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Un grito al Cielo…

Dr. Félix E. F. Larocca

El ser humano, dotado con la capacidad de abstracción, en el curso de su desarrollo requiere que se le inculque a respetar los límites que la vida social le impone.

 

En esas premisas restan las bases de la Ley Natural.

 

Pero, muy a menudo, nosotros, quienes tenemos el deber de enseñar al joven con nuestros ejemplos, preferimos adoptar la teoría del doctor Spock --- laissez-faire para todos.

 

                               

 

El lugar, el Youth Center del Saint Louis State Hospital.  El paciente, Donald, “Don” para acortarle su nombre, como tanto se hace en ese país. La situación, caótica. Don y sus amigos habían cerrado con barricadas una nave del edificio, tomando como rehenes varias enfermeras a las que amenazaban con hacer daño si sus demandas por más libertades, en adición a las recientes concedidas por el Dr. A. Pizzano, no se cumplían.

 

El Dr. Pizzano. Médico de ascendencia extranjera. Hombre joven y liberal que procesaba un desdén altanero por lo que significara establecer límites a los adolescentes del mundo --- especialmente a los que estaban bajo su cuidado --- como jefe de psiquiatría de ese hospital del estado.

 

Cuando Pizzano asumió su cargo, dos semanas antes del incidente al que aquí hago referencia, el Dr. O. Hoffstatter mantenía el orden del lugar por medio de un diálogo amistoso, pero firme. Diálogo que delineaba en detalle lo esperado del paciente, como adolescente, y del staff como modelos para ellos.

 

Pizzano, en cambio, informaría a los pacientes que ellos eran seres humanos tan libres como el que más y que, aunque estaban en esa institución por haber cometido una variedad de infracciones contra el orden social establecido, que el staff carecía del derecho moral para establecer límites inaceptables al gusto y albedrío de los jóvenes en cuestión.

 

Cuando Pizzano, en su desvarío, promulgó su declaración pública, lo hizo durante una reunión del personal que incluyera los pacientes, mientras que exhortaba a los últimos a burlarse de quienes a él lo habían precedido en su cargo.

 

Así nace la sociopatía

 

La rebelión llega a los noticieros locales. Las cámaras, los reporteros usuales, siempre en búsqueda de noticias; y el arrebato de pirañas por el dolor ajeno --- hacen de esa rebelión de las moscas un espectáculo de proporciones enormes.

 

Karen Foss estaba en sus elementos. Estimulada por el chisme y por el Schadenfreude, prediciendo que Don y sus “secuaces” iban a asesinar a sus rehenes.

 

Cuando me enteré de lo que pasara poco después, me preocupé mucho porque predije que algo como lo que sucedía la noche del motín podría suceder. Lo importante era entonces impedir que alguien sufriera daño por la ignorancia del psiquiatra --- mi colega.

 

                                   

 

Antes de que los refuerzos llegaran a la escena, Pizzano había comenzado a escuchar las demandas de los amotinados:

 

  • No curfew

  • No límites para el uso de cigarrillos

  • Más televisores

  • Más dinero para hacer viajes de excursiones

  • Provisión en demanda de preservativos y anticonceptivos

  • Varones y hembras debieran de ser permitidos a pasar las noches en sus alcobas juntos

  • Reducir las horas de escuela

  • La terapia hacerla opcional

  • Más fiestas y funciones sociales

  • Asignar una suma semanal, para gastos personales, a cada paciente

  • Y algunas otras absurdidades a las que Pizzano, en principio, accedería.

 

¡Aplauso!

 

Por supuesto, que, ahora, envalentonados con poderes que no merecieran, los pacientes rehusaban a liberar sus rehenes, sin que antes les permitieran pensar en nuevas exigencias para obtener; en retorno por una conciliación.

 

Mientras tanto…

 

En Jefferson City, capital del estado, el gobernador había despegado en su avión de primer magistrado, para estar presente en este drama que en Saint Louis estaba desarrollándose.

 

                                             

                                                 Warren Hearnes

 

El gobernador de Missouri era entonces, el demócrata Warren Hearnes quien, cuando se enteró de lo que estaba pasando me llamó a mí desde donde estaba sirviendo como Director de Servicios Psiquiátricos Infantiles en el Malcom Bliss Mental Health Center, en la misma ciudad de Saint Louis.

 

Me propuso que tomara la responsabilidad de Pizzano.

 

Acepté temporalmente, la posición ofrecida, mientras le pidiera a Hearnes que, como todo se había desbocado que había que actuar decididamente y sin pérdida de tiempo.

 

Algo que aprendiera en mis años de oficial médico de la US Navy.

 

El hospital fue rodeado en pocos minutos por un batallón de la Guardia Nacional de Missouri. Les dije a los muchachos --- que era lo que todos fueran, muchachos --- que el gobernador del estado, el jefe del batallón apostado y yo, íbamos a entrar por la razón --- como dicen los chilenos --- o la fuerza al salón donde estaban acuartelados, como rebeldes.

 

Que si oponían resistencia, entonces se usaría la fuerza, se aprehenderían los responsables, especialmente Don, y que serían transferidos al hospital para los dementes del estado: el aterrador Fulton State Hospital.

 

                                            

                                                 Loco por Gericault

 

La crisis se resolvió pacíficamente.

 

Muchos de los “rebeldes” nos confiarían más adelante que, durante la confrontación se morían del miedo que nace del tener poder y libertades --- sin saber cómo usarlos.

 

Como tantos niños, sin límites, viven.

La razón es muy simple: Todos necesitamos conocer nuestros linderos para sentirnos seguros.

 

Los Niños sin límites: Un nuevo género social

Dr. Félix E. F. Larocca

 

Dionisio y Gertrudis se casaron muy jóvenes. Ella era un poco mayor que él, porque le llevaba dos ó tres años --- algo debatible.

 

Se enamoraron en el colegio y, pronto andaban juntos como novios. Eso significa que todo las cosas las hacían juntos y con el consentimiento total de ambas familias.                             

 

Solían vivir como personas casadas sin estarlo.

 

Iban a conciertos, veían películas juntas, salían con sus amigos íntimos, con quienes jugaban voleibol y algunos videojuegos.

 

La vida era placentera.

 

Una noche oscura… lo que hacen las oportunidades…

 

Dionisio y Gertrudis se encontraron solos en casa de su abuela.

 

Llovía --- aun para los trópicos la noche era fría. Rentaron una película inocente --- El Último Tango en París. La acción era lenta --- no les agradó.

 

                                   

                                                            Jan Saudek

 

Gertrudis encontró unas cervezas y, juntos decidieron tomarlas y hacer su propio filme de amor.

 

No fue muy fácil --- los detalles no importan --- al fin lo lograron, jurando amor mutuo por una eternidad.

 

Cuando siguieran teniendo sexo desprotegido, Gertrudis se alarmó porque no se atrevía a pedir permiso a su madre para el uso de contraceptivos.

 

Pero lo hizo, cuando se enterara de que una de sus primas tomaba la píldora con consentimiento materno.

 

La madre respondió: ¡NO! No voy a dejar que te vuelvas promiscua…

 

So much for that!

 

El bebé muy vivísimo y saludable nació unos diez meses después.

 

El matrimonio duró seis años --- muchos duran mucho mas.

 

Pero, matrimonio no era.

 

Dionisio se graduó de arquitecto y encontró empleo en la firma de su padre.

 

Ella tuvo tres hijas más y una pérdida.

 

Son infelices, ambos obesos. Pero la comida les brinda solaz.

 

Otro cuento de los muchos de los dominicanos que, en mi práctica comparto, con tristeza indecible.

 

                                  

                                               Vesti la giubba…

Bibliografía

 

Suministrada por solicitud.

Dr. Félix E. F. Larocca

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