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La gloria de la vida


La Caída del Hombre, pecado original y expulsión del Paraíso
es el sexto fresco que pintó Miguel Ángel en la Capilla Sixtina

poema de Alberto Lasplaces


                                                                                                                                                       Incitación a pecar

 

El pecado es el goce supremo de la vida.
Primavera que es joven y bella y atrevida,

vuelca sangre que hierve y palpita en las venas;

y en los pechos ansiosos que de alegría inunda,

del amor la semilla prodigiosa v fecunda

como en surcos divinos arroja a manos llenas.

 

El pecado es el semen de la vida triunfante.
Unos ojos que ensueñan, una boca anhelante,

pecan secreta y honda y misteriosamente;

y unos brazos que aguardan futuras atracciones

sumidos en el éxtasis tic las excitaciones,

son culpables e impuros esplendorosamente!

 

El pecado es la vida, y el espasmo y el goce.

Desdichado mil veces aquel que no conoce

las voluptuosidades divinas del pecado;

y aquel que no ha probado de la fruta prohibida

no sabe del misterio, ni sabe de la vida

que pasa ante sus ojos como un edén cerrado.

 

Natura es una pródiga madre amorosa y tierna:

con afiebrada y dulce solicitud materna

rasga su seno en donde pecador y abundoso

germina el rubio grano con placeres sensuales,

mientras en el ovario fecunda con sexuales

movimientos, el polen impuro y lujurioso.

 

El pecado es milagro y os connubio divino:

por las venas galopa como embriagante vino,

y es prodigio y deseo y es entusiasmo y siembra,

y es polen y es ovario y es estigma en las flores.
y es en los ardorosos y animales amores

el soberano abrazo del macho y de la Hembra! 

 

Peca, pues, rubia niña que a la vida despiertas;

ya que ansiosa interrogas del edén á las puertas

del manzano prohibido muerde la blanda fruta;

desdeña el Paraíso de infecunda grandeza,

y sabe del pecado que es goce y es tristeza

y que es amor y olvido y almíbar y cicuta!

 

Eva, la vieja madre ;por siempre sea bendita!

su pecado sin nombre nos legó la infinita

ciencia maravillosa de los bienes y males;

bendita la serpiente que le ofrendó el hechizo

y el ángel centinela del pobre paraíso

repleto de venturas y goces celestiales!

 

Peca, pues, rubia niña que ignoras el pecado;

tu cuerpo blanco y fresco que nunca sea vedado

al abrazo divino que es la ciencia escondida,

y concibe gloriosa si es que vivir deseas,

desdeñando a las torpes vírgenes galileas

místicas insexuales que aborrecen la Vida!

 

Florece en tus mejillas un prodigio de rosas;

tus pupilas relumbran grandes y esplendorosas,

en tus labios quemantes hay un vago aleteo;

y en tu pecho redobla con impulsión gitana

tu corazón, lo mismo que una roja campana

que volteara cu las misas triunfales del Deseo!

 

El fuego sacrosanto del amor te consume;

como un ánfora brindas tu belleza y perfume

ante el ara dispuesta para los sacrificios;

ven, y entrega al abrazo, redentor y triunfante

tu cuerpo blanco y puro, delicado y fragante

que locamente anhela los ardientes suplicios.

 

Ardes como una llama. Te excitan ardorosas

las caricias quemantes de mis manos ansiosas;

ven a oficiar el culto misterioso y vedado.
Yo elevaré tu cuerpo virginal que me encanta

como una blanca hostia, excelsa y sacrosanta

ante el altar del Todopoderoso Pecado!

poema de Alberto Lasplaces
Revista Bohemia año I Nº VII

Montevideo, diciembre de 1908

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