Prologo
Teresa Porzecanski

Una poesía fuerte, deslumbrante, neobarroca, nacida del dolor y del recuerdo, de la impotencia y el desgarro, configura la presente obra de Cristina Lando. En el contexto de la Segunda Guerra Mundial, las imágenes de lo perdido para siempre, de lo destruido con saña y los remanentes imposibles indecibles de esa destrucción, toman cuerpo en carnal y espiritual al mismo tiempo, intensa y angustiada. Persecución y muerte, encierro y abandono, violencia entupida y perversidad, todo ello palpita en las vivencias recordadas como alucinación y obsesión; los restos dispersos de los irrecuperable.

Animales y hombres se entremezclan, las ratas merodean y carcomen una especie de submundo infernal -el de la guerra- en el que campean la brutalidad y la arbitrariedad de los perseguidores sobre sus victimas inermes. Desfilan lugares derruidos, transformados en nausea; Berlín, Viena, Badén, Prusia, Paris, ghettos y campos de concentración en que "Todo es un envoltorio de ceniza. Un guiso de intestinos desquiciados. Un reventón podrido de carnaza."

Imágenes crudas, radicales, dibujadas por la rabia y el dolor y también por la ironía, componen poemas intensos como pocos en la literatura uruguaya ("El ghetto es una cripta gigantesca. Pira siniestra”)

Se trata de una escritura cuya fuerza emerge de lo visual transformando por sucesión de metáforas que se superponen y acumulan creando la densidad y espesura del sentido.

Pero también esta el juicio moraos, subyacente, indirecto que, aunque tardío se levanta para condensar: es obscena la violencia, la perversidad es obscena, asesinar sin razón, no es solo locura. Es también vergüenza. ("La muerte es una puta obsequiosa. Un bochorno siniestro")

Todo esta en esta obra: La falta de explicación del Mal, la imposibilidad de explicarlo ("No se como pasó (…) Mariposa carnívora se comió mi caballo") y la desnudez de la condición humana expuesta en la guerra, en su ambivalencia constitutiva: "Cada hombre es un bosque. Una sospecha. No abeja flotadora. Mancha apestosa El testigo rapado en el alambre."

Teresa Porzecanski
Noviembre del 2000

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