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Riesgos de las dietas adelgazantes: 
No hay fórmulas mágicas para perder peso
Dr. Félix E. F. Larocca

Las dietas populares, basadas mayoritariamente en falsas creencias, conducen a desequilibrios en el organismo, con repercusiones más o menos graves para la salud

La periódica obsesión por perder las libras acumuladas en las pascuas se ha vuelto a instalar entre nosotros. Del mismo modo, para ayudarnos a rebajar peso, también han reaparecido innumerables anuncios de píldoras, hierbas, sustitutivos de las comidas, dietas milagrosas e intervenciones quirúrgicas. Sin embargo, expertos en la nutrición alertan un año más sobre la escasa fiabilidad de todos estos métodos para lograr la ansiada figura. La Sociedad Dietética Americana (ADA) y la Sociedad Bariátrica Americana (ABA) se han movilizado para concienciar a las autoridades sanitarias y a la opinión pública sobre la enorme cantidad de información tendenciosa que se publica en los medios de comunicación, haciendo especial hincapié en los peligros que conllevan los métodos que prometen perder peso de forma rápida y sin esfuerzo, que carecen del menor fundamento nutricional y científico. La urgencia de poner orden al caos alimenticio actual no es casual y se basa en una premisa fundamental: el equilibrio nutricional es el pilar básico para un óptimo estado de salud. Por ello, las dietas deben seguirse siempre bajo riguroso control de médico con conocimientos adecuados --- de los que muy pocos existen.

Modalidades dietéticas

Las dietas populares, repetimos, que basadas en su mayoría en infundadas ideas, tienen en común el erróneo aporte de grupos de alimentos (abuso de proteína, exceso de grasas, insuficiente cantidad de hidratos de carbono, y otras cosas), lo que conduce a desequilibrios en el organismo, con repercusiones más o menos graves para la salud. Se trata, generalmente, de dietas en las que predomina un macro nutriente (proteínas, grasas o hidratos de carbono), por lo que el régimen tiende a resultar repetitivo, poco apetecible y poco nutritivo. Como consecuencia, quienes siguen este tipo de dietas optan por comer menos y su peso disminuye por una baja y poco saludable ingesta calórica.

Dietas pobres en proteínas: Se pierde peso a expensas de la masa muscular y de proteína visceral (la que forma parte de los órganos vitales: corazón, riñones…), desciende la presión arterial e incluso se han dado casos de arritmias cardiacas intratables.

Ejemplos: dieta de la uva y el guineo, del melocotón, del yogur, a base de algas, sirope de salvia, la dieta de la pasta, de la papa, sopa antigrasa, dieta desintoxicante, ayuno total-parcial-semidieta, dieta de Hauser, macrobiótica, vegetariana estricta, y muchos otros engaños similares.

Dietas ricas en proteínas y pobres en hidratos de carbono: Prometen resultados rápidos sólo si se come carne, tocino, huevos y otros alimentos hiperproteicos, y si se suprimen o limitan al máximo alimentos ricos en hidratos de carbono, como cereales y derivados (arroz, pasta, pan), papas, casabe, legumbres, verduras y hortalizas, y frutas.

Atkins es la más famosa de estas dietas que resultan ser un peligro para quienes la siguen.

Un aporte excesivo de proteínas pero insuficiente de hidratos de carbono puede ocasionar descalcificación ósea y daños renales por exceso de nitrógeno acumulado en la sangre. También pueden causar fatiga y mareos por falta de hidratos de carbono, ya que la glucosa, un sustrato deficiente en estas dietas, es la fuente de energía preferida por el organismo. Además, estos regímenes provocan a una gran pérdida de líquido y electrolitos --- lo que favorece la deshidratación --- y elevan los niveles de colesterol y triglicéridos, factores de riesgo cardiovascular.

Por si todo lo anterior fuera poco, aumentan los niveles de ácido úrico y pueden provocar ataques de gota en personas con hiperuricemia (niveles de ácido úrico alto). A corto y medio plazo se pierde proteína muscular e incluso proteína visceral, ya que el organismo la emplea como fuente de energía. Con el tiempo, la falta de hidratos de carbono produce un exceso de acetona y otros cuerpos cetónicos en el organismo (cetosis), ya que el organismo se adapta a la situación y utiliza las grasas como sustrato energético, con el fin de preservar la degradación de proteína muscular y visceral.

Dietas ricas en grasa y colesterol: Este tipo de dietas, son una extensión de las dietas discutidas previamente, y constituyen una de las formas más peligrosas y desarrolladas en el tratamiento de la obesidad. Se basan en una reducción casi total en la ingesta de hidratos de carbono, que se sustituyen por grasas. Algunos de los modelos dietéticos pueden proporcionar hasta 1.500 mg de colesterol al día, además de grasa saturada, a pesar de que quienes recomiendan este tipo de dieta pasan por alto su elevado aporte graso. Al aumentar los niveles de colesterol y de triglicéridos en la sangre, aumenta el riesgo de enfermedad cardiovascular. Por su desequilibrio nutricional provocan una disminución de las reservas de glucógeno (sustancia de reserva que una vez utilizada por el organismo se transforma en glucosa), y del agua ligada a él, lo que provoca una pérdida de peso rápida que se recupera cuando se vuelven a ingerir alimentos ricos en hidratos de carbono.

Ejemplos: Dieta de Pemmington, la revolución dietética del Dr. Atkins, combinaciones alimentarias del Dr. Shelton, dieta disociada de Montignac, dieta Scardale, dieta Mayo, dieta Messini --- y cualquier modalidad de dieta hiperproteica.

Regímenes sin grasa: No permiten tomar aceites, mantequilla, margarina ni cualquier otro tipo de grasa. Siguiendo estas dietas hay riesgo de carencia de ácidos grasos esenciales y vitaminas liposolubles (A, D, E, K).

Ejemplos: Dieta desintoxicante, sirope de salvia, del pomelo, ayuno total-parcial, dieta de 1.000 calorías, dieta de Hauser, dieta anticelulítica, de la pasta, dieta de la papa, vegetariana estricta, y más.

Otras dietas: consisten en consumir una gran cantidad de un determinado alimento. Son aburridas y nada atrayentes, además de desequilibradas nutricionalmente y sin base científica, y que además pueden producir trastornos digestivos y psíquicos, ya que rompen el ritmo alimentario normal.

Ejemplo: Toronjas: lunes arroz, martes carne, miércoles huevos…, y similares.

Peligros para la salud

El principal riesgo de estas dietas reside en la inadecuada manera en la que se pierde peso con ellas, consecuencia bien de una reducción importante de las calorías ingeridas o bien de desequilibrios orgánicos que se originan al emplear alimentos en cantidad y calidad inadecuada. Es decir, se adelgaza a expensas de perder líquidos, electrolitos, en menor proporción reservas de proteínas --- músculo principalmente --- y todavía en un menor porcentaje grasa, que es lo que realmente interesa perder.

La dieta de Atkins…

receta para el desastre…

La gran aceptación de estas dietas radica en que, aun sin fundamento nutricional, permiten perder peso más o menos rápidamente a costa de ingerir menos calorías, por lo que en poco tiempo "convencen" a quien las realizan de continuar con ellas.

No obstante, resultan del todo inadecuadas para lograr pérdidas de peso sostenidas, ya que además de peligrosas para la salud, no enseñan a adquirir hábitos alimentarios correctos ni garantizan que se mantendrá a largo plazo la pérdida de peso.

En resumen

El perder de peso es como aprender otro idioma: es difícil, envuelto, demanda persistencia, motivación, asiduidad, y deseo. Aprender otro idioma no es para todos, porque implica un cambio, un cometido y un ajuste de vida. El perder de peso es igual y asimismo difícil.

El deseo de lograr lo que uno anhela en la vida, a menudo se pierde cuando se confronta el esfuerzo involucrado. Por esa misma razón, nadie realmente le dedica el esfuerzo requerido a superarse o a ser mejor --- basta con decir que se va a hacer y eso basta.

Aquí ofrecemos estas pautas a nuestros lectores, entendiendo bien que para poner este conocimiento en perspectiva se requiere un deseo que trasciende el deseo, simplemente, de no ser gordo y en su lugar abandonar el camino que nos señala el contagioso ritmo de la Bamba: “y arriba y arriba y arriba iré…”

Bibliografía

Suministrada por solicitud.

Dr. Félix E. F. Larocca

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