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Lo “políticamente correcto” no necesariamente aporta a la paz 

Editorial

por Ana Jerozolimski

No me asusta que se reconozca a un Estado palestino. Es más: espero que un Estado palestino sea creado debidamente y que sea reconocido por todos los países y pueblos de buena voluntad del mundo. No desconozco tampoco que a menudo, la intervención internacional justa y equilibrada, puede ser hasta necesaria para mover a las partes-tanto a los palestinos como a los israelíes-de posiciones tradicionales que estancan la negociación..

Pero para que ese Estado sea un elemento clave en el logro de la paz en la zona, debe ser resultado de un acuerdo negociado entre la Autoridad Nacional Palestina y el Estado de Israel. Debe ser producto de un proceso de paz, de un mutuo entendimiento, que probablemente no deje a nadie totalmente satisfecho, pero que puede sí dejar a ambas partes con la sensación de que han tomado el mejor camino para abrir una nueva página y mirar hacia el futuro con esperanza. 

Evidentemente, hacemos esta aclaración pocos días después que Brasil y Argentina anunciaran que reconocen “a Palestina como un Estado libre e independiente” y que el vice Canciller de Uruguay-como seguimiento de las declaraciones formuladas por el Presidente de la República hace pocas semanas en la reunión de FEARAB en Montevideo- dijera que nuestro país seguirá la misma línea en los próximos meses. 

Especialmente problemático es el elemento que Brasil y Argentina agregaron explícitamente a la promesa de reconocimiento: “en las fronteras de 1967”. Nos parece contradictorio totalmente con la aclaración incluida en el comunicado leído por el Canciller argentino Héctor Timerman según la cual todo quedará supeditado a lo que “determinen las partes en la discusión territorial”.¿Para qué apoyan entonces tales y cuales fronteras, si reconocen que las partes son las que deben ponerse de acuerdo al respecto?

La pregunta, al parecer, radica en que es “políticamente correcto” apoyar las reivindicaciones palestinas, ponerles el sello de absoluta legitimidad y con ello, de hecho, determinar que es la postura palestina la que debe aceptarse cuando hay discusión entre ambas partes. El problema es que eso no necesariamente acerca la paz. 

El Estado palestino independiente, claro está, tendrá que ser declarado en territorios hoy bajo control de Israel, tras su conquista en 1967. Pero no parece probable que esté quien esté en el gobierno en Israel, sean evacuados todos los 300.000 colonos que hoy viven en esa zona, para que haya una retirada total a las fronteras del 67, sino que se impulse una política de mantener bloques de asentamientos, compensando a los palestinos con territorio hoy dentro del Israel soberano, a cambio de lo que perderían de Cisjordania. 

Es imposible comentar el apoyo declarado a un estado en las fronteras del 67, sin hacer un poco de historia, sin recordar que el 5 de junio de 1967, cuando Israel disparó técnicamente el primer tiro en la guerra de los Seis Días, fue para intentar frenar la avalancha que se le venía encima ( los ataques de Egipto, Siria y Jordania) y que fue cuando estos países árabes perdieron en el campo de batalla, que Israel conquistó la península del Sinaí y la Franja de Gaza en el frente egipcio, los altos del Golán en el sirio y Cisjordania de manos del Rey Hussein.

Cuando las fronteras eran las del 67 que hoy parecen santificar en el Cono Sur, la Franja de Gaza estaba en poder de Egipto y Cisjordania en manos de Jordania.Nadie pedia estado palestino. No había ocupación. No había asentamientos. No había soldados israelíes fuera del territorio soberano de Israel. Ni siquiera había judíos en Jerusalem oriental, porque ni a su santuario, el Muro de los Lamentos, los dejaban llegar a orar.Aún así, esas fronteras de 1967 fueron violadas por la guerra de los Seis Días..así como el 14 de mayo de 1948 habían sido violadas las insostenibles fronteras de la declaración de independencia, a pesar de que la propia ONU las había determinado…. ¿No será que la motivación no era ayudar a los “palestinos” sino algo muy diferente….tratar de destruir a Israel?

Hay que mirar hacia adelante, no sólo recordar la historia. Eso es indudable.Y esa mirada hacia adelante, quiero que incluya la creación de un estado palestino, que viva en paz y buena vecindad con Israel. Pero hay que hallar un equilibrio entre mirar al futuro y olvidar el pasado. Un término medio que impida nuevas catástrofes.

Apoyar de antemano lo que los palestinos exigen ya ahora como resultado de la negociación con Israel, no es una verdadera ayuda a los palestinos, ya que no acercará un acuerdo. El efecto puede ser igual al que tuvo el discurso que el Presidente de Estados Unidos Barack Obama pronunció hace ya varios meses en El Cairo: fue tan categórico en el tema de los asentamientos-que había sido pactado hace mucho que serían tema en la mesa de negociaciones- que desde entonces los palestinos rehusaron volver a negociar a menos que Israel congele inmediata, total y absolutamente la construcción en los mismos. Ellos no podían ser menos que Obama. Surgió pues un nuevo condicionamiento antes de sentarse a negociar: la moratoria total, que nunca había sido condición para hablar.

Anunciar de antemano el reconocimiento a un Estado que debe ser fruto de un acuerdo negociado, no incentiva a negociar.. Al contrario: se está prometiendo de antemano apoyo a la exigencia de uno de los lados en la negociación y con ello no se aporta a nuestro criterio a que también esa parte se siente a la mesa con la cabeza y el corazón dispuestos a ver qué puede aportar para que las negociaciones resulten exitosas. Si ya tiene el resultado asegurado…¿para qué esforzarse?

Claro que este argumento tendrá lógica sólo para quienes consideren que no sólo Israel debe aportar en las negociaciones, sino también los palestinos. Es verdad que los territorios en disputa, están en manos de Israel, pero también los palestinos tienen lo que dar en la negociación bilateral. Por algo, hace varias semanas, el Presidente palestino Mahmud Abbas dijo que hay cosas “claves” en las que nunca va a cambiar de posición. 

No abrigamos dudas-al menos en el caso de Uruguay-que la intención de todo esto es aportar al logro de un acuerdo. Creemos, sin embargo, que el resultado será otro, por todo lo ya expuesto. Hay una alternativa que valdría la pena probar cuando se quiere aportar a la paz: plantear las exigencias correspondientes a las dos partes involucradas, al lado israelí y al lado palestino. 

Se nos ocurre, por ejemplo, que en lugar de hablar explícitamente sólo de lo negativo de la política de asentamientos israelíes en Cisjordania-tal ha hecho el Canciller Timerman- pero vagamente del derecho de Israel a vivir en seguridad y sin terrorismo, se podría dar nombre y apellido a problemas con los que lidia Israel también hoy. 

Como por ejemplo, aclarar que mientras perdure el régimen terrorista de Hamas en la Franja de Gaza, la paz será imposible. O que el ritmo de 200 cohetes disparados desde Gaza hacia el sur de Israel en lo que va del año, es inaceptable (a menos que algún otro país del mundo aceptara que se diga que su situación es “calma”, porque sus vecinos le disparan “solamente” un promedio de casi 17 cohetes por mes, sabiendo sin embargo que otro tanto fue lanzado pero cayó por error dentro del propio territorio palestino). O llamando explícitamente a la Autoridad Palestina-paralelamente a todos los abrazos que se le quiera dar-a volver de inmediato a la mesa de negociaciones.

Todo esto no garantizaría la paz, porque la situación en el terreno es sumamente compleja. Pero al menos sería más equilibrado y no quedaría la sensación de que por el Cono Sur se está tan poco informados como para creer que la falta de un acuerdo es exclusivamente culpa de Israel.

Ana Jerozolimski
Editorial de "Semanario Hebreo"

8 diciembre de 2010

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