Titistuar

poema de Ana Larravide

 

Una mariposa de la noche camina, leve, sobre mi mesa.
Se esconde bajo un libro. Quizá morirá allí.

Ah, repentinamente emergió.
Giró agónica en una danza final en la que dio toda su energía.

Ese breve batir de alas me conmovió.
No importan sus revoloteos anteriores
ni que ahora haya muerto.

Me alcanza una luz en la noche
para divagar
pensando ¿quién la tendrá encendida?

Debería trabajar
y no lo hago.

Mi tiempo no es tan efímero
como el de las mariposas nocturnas.
Tal vez.

El postigo abierto encuadra
la luna cortada en diagonal
como un gajo de fruta luminoso.

Quien lo alcance y lo coma
(podría inventarse un cuento) será sabio:
no se equivocará nunca. O será feliz:
nunca llorará.

La fruta sigue rodando inalcanzable.

Guarda los sueños y secretos
de cada uno, esta noche,
y de quienes
en el castillo en espiral esperan
bajo la estrella polar
la continuación del viaje.

El tiempo es una convención bastante útil
para no hacerte esperar en las esquinas,
para saber cuando está horneado el pan,
para llevar niños al colegio.
No sirve para medir el amor.
El amor, desorganizado y sorprendente, le hace muecas al tiempo,
se burla de su paso acompasado.
Corre, se tropieza, vuela.
Llega adelantado o con demora, rara vez en el momento oportuno.
Pero no deja de ser bienvenido.
Es capaz de decir o entender todo en un segundo
tanto como de no darse cuenta que amanece.
No sé si es ciego, pero es seguro que no usa reloj.
Tú y yo, tampoco.

Blanco todo blanco
es el color del día
de invierno
que hoy empieza
(el cielo se confunde 
con las duras paredes, allá enfrente).

Para pintarlo: mucho Blanco de zinc
apagado por una pizca de Negro marfil con Ultramar.
Y apenas, hacia el este, un resplandor Amarillo de Nápoles.
De ese lado, está Montevideo.

Pasa el tiempo pasa
pasan nubes violetas
con el borde dorado
como las hojas
de los libros antiguos
tardes violetas, tardes doradas 
páginas finas de ruido suave 
gatos en equilibrio en la cornisa
rama del limonero que allí está
y puede estar acá, si lo dibujo 
cerca y lejos 
"y donde estás es donde no estás".

Un niño es en la casa un huésped
que ha de ser amado y respetado,
jamás poseído, dice el Vedanta, 
porque pertenece a Dios.
Aconseja también criar a los hijos con honor,
con amor y respeto. 
Sobre todo, servir.

No sólo los hijos,
cada uno 
de quienes comparten nuestra vida
por años o por horas
también son huéspedes
de honor.

Ese día de sol sobre tu cuna
ni un ruido andaba por el cuarto
ni el viento movía las cortinas.
Ese día
en que tu cuerpo chiquito
que no había vivido ni un mes
volvió a estar libre
de los tubos y sondas que te enredaron 
con la muerte durante tres días,
cuando pude mirarte,
tan preciosa,
curada y tranquila
(ya no tenías los puños apretados
sino abiertas tus manitos queridas)
y de nuevo una sonrisa voladora
inconsciente y dulcísima
volví a ver pasar sobre tu cara
mientras dormías,
me sentí tan feliz.
Más feliz
que si hubieras nacido
otra vez
ese día.

sepia

Preciosa y callada
tu fotografía
guarda el misterio de tu vida.

Y el de por qué habrás muerto
si fuiste tan hermosa,
misterio más intolerable todavía.

Estoy sola mirándote luna
y es tan tarde
o tan temprano que no hay nadie más a esta hora 
capaz de mirarse cara a cara.

Allí estás, tan cercana.
Podría abrir la ventana y, estirando la mano, acariciarte.

Nunca cansa el encanto
de tu luz.

Nada te asusta, 
ni te apura.

No te importa ser vieja 
ni te teñís las canas.
Así, plateada y suave, 
te dejás admirar.
Son tuyos los secretos de todos, cada noche.
Con cariño y paciencia tu caricia pasa 
sobre sueños deseados
o lamentos variados.
Sin decirnos nada, enseñás a esperar

Sobre el fondo negro de la noche
parecen pintados por Paul Klee 
esos cuadrados de color brillante,
uno blanco azulado, otro naranja,
algunos amarillos y aquel, blanco radiante.
Calan el cielo oscuro
con su misterio luminoso.
Adentro guardan voces, olores de cocina,
cuentos a niños, besos sobre almohadas,
todo el caleidoscopio de la vida.
Son las vidas de enfrente. Próximas y lejanas.
Mi ventana es el marco de esas vidas.
El cuadro cruzan, como peces de acuario, 
de vez en cuando sombras opalinas.

Es más tarde. Ahora hay menos luces, hay más noche
rodeando a los que quedan.
Quién sabe qué conversaciones o qué libro o qué amor 
los tendrá en vela.
Yo aquí estoy escribiendo y recordándote 
también al lado de una luz pequeña 
que recorta la noche y no la deja ser toda negra.

Ahora es muy tarde. Sin embargo queda 
enfrente mío una luz,
sólo un recuadro.
Lo atraviesa una sombra, se detiene 
y se acerca.

Fórmula de reconocimiento

Este mundo no es fácil de entender.
Aparte de eso
el amor
que tampoco se entiende pero da alegría
mientras vive 
frágilmente.
Es mentira el amor heroico, perdurable.
el verdadero amor es tenue y feliz
no debe construirse, es irreprimible.
Pueden imponerse muchas cosas
la razón, la moral, la generosidad
pero no puede imponerse
ni impedirse
la alegría.

Desde lo profundo te llamo

Siempre una nueva instancia 
para sentir más dolor
más apretada el alma
hasta llorar
con ese llanto 
que no ve nadie.
Fuertes sollozos
no tan fuertes sin embargo
como las contradicciones
que los provocaron.
¿Hay algo cierto?
¿Qué queda de aquel sitio
donde creíamos estar?
Suaves sollozos
perdidos en la música del piano de Lipatti
como si el alma recibiera profundos golpes
profundos golpes 
conmovedores.
Bach y Lipatti conocieron
el dolor y la muerte y sabían
que no es lo más difícil de todo.

"Dios mío", pidió Bach cuando volvió de viaje
ese día 
y no los encontró a ella ni a ellos dos,
"Dios mío (miró las partituras en medio del dolor) 
no permitas que me abandone mi alegría", 
rezó.

Petit histoire

una pequeña historia es enorme
pero es sólo una pequeña historia
no más dramática 
más heroica 
ni más imposible
que todas.

sólo conviene competir
en la serenidad,
la alegría
y la ternura
puestas en vivir
esa pequeña historia.

poema de Ana Larravide De "titistuar" - Ana Larravide
 

Ver, además:

                   Ana Larravide en Letras Uruguay

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