“Semanario Hebreo” con Monseñor Pablo Galimberti, 

co-presidente de la Confraternidad Judeo –Cristiana de Uruguay.
(Ana Jerozolimski)

P: Monseñor Galimberti, ante todo, le agradezco haber aceptado esta entrevista para SH.  Responde desde Salto, donde está la sede del Obispado que de hecho abarca también a Artigas, Paysandú y Río Negro. Usted es desde hace poco Co-Presidente de la Confraternidad Judeo Cristiana del Uruguay. ¿Qué significa esto para usted? Es algo que debe ir motivado por un enfoque de vida, no se trata simplemente de un cargo....

R: Represento junto con otros miembros a la Iglesia Católica en este espacio de diálogo institucional, que da pie para un acercamiento, intercambio y conocimiento mutuo de nuestras raíces comunes que son muy fuertes como también también de nuestras respectivas diferencias y tradiciones. Conocer esas raíces, no leyendo un libro sino viéndolas como son un estilo de vida de actuales judíos, nos hace mucho bien.  

P: ¿Cómo ha sido su camino en la Confraternidad y por qué se sumó a ella? ¿Fue producto de alguna relación personal, de un conocimiento directo con judíos o simplemente por cuestión de ideología y fe?

R: La primera vez que en la Conferencia Episcopal del Uruguay (organismo que agrupa a todos los obispos católicos de este país) fui elegido Presidente de la Comisión de Ecumenismo (actualmente desempeño este cargo por tercera vez), me vinculé a la Confraternidad. Recuerdo que un día el Dr. Jacobo Hazán, cuya memoria guardo con enorme aprecio, me planteó por que no se le modificaba el nombre a la Comisión de Ecumenismo, añadiéndole, en atención a los judíos, “comisión de ecumenismo y diálogo interreligioso”. Llevé la propuesta a los demás obispos y la aceptaron de inmediato. Esto dejó en claro que el trato con los judíos no se encuadra dentro del “ecumenismo”, que aborda el diálogo con otros cristianos que aceptan a Jesucristo como Hijo de Dios y Salvador, pero que en algunos aspectos, mantienen una  “separación” respecto de la Iglesia Católica.

 

P: ¿Qué aporta la Confraternidad al acercamiento judeo-cristiano a nivel nacional, más allá de lo relativo al marco mismo de la institución, o sea a la dinámica de conocimiento cercano entre los miembros que son directamente activos en la confraternidad?

R: Conocimiento mutuo. Y esto es importante pues la ignorancia alimenta prejuicios.

Me ha dado oportunidad de rezar juntos, de participar en una ocasión de la Pascua judía. Y algunas otras ocasiones de acercamiento. Recuerdo que el Rabino Daniel Kripper de la NCI me invitó a participar, junto a un Rabino y un poeta procedentes de Argentina, en la presentación de uno de sus libros: “Virtudes capitales”, Pirkei Avot, sobre los valores filosóficos y psicológicos de las fuentes de Israel. Fue para mí muy enriquecedor adentrarme en la sabiduría de los padres y maestros de Israel.

 

P: ¿Le parece que se atiende lo suficiente el desafío de combatir los prejuicios, de los estereotipos? Se me ocurre que los encuentros entre judíos y cristianos en la Confraternidad es el mejor ejemplo de que puede haber un entendimiento y una verdadera cercanía; quizás sería bueno lanzar proyectos conjuntos a la calle, o sea salir con el ejemplo hacia afuera.

R: Los prejuicios o estereotipos son una etiqueta cómoda a la que solemos recurrir cuando no conocemos muy bien al otro. Creo que el objetivo principal no debe ser combatir prejuicios. Sería un fin muy acotado que no entusiasmaría. Lo principal es generar ocasiones, lanzar ideas, promover alguna actividad, dialogar.

 

P: El judaísmo fue la primera religión monoteísta y el cristianismo tiene en él sus propias raíces. ¿Qué es más fácil hallar: las similitudes entre ambas religiones o las diferencias?  ¿Y cuáles destacaría en especial, de unas y de otras?

R: El pueblo judío es el pueblo de Jesús de  Nazaret en el cual creció y se alimentó, practicando sus tradiciones, absorbiendo la fuerza de sus relatos y memorias, símbolos y alegorías. Dice el autor de uno de los Evangelios, Lucas, que Jesús frecuentaba las sinagogas y no era omiso a la tradición de comentar la Ley y los Profetas. Para nosotros el Pentateuco, los Profetas y los Salmos, fuentes y expresión viva de la piedad judía, son también fuentes que nos nutren y nos permiten comprender el medio vital, las costumbres y los personajes de esa rica historia. Hasta el día de hoy la Iglesia Católica reza todos los días con los Salmos. Pero si me pregunta por las diferencias, es obvio que existen, y no las vamos a esconder. Para nosotros la expectativa mesiánica se ha cumplido en Jesús de Nazaret, hijo de una mujer judía y también Hijo de Dios.

 

P: Un querido amigo cristiano, muy creyente y también muy amante de la temática judía, escribió meses atrás que la diferencia básica es que los cristianos consideran que el Mesías ya ha llegado, mientras que los judíos todavía lo estamos esperando. ¿Está de acuerdo con su resumen?

R: Es una síntesis que contiene una verdad, pero me parece muy pobre  En efecto, los judíos no sólo esperan pasivamente, de brazos cruzados. Nada de eso, guardan memoria de una Ley divina, practican, alaban, enseñan y testimonian una alianza y una promesa que Dios pactó con el pueblo judío. No es poca cosa! Esa alianza aconteció en un momento histórico, con Moisés como caudillo del pueblo de Israel. Y ese acontecimiento marca un camino, un hecho memorable, que introduce en la historia una novedad. Ahora bien, es cierto que para los cristianos, esa historia ha encontrado una novedad absoluta en la alianza nueva,  culminación de la primera, sellada en la pascua, o sea, muerte y resurrección, de Jesús de Nazaret.

 

P: Es natural que cada religión considere que lo que abrazan sus fieles es la fe en su verdad. ¿Cómo cree que debe trazarse el límite entre estar convencido uno de su verdad y el alegar que los otros están equivocados en la suya?

R: Quizás tendríamos que definir antes qué entendemos por verdad. A veces se piensa: yo tengo o estoy en la verdad;  y por lo tanto tú o quien milita en otra religión, está en el error! Pero me parece que antes que decir: yo tengo la verdad, habría que decir: la verdad me tiene a mí. Algo superior a mí me atrae y me saca fuera de mi estrechez. Y eso me permite afirmar que el “otro” creyente, el diferente a mi religión, está como situado en otra zona de la verdad, desde mi punto de vista, más distante o alejado, pero no es que esté totalmente en la oscuridad y en el error. Decía el poeta Antonio Machado: “¿Tu verdad? No. La Verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela.” Estoy pues hablando de las actitudes frente a lo que uno considera que es la verdad, pero que nunca debe llevar a ofender, ignorar o considerarse que no debe seguir buscándola. Porque la verdad, en el ámbito religioso judeo-cristiano, es inseparable de la humildad y del amor.

 

La nueva polémica

 

P: En estos momentos hay una polémica sobre el tema de la oración del Viernes Santo, debido a los cambios  decididos por el Papa Benedicto XVI. Recordemos que al permitir que comunidades católicas recen en la versión conocida de siglos atrás, se vuelve a un texto en el que se habla de los judíos “descreídos”  que deben correr el velo para ver la verdad y que inclusive en una versión corregida, hace unos meses, igual queda la exhortación  a que los judíos reconozcan a Jesús como el Salvador. ¿Cómo se siente usted con todo esto? He leído y oído no sólo a judíos sino también a cristianos hablando, en el mejor de los casos, de “incomodidad”

R: Se que muchos judíos se sorprendieron cuando el Papa Benedicto XVI permitió el uso del Misal de San Pío V, temiendo que volviera a introducirse la expresión “pérfidos judíos” dentro de la oración de intercesión del Viernes Santo, pudiendo así favorecer sentimientos antijudíos y antisemitas.  Pero este temor carece de fundamento, ya que Benedicto XVI autorizó el uso del Misal de San Pío V, en su versión de 1962, en la que ya se habían eliminado las fórmulas sobre los pérfidos judíos y sobre la perfidia judía. Un autor protestante, de origen sueco, Erik Peterson, escribió en 1936 un artículo sobre este asunto señalando que en su origen el adjetivo perfidus y su correspondiente sustantivo perfidia, no indican más que la pérdida de la fe desde la perspectiva cristiana. No se afirma de los judíos que hayan roto el vínculo fundamental de la Alianza. De modo que originalmente estos términos no tenían una connotación moral.

 

En las celebraciones católicas del Viernes Santo de todo el mundo, se seguirá usando el mismo texto del Misal Romano de Pablo VI (1969-70) donde se pide: “Oremos por los judíos, que el Señor Dios nuestro, que los eligió primero entre todos los hombres para acoger su palabra, los ayude a progresar siempre en el amor de su nombre y en la fidelidad a su alianza”. Y añade: “que el pueblo primogénito de tu alianza pueda llegar a la plenitud de la redención.”

 

No obstante esto, en las celebraciones en latín, (en Uruguay quizás sólo un grupo muy pequeño) el texto anterior al Concilio de la oración por los judíos es modificado “mejorándolo”, ya que antes se hablaba claramente de conversión.

 

Lógicamente, que quienes trabajamos en pos del diálogo entre judíos y cristianos, sentimos igualmente inquietud por el malestar surgido en nuestros hermanos judíos.

 

P: ¿Cree que esto introduce una sombra en el diálogo judeo –cristiano? Realmente cuesta ver cómo puede interpretarse esta posición del Papa sin hablar de retroceso.

R: En  todo diálogo pueden surgir diferencias; es natural y hasta necesario. Pero si hablamos respetando la posición del otro, seguramente percibiremos la honestidad del otro antes que sus ideas. La oración expresa los sentimientos y convicciones de una comunidad. Esa oración, aun dicha por pocas personas, expresa la visión cristiana y es la esperanza de la Iglesia que reza. No es una propuesta programática de adhesión teórica ni una estrategia misionera de conversión. Es la actitud característica de la invocación orante según la cual se desea también a las personas que se consideran vecinas, queridad y significtivas, una realidad que se considera preciosa y salvífica. Escribía Julien Green, novelista francés del siglo pasado, que “es siempre hermoso y legítimo augurar al otro lo que es para ti un bien o una alegría: si piensas en ofrecer un verdadero don, no frenes tu mano.” Obvio, esto siempre debe acontecer en el mayor respeto de la libertad y de los diversos caminos que el otro adopta. Pero es expresión de afecto desear también al hermano lo que tú consideras un horizonte de luz y de vida.  

Es en esta perspectiva que esta oración debe confirmarnos en el vínculo y el diálogo con “aquel pueblo con el cual Dios se dignó realizar la Antigua Alianza”, nutriéndonos “de la raíz del verdadero olivo, sobre el cual han sido injertados los brotes del olivo silvestre que son los gentiles.” Así lo expresa el Documento del Concilio Vaticano II al referirse a las relaciones de cristianos y judíos (Nostra Aetate, n. 4), citando el capítulo XI de la carta de San Pablo a los Romanos.

 

P: ¿Considera que ésto equivale a desdecirse de aquello de “nuestros hermanos mayores” que el Papa Juan Pablo II –Bendita sea su memoria- dijo respecto al pueblo judío?

R: Para nada. Somos conscientes del patrimonio común que nos une. El  Papa Pío XI en setiembre de 1938, frente al antisemitismo nazi dijo: “Espiritualmente, nosotros somos semitas”. El Papa Juan XXIII, por su parte, al recibir en 1961 a un grupo de judíos americanos lo hizo diciendo: “Yo soy José, vuestro hermano. Es cierto que media una gran diferencia entre quien no acepta más que el Antiguo Testamento y quien le añade el uevo como ley y directiva supremas. Pero esta diferencia no entorpece en nada la fraternidad que se funda en un origen común; ¿no somos todos nosotros hijos del mismo Padre de los cielos? Entre nosoros debe brillar siempre el amor, un amor activo."

 

P: ¿Qué sentir ha captado usted en sus colegas de la Confraternidad respecto a este tema? Tengo entendido que la Confraternidad misma todavía está analizando cómo proceder.

R: Participé en una parte de una reunión entre miembros de ambas comunidades y debo decir que el clima que percibí fue de gran respeto y escucha.

 

Matrimonios mixtos

 

P: Monseñor Galimberti, quisiera saber su opinión sobre otro tema polémico, aunque de cariz diferente, el de los matrimonios compuestos por miembros de distintas religiones. ¿Cómo lo ve usted?

R: Hoy la gente se mueve mucho, cambia de países y ciudades por motivos laborales, familiares o políticos. Es natural que este fenómeno aumente. La iglesia lo permite pero con la condición que no se obligue a la parte católica a renegar de su fe católica. Es un derecho humano fundamental ese respeto, que exige que no se violente ni hostigue psicológicamente o se impida la fe del otro, ya sea cuando la expresa individualmente o cuando se necesita expresarla en público. Si esto no fuera posible, entonces habría que desistir de un matrimonio de este tipo. Otro asunto delicado es el de la educación religiosa de los hijos. Deben ponerse de acuerdo previamente y esto a veces no es fácil. Por eso que para evitar problemas es bueno saber muy bien los obstáculos que se podrían plantear. Pero la Iglesia católica respeta y no obliga a nadie a que reniege o abandone la fe que profesa. Es un derecho sagrado.

Datos biográficos:

Edad: 67 años

Hijo de padres católicos. 6 hermanos.

A los 18 años inicia sus estudios religiosos para el sacerdocio, en el Seminario de Montevideo.

Los últimos 4 años los cursa en Roma.

Ha trabajado en una Parroquia en Montevideo y luego como formador y profesor en el Seminario.

En 1983 el Papa Juan Pablo II lo nombra obispo de la Diócesis de San José de Mayo (Departamentos de San José y Flores) donde permanece 22 años.

En mayo de 2006 el Papa Benedicto XVI  lo designa obispo de la Diócesis de Salto.

En el seno de la Conferencia Episcopal ha ocupado diversos cargos. Tres períodos como Presidente de la Comisión de Ecumenismo y Diálogo interreligioso. Ha sido secretario, vicepresidente y presidente de la misma Conferencia.

Ana Jerozolimski
Semanario Hebreo

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