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La Anhedonia,
síntoma residual y frecuente de algunas depresiones y de cómo tratarla

Dr. Félix E. F. Larocca

Muy a menudo, una paciente nos informa que su depresión está controlada y que, lo que le queda es una sensación residual de no poder gozar su vida, de no poder entusiasmarse, o de no poder sentir capacidad ninguna de disfrutarlo todo.

No es que estas pacientes estén deprimidas.  Por el contrario, la depresión, con su constelación de afectos desagradables y negativos se ha esfumado… lo que les queda es esa molestia persistente y discreta que les roba a muchos la tranquilidad y la paz.

Cuando la depresión endógena (con sus trastornos metabólicos intrínsecos) se trata debidamente y se alivia… en su estela, a veces, y como una sombra, se alojan y siguen los problemas existenciales, que antes fuesen cubiertos por las amargas experiencias del sentirse deprimido.  

 

Un ejemplo clínico se usará en este lugar:

BGR (*)

Tenía unos 29 años, cuando ella fue referida porque tenía una aversión extrema a la presencia de la comida — especialmente a la carne.

No era que ella fuese vegetariana.  No.  Era simplemente, que la vista de carnes, el olor de las mismas y la presencia de platos que las contuvieran bastaban para evocar sentimientos negativos, conducentes a la náusea y (a menudo) al vómito.

Habiendo perdido mucho de peso, BGR fue admitida a un servicio hospitalario interno para proporcionarle tratamiento psiquiátrico intensivo.

Por una semana se la sedó totalmente y a la vez se le administraron dosis heroicas de tranquilizantes para reducir “sus ansiedades”.

Con un diagnóstico provisional de “Anorexia Nervosa” se transfirió a nuestro cuidado.

Inicialmente, nuestra impresión fue la de una persona emaciada con retardo en la velocidad de sus pensamientos y de sus asociaciones mentales (bradipsiquis).

Sus procesos cognitivos estaban intactos, la paciente siendo capaz de reconocer los aspectos ilógicos e idiosincrásicos de su ‘fobia’ al comer carne.  Ella admitía que sí, que le molestaba el olor y la apariencia de las carnes… pero que no siempre fuese así… Decía que ella quería cambiar, para así poder seguir el curso interrumpido de una carrera truncada de médica.

Habiendo reconocido que no sufría de la anorexia nervosa y de que su depresión no la incapacitaba para la terapia formal. Lo primero que hicimos, fue establecer una alianza terapéutica basada en una explicación minuciosa de su enfermedad y de nuestros roles respectivos.  La puntualidad se enfatizó con firmeza.

Lo segundo que hiciéramos fue el discontinuar paulatina y progresivamente los tranquilizantes que le habían recetado, porque le causaban tanto cansancio como modorra y depresión adicional.

Comenzamos a la vez, un programa de tratamiento; utilizando una medicina antidepresiva, a la cual ella no había respondido en ocasión previa, por el hecho de que se había recetado en dosis extremadamente bajas.

Iniciamos asimismo un programa de psicoterapia intensiva, el cual le proporcionaría la oportunidad a ella, y a algunos familiares cercanos, de confrontar pérdidas recientes y traumatismos personales.

También instituimos un programa de desensitización progresiva, para lograr que la paciente se expusiera de un modo gradual y con incrementos progresivos a las carnes aborrecidas.  

Y… como antes dijéramos… comenzamos la psicoterapia intensiva.

Fue entonces, con la mejoría clínica, que la paciente reportó la existencia de los sentimientos típicos que son asociados con el síntoma de la Anhedonia.  Todo en su vida carecía de significado positivo.  No, no era que ella no apreciaba los eventos felices que ahora, reconocía, acontecieran con mucha mayor frecuencia, ni era el hecho de todavía sentirse deprimida.  No, no era eso. Era que ella se sentía indiferente.  Que ella no podía percibir o reconocer lo que de antaño asociaría con gozo o con placer.

Una mañana, durante una de sus sesiones terapéuticas, BGR exclamó:

“¡Yo sé lo que es que a mí me pasa! … Cuando yo estaba deprimida, y estaba volviendo a mis familiares locos con lo de mi ‘fobia’… yo no tenía que pensar en otras cosas y en otros asuntos que son muy importantes para mí y para mi futuro profesional… Ahora que estoy mejor, tengo que hacerlo y eso no es muy fácil…”

Parece ser que el “beneficio secundario” accidentalmente derivado por BGR (* no las siglas de su nombre real), durante su enfermedad, fue el de tener el lujo incierto de poder aislarse en su miseria, sin tener que buscar soluciones ni examinar detalles de su vida, los cuales habían sido ocultados en la tranquilidad y la calma del silencio.

Ahora con el entendimiento adquirido en su terapia, los cambios no podrían posponerse ya más. Véase mi artículo ¡Médico!)  

Conclusión y sumario

La psicoterapia amen de ser una ciencia, definida empíricamente, también es un arte.  Alcanzando finalmente a ser mucho más arte que ciencia.

La capacidad del paciente y la del terapeuta a proceder exitosamente, es muy a menudo basada, en la motivación del paciente y en los talentos que el terapeuta posee para facilitar el proceso y para reducir las resistencias a los cambios, aún positivos (las cuales siempre existirán.)

En el caso de la Anhedonia, su persistencia, puede ser debida a que ésta constituye una manifestación discreta de la presencia de asuntos “pendientes”, los cuales necesitan ser obviados para que el paciente pueda gozar de nuevo de la capacidad para el trabajo y para el disfrute de su vida y de sus actividades normales.  

Bibliografía

McManamy, J: No Pleasure, No Reward --- Plenty of Depression URL accessed February 08, 2007

Surgulatze, S: Neural Systems Underlying Affective Disorders Advanc. Psych. Treat. (2003) 9: 446-455

Freud, S: Mourning and Melancholy (SE)

Larocca, F. E. F: ¡Médico!

Metcalf, R: Loss of Enjoyment, Rehabilitation and Hedonic Damages (1992) Nat. Assn. of Forensic Econ. 5(3)

Dr. Félix E. F. Larocca

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