La Odisea y las navegaciones en la antigüedad

por Rolando Agustín Laguarda Trías

Sorprende sobremanera que estando dedicado el poema heroico de la Odisea a cantar las aventuras marítimas del héroe epónimo — Odiseo o Ulises— al regresar a su patria tras la expugnación de Troya, la casi totalidad de los especialistas en historia de la navegación no han tenido en cuenta los datos náuticos del poema.

Y cuando algún tratadista como Jean Savant, en su Histoire Mondiale de la Marine (París, 1961, pág. 23) no se olvida de la Odisea, le dedica sólo media página y en ella se refiere exclusivamente a un punto secundario del aspecto náutico, como es la construcción de la balsa en que Ulises emprendió viaje desde la isla de la ninfa Calipso a su tierra. Nada dice Savant de los barcos en que Ulises fue y volvió de Troya, si bien se sabe, por otras fuentes, que eran pentacónteros, o sea, galeras a vela y remo de 50 remeros, en uso desde los tiempos del rey Dánaos, allá por el año 1500 antes de nuestra era, si nos atenemos a los datos cronológicos registrados en el Mármol de Paros, losa marmórea encontrada a finales del siglo XVI en la citada isla de las Cicladas y que pertenece actualmente al Ashmolean Museum de Oxford.

Y cuando algún historiador se decide a utilizar del datos de la Odisea generalmente omite mencionar, como si se tratara de un hecho vergonzoso, la fuente de sus informes como hace la especialista británica E. G. R. Taylor quien, al publicar un diagrama sobre la división direccional del horizonte, asigna al periodo inicial los cuatro vientos cardinales Bóreas (Norte), Euro (Este), Noto (Sur) y Cófito (Oeste), sin decir que aparecen citados en el canto V de la Odisea.

Debido a la aversión de los técnicos hacia los datos homéricos, persisten en los libros sobre historia de la navegación errores de bulto. Así, el almirante francés Pierre Célérrier en su Histoire de la Navlgatlon (París, PUF, 1968, pág. 57) sostiene muy campante que "durante muchos siglos la navegación se efectuaba en la buena estación y solamente durante el día". El autor no ha tenido en cuenta que Homero registra en el Canto II de la Odisea, el viaje que Telémaco, hijo de Ulises, emprendió por mar desde Itaca a Pilos, en la costa del Peloponeso (península actual de Morea) para averiguar algo acerca del paradero de su padre y el viaje lo efectuó durante la noche. También fue nocturno el viaje de regreso a Itaca (Canto XV. Igualmente, los feacios, para llevar a Ulises desde Corclra (Corfú) a Itaca, navegaron durante la noche (Canto XIII).

Pero no sólo en la Odisea se encuentran referencias a la navegación nocturna en la antigüedad. En la Argonáutica, poema heroico de Apolonio de Rodas, compuesto en exaltación del viaje de Jasón a la Cólquide para apoderarse del vellocino de oro, en el siglo III antes de nuestra era, se relata el viaje nocturno del navío Argos por el mar Negro (canto I).

Y confirmando lo dicho, el historiador Arriano (siglo II) en sus Expediciones de Alejandro refiere la dificultad de orientarse que padeció el héroe macedonio en los desiertos de Gedrosia (Madrid, 1897, capitulo XXV, pág. 183): “más desgraciado en esto que los navegantes fenicios que se orientan por la pequeña Osa así como los de otras naciones por la Mayor".

Creemos que basta con lo dicho para eliminar de los tratados, por errónea, la noción de las navegaciones exclusivamente diurnas en la antigüedad.

Tampoco se ha hecho nada por esclarecer ciertos puntos dudosos de la Odisea, referentes a asuntos náuticos. Mencionaremos uno solo.

Después de expugnada e incendiada Troya, tras casi una década de asedio, los griegos retornaron a sus hogares. Ulises se detuvo con sus barcos en la costa de los Cicones para combatirlos, por ser aliados de los troyanos. Inicialmente victorioso fue, luego del saqueo de la ciudad, derrotado por los refuerzos recibidos por los habitantes. Según el poema, las pérdidas de Ulises fueron de seis hombres por barco. Esta cifra provocó interminables debates entre los escoliastas griegos. Zoilo de Anfipolls que habla escrito, según Suidas, nueve libros contra Homero, prorrumpe en su Homeromastix: "Justo seis, ni más ni menos, para cada uno de los doce barcos, es verdaderamente extraordinario". Crates de Mallos, escoliasta pergamense, defensor de Homero, le contestó a Zoilo: “para no decir prosaicamente 72, repartió las pérdidas en fracciones iguales entre los 12 barcos" (escolios del Ms. Venetus A).

Ninguno de los críticos reparó en que habiendo partido Ulises para Troya con 12 barcos según nos informa el canto II de la lliada, que contiene el catálogo de las naves aqueas, mal podía, después de 10 años de cruentas luchas, regresar con las mismas doce naves o aun con trece, como surge del relato de sus viajes hecho por Ulises al rey Alclnoo (canto IX) en que se lee: "doce naves me seguían". He aquí dormitando al buen Homero, como Horacio señaló en su Epístola a los Pisones (verso 359). Fue necesario esperar hasta el siglo XX para que Víctor Berard, velando por los fueros de la razón (La resurrección de Homero. México, 1945, pág. 163) fijara en seis pentacónteros las naves con que Ulises salió de Troya, número verosímil aunque se desconoce si es exacto pues se ignora el total de bajas que experimentó su contingente.

Desde la costa de los Cicones las naves de Ulises prosiguieron viaje y al llegar a la isla de Clteres (hoy Cerlgo) fueron desviadas de su ruta por el viento Bóreas y arrastradas por vientos contrarios hacia el oeste; arribaron al país de los lotófagos (que Berard sitúa en las costas de Túnez) y posteriormente al país de los cíclopes y de los lestrigones.

Los antiguos ignoraban la ubicación geográfica de estos pueblos. Para convencerse de ello basta con recurrir al historiador Tucidides (455-399) quien en su Guerra del Peloponeso (Madrid, 1889, t. II, pág. 86) expresa: "Al principio fue habitada Sicilia por muchas y diversas naciones, siendo los primeros los ciclopes y los lestrigones, que tuvieron solamente una parte de ella. No sé decir qué nación era ésta ni de dónde fueron, ni adónde pararon, ni sé otra cosa más que lo que los poetas dicen y los que de éstos tienen noticias".

Berard, tras una labor que se prolongó durante cuarenta años dio a conocer los resultados de sus investigaciones e identificó el lugar de los cíclopes en las costas del golfo de Nápoles y a los lestrigones en las Bocas de Bonifacio, entre las islas de Córcega y Cerdeña.

La armada de Ulises fue destruida por los lestrigones y sólo logró escapar él con su barco. Con Ulises los griegos penetraron en el Mediterráneo occidental, hasta entonces dominio exclusivo de los navegantes fenicios. Denuncia el hecho la toponimia de la Odisea que acredita proceder enteramente de rafees semíticas, según ha mostrado Berard.

Cuando Ulises con su único barco se acercaba a Itaca y se encontraba al sur del Peloponeso (Morea) y una tempestad arrojó la nave hacia el oeste y ai final naufragó, salvándose únicamente Ulises que se refugió en la isla de Calipso. La identificación de la isla de la ninfa Calipso, donde Ulises debió permanecer ocho años, ha sido objeto de arduas controversias.

Sus estudios condujeron a Berard a la conclusión de que se trata de la isla del Perejil, situada en la costa norte de África, al oeste de Ceuta, en pleno estrecho de Gibraltar, casi en el comienzo del océano Atlántico. Los diecisiete días que tardó Ulises en llegar a la isla de los feacios, Corcira (hoy Corfú), en una balsa no autorizan a suponer que la isla de Calipso estaba más distante.

No todos han admitido las Identificaciones geográficas de Berard, no por falta de justificación, sino porque hay siempre quien se resiste o se niega a aceptar las revelaciones de la investigación por más verdaderas que sean.

En busca de notoriedad, Gilbert Pillot en su obra El Código secreto de la Odisea (París Laffont, 1969) pretende invalidar las conclusiones de Berard. Para Pillot las malandanzas marítimas de Ulises tuvieron lugar en gran parte en el océano Atlántico y no exclusivamente en el Mediterráneo.

Pillot intenta probar en libro que Ulises llegó hasta Islandia, que es la isla de la ninfa Calipso; la isla de Ciroe serla la isla de Barra, situada al oeste de Escocia y al norte de Irlanda.

Sin entrar a analizar los pormenores de tan perturbadora reconstrucción homérica, basta con señalar que está en contradicción con el propio texto de la Odisea. Efectivamente, cuando Calipso fue notificada por Hermes, mensajero de Zeus, de que el padre de los dioses había autorizado el regreso de Ulises a su patria, la ninfa, mal de su grado, se vio obligada a obedecer la decisión superior y antes de su partida aconsejó a Ulises que navegara, manteniendo siempre las estrellas de la Osa Mayor a su izquierda (canto V), lo cual significa que como la citada constelación es de circumpolar boreal, para conservarla a su izquierda Ulises debió navegar siempre hacia el este; la identificación de la isla de Calipso en la isla del Perejil permite seguir la recomendación de la ninfa pues la navegación desde el estrecho de Gibraltar a Grecia es, en general, hacia el este pero si se pretende que la isla de Calipso está en Islandia, la navegación hasta el estrecho de Gibraltar (desde el paralelo 63° hasta el 36°) es, en general norte-sur y la Osa Mayor efectuaría sus giros circumpolares atrás del observador y no a su izquierda.

Pillot, pues, está en desacuerdo con el texto homérico, lo que demuestra la falsedad de su reconstrucción, mientras Berard acredita un sutil y completo conocimiento del poema de Homero que lo hace merecedor de nuestro reconocimiento y nuestra admiración.

 

por Rolando Agustín Laguarda Trías

Montevideo, 19 de abril de 1988.


Publicado, originalmente, en: Suplemento dominical de El Día (Crónicas Culturales) Montevideo, 19 de junio de 1988 Nº 2839

Gentileza de Biblioteca digital de autores uruguayos de Seminario Fundamentos Lingüísticos de la Comunicación Facultad de Información y Comunicación (Universidad de la República)

Link del texto: https://anaforas.fic.edu.uy/jspui/handle/123456789/54567

 

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