De los Desaparecidos en Argentina a la reconciliación Árabe -Israeli.

En medio de la difícil atmósfera que aún reina entre israelíes y palestinos, de la desconfianza y los temores, surgen cada tanto destellos de luz que hacen pensar que las cosas pueden ser diferentes. Esto es precisamente lo que se sintió días atrás en el norte de Israel, al llevarse a cabo una nueva reunión del proyecto “Sulha”-que en árabe significa “reconciliación”.

Aproximadamente 3.000 personas -israelíes, palestinos, judíos, musulmanes, cristianos, drusos y beduinos, con el apoyo de una delegación jordana y de visitantes llegados especialmente desde Tibet y Sudáfrica para alentar- se reunieron en la zona de Biniamina, con la declarada intención de acercarse, conocerse mejor y sembrar así las semillas para un futuro mejor. No es la primera vez que se concreta un proyecto de “Sulha”, pero ésta fue sin duda, hasta ahora, la de mayor aceptación.

Uno de los nervios motores del evento fue Gabriel Meyer, de 38 años, nacido en Argentina y radicado en Israel desde hace 12 años, tras haber vivido en Grecia, Francia, África, India y Estados Unidos. Este original israelí de origen sudamericano, que combina su actividad de poeta, músico, artista y actor con el estudio de religiones y pueblos del mundo, es uno de los fundadores y actual co-Director de “Sulha”. Tiene claro que sin un cambio radical, aquí no se podrá vivir. Para seguir adelante con su sueño, se nutre de sus ideales y del espíritu que nos cuenta vivió en su casa, junto a su familia. Para comprenderlo, basta quizás con destacar: Gabriel es hijo del ya extinto Rabino Marshal Meyer, de origen norteamericano, que actuó en Argentina durante la dictadura militar y luchó por los derechos humanos. Fue sumamente activo con las Madres de Plaza de Mayo y las Abuelas de la Plaza de Mayo. “Papá salvó muchas vidas de la cárcel” -nos cuenta Gabriel. “En ese ambiente yo crecí y mi papá nos inculcó desde chicos que lo más importante es “ama a tu prójimo como a ti mismo””- agrega, convencido de que una forma de hacerlo, es hallar una solución humana al conflicto entre Israel y los palestinos.

  

Nada mejor que las palabras del propio Gabriel, para contar sobre este interesante mosaico.

 

P: Gabriel, en primer término, antes de entrar en la “sulha”, me gustaría que me cuentes de tu historia personal, porque sin duda creciste en una casa muy singular.

R: Nací en Córdoba -Argentina- pero crecí en Buenos Aires. Nací en un campamento “Ramá” de Beit El que fundaron mi papá y mi mamá. O sea que la naturaleza estuvo impregnada en mi desde que salí del útero de mi mamá. Además nací sietemesino, porque estaba apurado por salir y hacer cosas. Mi mamá y mi papá crearon un campamento de juventud que estaba basado en la renovación del judaísmo mediante la creatividad. Papá había nacido en Estados Unidos y a los 29 años, en 1959, llegó a Argentina como rabino para la comunidad de “Libertad”, contratado por dos años. Allí hizo toda una revolución en términos de judaísmo, relaciones inter-religiosas, justicia social, publicaciones y derechos humanos por supuesto. Luego fundó Bet-El en Belgrano con gente joven a la que no le interesaba lo de “Libertad” porque tenían a su criterio un lenguaje muy adormecido y viejo. Y allí empezó toda la comunidad con deportes, teatro, música, creatividad y con los valores judíos más importantes. Allí crecí yo. Cuando empezó la dictadura mi papá se metió en la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos. Fue fundador del CELS -Centro de Estudios Legales y Sociales - y yo me junté a ese trabajo a los 16 años y confundé con mi papá y otra persona el Movimiento judío por los derechos humanos. 

P: ¿Pasaron épocas de miedo?

R: Claro que sí tuvimos miedo. Estábamos amenazados. Siempre llamaban a mi mamá y a mi papá diciéndoles cuándo yo iba a salir del colegio, pero él seguía adelante y yo también. Me acuerdo que en una época, en el colegio Tarbut, yo era muy popular cuando estaba en sexto grado. Pero en séptimo grado, de repente, me dejaban solo, porque había una directiva de los padres de que puedo ser peligroso porque mi padre está metido en todos los temas de derechos humanos en los que activaba.

P: Finalmente, después de muchos años, tu papá volvió a Estados Unidos.

Papá fue amenazado pero nunca llegó afortunadamente a pasarle nada. En el 84 se fue de Argentina de regreso a Estados Unidos. El había sido nombrado por el Presidente Raúl Alfonsín como miembro de la Comisión Nacional de Desaparecidos  y tuvo que revivir todo el proceso por todos los testimonios que había tomado y eso fue muy difícil emocionalmente. Finalmente volvió a Estados Unidos, a trabajar en una comunidad que estaba moribunda en Nueva York, creando de la misma un lugar súper viviente, que ayuda a  la gente desposeída, gente con sida. Cuando Mandela salió de la cárcel hubo allí un servicio de celebración.

P: ¿Si tu papá hizo todo lo que hizo en Argentina, dirías que es porque se sentía argentino?

R: Papá vivió 25 años en Argentina. Pero más que nada era un hijo de los profetas. Él sentía que hablaba en nombre de los profetas de Israel y de hecho hacía lo que hacía por los derechos humanos, también por sus valores judíos.

P: Con ese mosaico de fondo ¿cuál es tu propia identidad?

R: Respecto a mi identidad, diría que ante todo, soy un humano. La verdad es que los pasaportes y las visas no me interesan mucho. No es lo que me identifica. Es verdad que vine a vivir en Israel, pero más que nada por el espíritu de los profetas, por una identidad espiritual, no tanto religiosa. Claro que lo nacional, mucho menos. No es algo que me entusiasma el nacionalismo.

P: Algo que sí te entusiasma ahora es tu viaje a Argentina, por primera vez en 16 años. Yo te ubico cuando estás casi con un pie en el avión. ¿Qué planes tienes?

R: Voy a ir a la cancha de Boca el domingo. Me gustaba mucho el fútbol. Voy a encontrarme con San Telmo, la Boca, el Tigre, Córdoba, con las cosas lindas de Argentina, con el pueblo argentino, con la música folklórica, con Buenos Aires. Estoy entusiasmado, excitado, de volver a un lugar en el que nací y viví 22 años. Es también mi lenguaje. Yo escribí dos libros de poesía en castellano. Es volver al país en el que nací. Estoy tan contento de haber crecido en Latinoamérica y no en otro lugar. Me dio mucha riqueza, por su cultura, la literatura, la imaginación, la creatividad argentina y la identidad sudamericana, ya que me parece muy importante el sur en mi alma.

P: Y también el trabajo por esos valores que tu padre defendía, tal cual has detallado. Por ejemplo con esto del proyecto “Sulha”, verdad? ¿Qué tiene de especial este evento de “Sulha”? Recordemos que ha habido muchos intentos de encuentros entre israelíes y palestinos...

R: Aquí hay  una conjunción de todos los niveles de la sociedad: hay profesores, campesinos, abuelos, niños con programas increíbles, carpas de mujeres, bajo el nombre de “Sara y Hagar”. Y estamos haciendo todo esto para crear un poco de fe en lo que puede llegar a ser un Medio Oriente distinto. Debemos sorprender a  la realidad hasta que cambie. Y lo hacemos porque si los esfuerzos son hechos sólo por diplomáticos y el pueblo, la gente simple, no participa y no se siente con suficiente lugar para hacer algo, por más que se firmen millones de acuerdos en pedazos de papel, la paz no va a suceder hasta que la gente se entere que la paz no es sólo un concepto y una ideología sino una forma de vida.

P: ¿Cómo surgió este proyecto?

R: El proyecto empezó hace cuatro añs, cuando se inició la intifada. Empezamos con 150 personas y hoy ya llegan 3.000. Es un evento que da fuerzas a la gente que viene aquí, religiosa y secular, judíos, musulmanes, cristianos, beduinos, drusos, palestinos de Ramallah, Jenin y Gaza que llegaron con permisos especiales, el foro de las familias que perdieron a sus hijos en guerras, atentados o en ataques del ejército, un grupo que me hace acordar mucho a las Madres de Plaza de Mayo que buscaba a los desaparecidos.

P: ¿Qué se ha hecho?

R: Entre otras cosas, nos dividimos en grupos de 30 personas para que cada uno hable de su corazón y saque de adentro todo lo que tiene para decir y participar y básicamente, para ser escuchado. Eso es para que todos entiendan que el dolor no es monopolio de nadie y que a todos les duele de la misma manera cuando se muere un hijo o matan a su padre o su hermano. Hubo un taller sobre el tema de Jerusalem y allí están hablando un Sheikh de Al-Aksa con el rabino ortodoxo Menajem Fruman. Del otro lado hay una figura tibetana y líderes por la paz sudafricanos que trabajaron contra el apartheid, un sheikh sufi de Senegal y un líder por la paz en Irlanda del norte, contando todos sus experiencias y opiniones acerca de cómo salir de este conflicto étnico y religioso.

P: Pero no sólo talleres...

R: Claro que no. Por la noche hubo música, muchos grupos judíos y árabes, “Shotéi Hanevúa”, rock, rapp árabe, judíos y árabes juntos en el escenario. Y la sulha, el ritual de reconciliación oficial, con el Profesor Sari Nusseiba -Presidente de la Universidad Al-Quds del Este de Jerusalem- y el rabio Michael Malchior, que era el vice Canciller cuando Shimon Peres era el Ministro de Relaciones Exteriores.

P: ¿Qué te llevó a esto?

R: Un poco la herencia familiar y en parte también la situación, como artista, de estar en una especie de burbuja con mis amigos artistas y ver que si queremos hacer que el arte venga de una raíz que permita sanear las cosas, se debe ayudar a sanear la realidad. Y vimos que tenemos que utilizar todas las herramientas que tenemos como artistas e integrarlas -música, deportes, lo que sea- para poder actuar. Es la única manera que el pueblo reciba un poco de fuerza ante la impotencia y la confusión que hay cuando uno mira las noticias y ve todos los muertos y cadáveres y bombas. Estamos aquí para decir “basta, alcanza”, para tomar el toro por las astas y juntos tratar de cambiar la realidad.

P: ¿Qué captabas en los encuentros entre la gente, israelíes y palestinos? Lo pregunto porque está claro que inclusive gente bien intencionada, que llegaba al evento para acercarse y mejorar la situación, vive en medio de la desconfianza general. ¿Alguna ves te planteaste, al haber atentados, al suceder algo cruento, si acaso saldría algo de aquí, si no está todo demasiado difícil?

R: Por un lado , lo que vi es la necesidad de mostrar que las cosas pueden ser diferentes. Por supuesto, todos somos humanos, todos sienten desconfianza, enojo. A veces en los círculos hay llanto, no es fácil. Hay mucha muerte aquí, mucho dolor. Pero la única forma de confrontarse es mirándose a los ojos y abriendo el corazón. Y ese es el camino que elegimos.

P: ¿Pero puede salir algo más allá de lo espiritual?

R: No hay aquí solamente relación espiritual sino humana, porque la gente está aquí. Hay 3000 personas, cada uno con diez amigos y familiares y si se planta una semilla en el corazón de alguien, eso va a brotar, con el sol, el agua y el abono correcto, eso va a crecer. Esa es nuestra esperanza: que estamos plantando jardines en los corazones de la gente con estos momentos de encuentro que hay. La verdad es que no hay muchos encuentros así en los que se recibe a 200 palestinos en un ambiente de camaradería y apertura de escuchar al otro y su dolor. Yo creo que esto tiene un efecto real, terrenal, no sólo espiritual. La gente lo está viviendo ahora, esto es parte de la realidad.

P: Pues ustedes abordan la necesidad de lidiar con el aspecto humano del conflicto. ¿Pero esperan también un resultado político?

R: La palabra política viene de “polis”, un grupo de gente. Nosotros somos los que tenemos que presionar a los políticos, somos los que los elegimos. Si en Jerusalem hay dos millones de personas en dos a os, en la “sulha” que va a llegar Inshalla (si Dios quiere), los políticos tendrán que entrar al programa y hacerse presentes, quieran o no. Si dos millones de personas les dicen que nos los votan más si no apoyan ese trabajo, es una masa crítica que tendrá que presionar a los políticos para que el mensaje sea el mensaje de los pueblos y no al revés.

P: ¿Tiene alguna importancia el hecho que participaban aquí también representantes de los Zulus africanos y del Tibet?

R: La responsabilidad global es muy importante porque esto significa que el planeta y los distintos pueblos que estuvieron en conflicto están diciendo “venimos a apoyar esto porque queremos presentar un ejemplo, que si podemos resolver la situación en Jerusalem, se puede resolver todos los problemas del planeta”. Si cada vez más gente de distintos lugares del planeta viene a ayudar en este proceso, será más fácil. Porque cuando dos hermanos se pelean, Isacc e Ismael, hijos de Abraham, cuando llega alguien que no forma parte de la familia, los hermanos se portan mejor. Eso es lo que está pasando. Si hay un judío israelí que está gritando y un palestino que también grita y llega un tibetano y dice con su sonrisa tibetana que no le ve demasiado potencial a los gritos, la gente se calma. Son hacedores de paz. Vienen de distinta cultura y no toman partido por ninguna de las dos partes. Y eso ayuda, es como una especie de apoyo espiritual, cuando hay testigos de otras culturas. Si lo pudieron a hacer en Sudáfrica, donde de esclavos prácticamente pasaron a que Mandela sea Presidente, también aquí se puede solucionar las cosas.

P: ¿Hubo momentos en los que ya preparando este evento, pensabas -a raíz de cosas que sucedían- que de hecho todo está perdido y que no tiene sentido esforzarse si no hay cambios radicales a nivel político?

R: Si, por supuesto. Soy humano y tengo dudas como todo el mundo. Pero más que nada, cuando hay problemas hay una especie de llamado de los profetas de Israel que dicen que el espíritu de Israel es el reflejado en el versículo bíblico que dice “no alzará espada nación contra otra ni se ejercitará más para la guerra”. Es el llamado de Isaías el profeta que dice que Jerusalem es el lugar del que saldrá la paz y será un centro de plegaria para todos los pueblos, no sólo para los judíos y no sólo para los árabes, sino para todos. Eso es lo que me da fuerza: el llamado ancestral que dice que el camino es luchar por la vida, escoger la vida y no la muerte. Yo no quiero vivir en el Medio Oriente si va a haber guerra. Entonces tengo que hacer algo al respecto, aunque sienta impotencia, aunque tenga miedo y dudas, hay que seguir adelante. Si no, no tiene sentido.

Ana Jerozolimski
Semanario Hebreo
agosto de 2004

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