Madre de carambola

 

El que jugaba lindo a la carambola, era Crisantemo Patita, el casado en segundas veces con Depravada Bonanza, que eran tres hermanas: Depravada, Libertina y Licenciosa, y a cual de las tres más recatada y modosienta.

Crisantemo y Depravada se conocieron en el boliche El Resorte en los tiempos en que había mesa de billar, que la tenían recostada contra la paré por faltarle una baranda. Que era el único boliche con polillas verdes porque le habían comido el paño al billar, que un mamau creía que eran pichones de cotorras y quería enseñarles a conversar de chiquitas, a las polillas, santitas. Cualquier abombau sabe que la polilla es sorda, así que mal podían aprender a pronunciar palabra como hace el loro barranquero, que ya viene con ese don. Don que tampoco tiene la paloma mensajera, y por eso lleva la cartita en una pata, que hay que ponerle un peso igual en la otra pata pa que mantenga un nivel y no vuele inclinada siempre pal mismo lado, porque si no pudiera maniobrar volaría en circulo, como el carancho, y no agarraría rumbo pa llegar, un suponer, a Fray Bentos.

 

 Se conocieron, Crisantemo y Depravada, el día que ella llegó al boliche a tomar una copita de menta y la Duvija le hizo un té de trébol y ella se descalzó pa tomarlo, porque le habían vendido un par de zapatos con el derecho de taco alto y el otro bajo, y justo va Crisantemo y tira una carambola, da pifia, la bola salta pa fuera de la mesa, y va ella y la calza con la planta del pie desnudo. La bola venía con un efecto escandaloso, y ella sintió como un placer en la planta, como una cosa sintió, y salió pa fuera rodando arriba de aquello que le hacía una extraña cosquilla que le subía.

 

Al verla pasar, la gente se asomaba en los ranchos pa saludarla, algunos aplaudían y otros la salpicaban con agua pa refrescarla. Diba a toda velocidá por una bajada, cuando apareció Crisantemo en su caballo, al galope tendido, se le puso al costado y a toda carrera la levantó por la cintura, y la dejó enancada en su azulejo. De mientras, la bola de billar siguió rodando, se enlenteció de a poco, y fue a parar al nidal de una gallina que estaba empollando. Si sería maternal aquella gallina, que a los veintiún días la bola se abrió, y salió un pollito. Medio duro al caminar el pollito, como de marfil, pero lindo pollito.

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