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Futuro incierto, esperanzas y no pocos temores en la Franja de Gaza, tras la retirada israelí

Ana Jerozolimski - Gaza

Hace casi una semana que el ejército israelí se retiró de la Franja de Gaza, tras casi cuatro décadas -38 años y tres meses- de ocupación. Ha comenzado un nuevo capítulo en la historia de la región, tanto para israelíes como para palestinos. Se crean nuevas oportunidades y se abren páginas que los protagonistas aún deben escribir. Pero su contenido, no está aún totalmente claro.

 

En la Franja de Gaza, son muchas las esperanzas y expectativas. A pesar de que a lo largo y ancho de esta zona, casi todos los palestinos -en puestos oficiales o ciudadanos comunes, de uniforme y civiles por igual- alegan que de hecho la ocupación israelí no ha terminado verdaderamente, ya que Israel sigue controlando los pasajes fronterizos, es indudable que la realidad en el terreno, ya ha cambiado de modo evidente.

 

Para los palestinos resulta casi automático responsabilizar a Israel de todos sus males y acusarle de cada uno de sus problemas. Al profundizar sin embargo en las conversaciones, está claro que muchos de ellos son conscientes de que no sólo por ello pueden estar preocupados. La difícil situación económica no deriva sólo de los años de ocupación, sino más que nada, del efecto nocivo de la intifada, de la corrupción en la Autoridad Nacional Palestina y del hecho que se ha puesto mucho hincapié en los temas políticos, pero menos en el desarrollo de infraestructuras apropiadas para solucionar la situación mirando también al futuro. La lucha entre diferentes facciones armadas del propio grupo Al-Fatah, las riñas internas, la tensión entre la Autoridad Palestina y los grupos radicales, por más que muchos las expliquen en términos de "consecuencias de la ocupación", tienen raíces más profundas y no se solucionan con la salida del ejército israelí. Y todo este mosaico, es expresado hoy abiertamente, por la gente de Gaza.

El común denominador, estos días, en todas las declaraciones, es la felicidad por la retirada israelí. La recalcan mayores y niños, hombres y mujeres, gente de preparación académica y campesinos desempleados. Todos afirman estar "mabsutín" -felices, contentos- por la salida del ejército y sostienen que "inshála"- o sea "ojalá" o "quiera Dios"- eso signifique que las cosas empezarán a mejorar. Pero nadie parece creer que algo será aquí automático.

Yaaqub (53), de la ciudad de Gaza, padre de doce hijos -que afirma estar buscando una segunda esposa- cree que todo irá cuesta arriba. "Pero no será fácil. Hay muchos problemas con los que resolver y yo lo sé bien, porque hace mucho que estoy sin trabajo". Al preguntársele, en las dunas de lo que fuera el asentamiento Elei Sinai, en el norte de la Franja, qué es lo que más le preocupa, no duda un instante: "Los problemas políticos -y todavía habrá muchas discusiones con Israel- son importantes. Pero le aseguro que la gente que tiene lo que comer, con qué mantener a sus hijos, siempre estará interesada en la estabilidad".

Alrededor, numerosos palestinos de todas las edades, se llevan lo que pueden- cables, chatarras, aluminio, puertas, cajas de cartón - de entre los escombros del asentamiento. Un niño lleva sobre su bicicleta, otra que encontró abandonada, aunque le falta una rueda. "Para algo ya servirá"- afirma entre risas. Omar Shaaban, economista, que los ve, aclara: "No me gustan estas escenas, aunque no les llamaría pillaje, ya que los israelíes no han dejado nada valioso. Pero lo que pasa es que cada uno piensa que podrá vender por unos shekel lo que se lleva y así ganarán algo. Es que hay muchas familias pobres...".

Ana Jerozolimski con un grupo de niños

 

Un grupo de jóvenes se acerca, al notar la entrevista a Yaaqub. Ahmad, de 25 años, sonríe sin cesar. "Este es un gran día, pero hay que esperar y ver cómo se desarrolla todo. Todavía tenemos muchos problemas". La gente tiene esperanzas, pero no es euforia lo que se capta. Sobre la retirada, sí, no tanto sobre el futuro. Él, al menos, parece tener trabajo asegurado. Es conductor de una compañía que exporta flores. "Esto siguió funcionando, también durante la intifada, y eso es una gran cosa". Él, con gesto de alivio, admite que al no estar casado todavía, tiene menos responsabilidades. Sus amigos se ríen y él agrega que sea como sea, piensa encontrar "una buena chica con quien formar mi vida".

 

En Dir el Balah, Ahmad Bin Saied piensa en los desafíos inmediatos. Es ingeniero en la municipalidad, que tiene responsabilidad por una población de aproximadamente 60.000 personas (en la Franja de Gaza toda, hay aproximadamente 1.350.000 palestinos). Ahora tiene claro que hay mucho por hacer. No logra dar detalles concretos sobre los proyectos en camino, pero asegura que "hay muchos planes, y ya estamos trabajando". El economista Omar Shaaban, residente en la misma zona, considera, de fondo, que la Autoridad Palestina no enfoca las cosas como se debe, apostando al futuro y a soluciones que sirvan como tales también a largo plazo. "Hablan mucho, pero es hora también de hacer" -afirma.

 

La gran pregunta es cuántas energías se pondrán en el desarrollo y el florecimiento y cuántas se verán desperdiciadas en lo que parece ser una situación de inestabilidad política y clara inseguridad interna, por la existencia de no pocos grupos armados, cada uno de los cuales tiene su propia agenda. Ahora, no tienen problema. Mientras el Presidente Mahmud Abbas (Abu Mazen) recalca que impondrá el orden y que habrá "una Autoridad, un arma, una sola ley", en el terreno, la situación es mucho más compleja.

Junto a jeeps de la policía palestina que dan vueltas por la Franja de Gaza en una combinación de acto de presencia y de celebración por la nueva etapa, se mueven sin problemas también vehículos llenos de enmascarados de los distintos grupos radicales armados, en algunos casos, al paso de los encapuchados, los policías palestinos disparan al aire en señal de celebración y apoyo. Están los del Jihad Islámico con bandera negra al igual que los Mártires de Al-Aksa de Al-Fatah, los de bandera verde de Hamas y hasta los rojos, más pequeños, del Frente Democrático y el Frente Popular para la Liberación de Palestina.

 

En uno de los coches llenos de hombres armados del Jihad Islámico, va Ramez Muhamad Batsh. Se puede adivinar su joven edad, por la silueta que aún se capta a pesar del "uniforme" negro, aunque la capucha del mismo color que le tapa la cara, imposibilita por supuesto verle directamente. "Esto recién empieza"- afirma con tono seguro. "Que sepan nuestros hermanos en Cisjordania y Jerusalem, que vamos a liberarlos"- afirma, recalcando el mensaje de los grupos radicales todos, que se atribuyen haber "echado" a Israel de la Franja de Gaza y sostienen que la salida no fue producto de una decisión del Premier Ariel Sharon por cuenta propia.

Ana Jerozolimski entrevistando a miembros del Jihad Islámico

Sobre el techo del vehículo, algunos de los enmascarados tienen cohetes, del mismo tipo que se lanza hacia Israel. Y al preguntársele a Ramez sobre el futuro, es terminante: "Seguiremos resistiendo hasta que termine toda la ocupación, de Cisjordania y de los territorios del 48"- afirma. Y eso da una pauta de los planes de los grupos armados: los ataques no cesarán, porque para el Jihad y para otros, también el Israel soberano es "territorio ocupado". A eso se refería al hablar de "los territorios del 48", en referencia al año 1948, en que fue creado el Estado de Israel.

Es difícil ver cómo conciliar esta visión, con los sueños de Issa Shaaban, de 13 años -uno de los sobrinos de Omar- que al preguntársele qué vida quiere, responde con total naturalidad: "una vida en la que en el país haya paz, sin guerras". A Issa le gustaría conocer niños israelíes y cuenta que si los viera, les diría que "debemos construir juntos la paz, no la guerra". Está convencido de que "como en todos los pueblos, también entre los israelíes, hay buenos y malos".

Issa Shaaban

 

Cuesta tener certeza en la realización de ese sueño de Issa, al oír a Nabil Abu Saher, miembro de la policía palestina, que a pocos metros de la incendiada y destruida sinagoga del asentamiento Kfar Darom, afirma que "hay que seguir atacando a Israel, porque aquí hay un conflicto ideológico" y agrega que "también con acciones suicidas en las ciudades de Israel ¿por qué no?". Nabil dice que antes de ser policía, era miembro de los Mártires de Al-Aksa, una de las milicias que a pesar de ser de Al-Fatah, más problemas causa al presidente Abu Mazen. Y al preguntársele precisamente sobre el mensaje del "rais" de una autoridad central y de la unidad palestina, opina que una buena solución podría ser incorporar a todas las milicias armadas, a los servicios de seguridad palestina. Al terminar la entrevista, esta cronista le pide una foto. Nabil, para posar bien ante la cámara, se pone un gorro de los Mártires de Al-Aksa. Sonríe y aclara: "La policía es el trabajo. Los Mártires de Al-Aksa, el corazón".

 

Cerca de allí, el Mayor Saed Hamdan, responsable de la zona en la policía palestina,

es consciente de que no se puede restar importancia a la problemática interna, al programar el futuro palestino. "Llegará el momento en que será necesario traducir el mensaje del presidente Abbas en medidas prácticas que impongan la autoridad central"- afirma. "Nosotros tendremos que hacer lo que nos ordenen, pero la decisión es de los políticos"

 

Fuera de las grandes discusiones y del complejo terreno, amparados en la serenidad del patio de su casa en Dir el Balah, una de las zonas más hermosas de la Franja, con altísimas palmeras con los típicos dátiles que dan nombre al pueblo, Issa Shaaban abraza a su abuela Hajja Hadia. Su hermano Musa (10) y su primo Yaaqub (10), también se acercan. Hadia -a la que dicen Hajja porque llevó a cabo dos veces en su vida el "hajj", la peregrinación a La Meca- es la madre de Omar y sus diez hermanos. Otras dos de sus aproximadamente "30 ó 40 nietos"- según explica Omar-, las pequeñas Maha(4) y Hiba (2), juegan y observan sin comprender nada de la conversación. Issa tiene planes, como todo niño normal. Quiere ser ingeniero "porque es un buen trabajo", casarse y tener cinco hijos. Dice que los problemas terminaron con la salida de los israelíes, pero luego aclara que "no me gustan los enmascarados" y cree que quizás también ellos se vayan "ahora que no está Israel".

 

Shaima, otra de las nietas de Hajj Hadia, no cree que todos los problemas se estén por resolver. Ella, que a sus 17 años tiene planes de ser profesora de francés, le gustaría saber muchos idiomas y hasta aprender hebreo, combina su visión religiosa- tiene la cabeza cubierta desde que se hizo observante del Islam en los últimos años- con sueños propios de su edad. "Es verdad que éste es un día histórico, pero no creo que los problemas terminen. En realidad, creo que ahora empiezan"- dice con tono de cierta resignación.

 

Defiende su fe islámica y afirma que todo aquel que se acerque al Islam "sentirá la estabilidad interna que esto me da". Le duele que en los últimos años, haya en diversas partes del mundo quienes identifican al Islam con terrorismo y sostiene que "aquellos que matan en nombre del Islam, no son verdaderos musulmanes". Le preocupan los problemas aun pendientes con Israel, pero también los internos, entre los propios palestinos. "No me alegran esos problemas, no me gustan"- sostiene.

"Cuando haya un Estado palestino, quisiera que sea un Estado liberal"- afirma, pero agrega de inmediato que no le parece que ello se logre en estos tiempos. "Será al fin de los días, creo yo"- sostiene con la misma firme suavidad con la que habla de sus planes de aprender francés. "Es que ya lo dice el Corán"- resume. "Aquí, los problemas, no terminarán jamás".

Ana Jerozolimski - Gaza
Semanario Hebreo

22 de setiembre de 2005

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