Ocho

Quieto,
en el oído del estanque,
su recuerdo de Simone
anuncia los granizos.

Se conmueve la tierra
en la esquina durazna de su cuerpo.
Plumón de dioses panes
volando en el fragor de las horneadas.
Trigo merodeador,
descuartizados en hatos de mecánica.

Aire ciego en el aire.
La pólvora amistosa que acampa entre las islas.

Viene en puntas de pie
desde el espejo de su madre.
Arroz que se respira en los pañuelos.
Ensimismada orquesta 
sobre la chispa floja de la música.

Reyes y reinos
son una carcajada de humo viejo.

Saludo al fuego vivo
antes de los deshielos.

Cristina Landó
de Recuerdo de Guerra 

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