La estación de servicio

 
Se iban a cumplir los treinta años el próximo quince de enero, desde su llegada a aquel desolado lugar con su esposa. 
La ruta era de tierra... ¡Va, la ruta!... el camino debí haber dicho... si así se le podía llamar.
Conoció aquel paraje, cuando solamente había tan solo un montón de ranchos en un solo costado del mismo. Y eso, porque al viejo camión se le rompió una goma del radiador.
Fatigado, agobiado por el calor, vestido con aquella musculosa sucia de grasa, luego de tratar inútilmente de remendar el mangón, optó por dirigirse a la casa más próxima.
Golpeó las palmas con fuerza y obtuvo como respuesta los ladridos de un viejo ovejero, que cumplía con su única obligación de anunciar una visita.
A lo lejos vio a una persona del sexo masculino y al acercarse comprobó que era un hombre grande no mas limpio ni mejor vestido que él, acompañado de un muchacho de unos once años.
Entre todos trataron de buscar una solución al problema sin ningún resultado, entonces, decidieron invitar al forastero a pasar la noche con ellos. Tentado por una cena casera, hecha por la dueña de casa y por una buena cama adonde descansar, decidió aceptar la invitación.
El antiguo vehículo iba cargado de muebles viejos que Pablo compraba en las ciudades chicas y llevaba a vender a los remates de la capital.
Tenía solo veinte y pico de años, su esposa era enfermera, no la veía mas que, desde los viernes al lunes por la mañana, en que ya salía a recorrer "la campaña".
Como no pudo arreglar la avería sino hasta el sexto día, tuvo que pasar hospedado con aquella familia, que amablemente lo atendió a cuerpo de rey y le presentó a toda la gente del lugar.
No tenían nada. Cada cosa que precisaban tenían que encargarla a un comisionista que pasaba por allí, cada uno o dos meses. 
Eso sí... Las familias vivían como "verdaderas familias", se comunicaban entre ellos y se ayudaban mutuamente. Eran sanos de cuerpo, de mente y de alma. Decentes, solidarios y muy creyentes.
En el poco tiempo que estuvo, se sintió feliz. Conoció la historia de cada uno de ellos, de cada familia y de como habían llegado hasta allí.
Tenían de todo sin tener nada, pero algo les faltaba... era el empuje... un proyecto de vida... un futuro.
Cuando llegó a la ciudad, le contó a su esposa del lugar que había conocido, su gente y de sus deseos de irse a vivir allí.
Nunca supo como la pudo convencer, pero al poco tiempo llegaban con el viejo camión cargado con todo como para abrir un pequeño almacén.
Alquiló un galpón a orillas del camino que tenía una casa al lado. Antigua morada de un matrimonio mayor que se había ido a vivir con sus hijos al pueblo vecino y que se lo rentaron rápido y a poco menos de nada. Total, allí abandonado se iba a transformar pronto en una ruina. 
A los pocos años, compró la propiedad y el campo lindero, que no era muy grande pero tampoco muy chico.
Nacieron sus hijos. Juan el contador, Pedro el médico y las mellizas María y Julia... que se fueron a la capital a estudiar pero, como consiguieron marido, allí se quedaron a vivir.
En el medio de esta historia murió el único vecino que vivía del otro lado del camino, justo enfrente a él. 
Al hombre le decían "el mecánico"... ¡qué tipo aquel!... te arreglaba cualquier cosa. Lento el hombre pero... ¡qué apuro tenía!... 
Gracias a su lentitud, Pablo conoció el lugar y lo eligió para vivir, porque fue "el mecánico" quien tardó seis días en arreglar el radiador. 
La viuda le ofreció en venta la propiedad a Pablo, pero este le contestó que le alcanzaba con lo que tenía pero que no se preocupara que le conseguiría un cliente.
En "Villa Pablo"... ¡Sí señor!... Tan agradecidos estaban los lugareños, que hasta le habían puesto su nombre al, ahora pequeño pueblo... que hoy tenía en su futuro, ese "proyecto de vida" y de eso se había ocupado don Pablo. 
Él era el que llevaba la batuta... era como un intendente honorario, como el padre protector de todos.
Como les iba diciendo, en Villa Pablo, faltaba una estación de servicio... bueno, un lugar adonde cargar nafta, porque ya pasaba la ruta por ahí y la gente se desviaba para reponer combustible.
Habló con su hijo, el Contador, que le consiguió un cliente. 
Éste había estado preso por, como se les decía en aquella época, "infante juvenil" que, a pesar de haber sido criado como niño bien por el padre, un "gallego" trabajador y dueño de dos estaciones de servicio, le había salido torcido el muchacho y la única forma de enderezarlo era mandarlo a algún lugar perdido en el campo para ver si sentaba cabeza.
Ya la villa, tenía casi todo; el almacén de ramos generales "Don Pablo", una clínica médica completa fundada por su esposa y también dirigida por ella, a la cual su hijo venía una vez por semana a atender a la gente, una escuela rural con dos maestras, un profesor de secundaria y ahora... ¡una estación de servicio, qué tal!
Comenzó a llegar el progreso y con él la autopista. 
A unos pocos kilómetros hasta cobraban peaje y a don Pablo lo "cargaban" diciéndole que por él, estaban cobrando la entrada a "Villa Pablo".
El dueño de la estación de servicio (el antiguo infante juvenil, hoy un hombre maduro y de bien), enfermó y vendió la estación con toda la propiedad que había adquirido por los alrededores, todo lindero a la ruta, un gran terreno de unas ochenta hectáreas.
El comentario era que: la compañía Shell va a reformar y a modernizar la antigua estación.
Pablo estaba contento, por fin una "multinacional" había puesto los ojos en ese rincón del mundo. 
Si era ese su proyecto de futuro de cuando llegó, lo había logrado.
Hicieron una estación modelo con lugar para comer, baños y hasta un motel con piscina. Una playa de estacionamiento para camiones y un gran taller de auxilio con el que su primer dueño... "el mecánico", nunca hubiera soñado.
También pusieron un local bailable estilo "country" que era la sensación de kilómetros a la redonda y de la gente de paso.
Era tan grande el predio sin ocupar todavía, que lo habían cercado todo de vallas, chapas con propaganda y coloridos varios, no dejando ver su interior.
Un día pusieron en la entrada una casilla con guardias perteneciente a una compañía de seguridad de la capital y comenzaron a llegar camiones con materiales de construcción.
El almacén de don Pablo, había tomado cinco personas más para que lo ayudaran porque su comercio no daba abasto, estaba radiante de contento. Se comentaba que estaban haciendo una fábrica y que iba a dar trabajo a mucha gente.
"Villa Pablo", un día vio con estupor una inmensa grúa, colocando un cartel que decía:
"GRAN HIPERMERCADO VILLA PABLO" con un slogan debajo" DE TODO EN UN SOLO LADO".
Una a una fueron sacando las vallas de colores y no les tomó mas que un solo día el hacerlo.
Cuando abrieron sus puertas, el mismo presidente de la república, fue invitado a cortar las cintas de inauguración con un discurso que aludía al progreso y la globalización.
... No sabía como, pero aquella estación de servicio estaba haciendo que hoy don Pablo, estuviera cerrando definitivamente las puertas de su tienda y diciéndole adiós a gran parte de su vida, esa vida que dedicó al progreso de "ese" futuro que hoy ya no era para él.

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