oh, Bien! Tú no eres bueno, tú eres malo,

pues sólo das dolor a tus secuaces!

 

Notas del E. de L. U

 

[1] Moloch o Moloch Baal fue un dios de origen canaanita que fue adorado por los fenicios, cartagineses y sirios. Era considerado el símbolo del fuego purificante, que a su vez simboliza el alma. Se le identifica con Cronos y Saturno.
Como resultado de una catástrofe ocurrida en el despertar de los tiempos, el espíritu de Moloch se había transformado a sí mismo en oscuridad al convertirse en materia. De acuerdo con las creencias fenicias y una vertiente del gnosticismo, el hombre era la encarnación de esa misma tragedia, y para redimirse de ese pecado era necesario ofrecer sacrificios a Moloch, incluyendo el sacrificio de bebés y jóvenes.

 

[2] Greyes: Rebaño de ganado menor
 

Leoncio Lasso de la Vega

Revista "Bohemia"

Montevideo, 31 de mayo 1909

 

Texto digitalizado, y editado, con el agregado de imagen, por el editor de Letras Uruguay Twitter: https://twitter.com/echinope / email: echinope@gmail.com

Fb: https://www.facebook.com/carlos.echinopearce  Inédito en el cíber espacio al 24 de diciembre de 2016.

 

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