Uruguayo-israelí, al frente de la mayor planta desalinizadora moderna del mundo

Gustavo Kronenberg tiene a su cargo la planta de Ashkelon.

"No falta agua. 

El problema es que sobra sal y hay que saber sacarla".
Ana Jerozolimski-Ashkelon

Gustavo Kronenberg, de 48 años, nació en Uruguay ("soy charrúa de nacimiento"- dice sonriente) y reside en Israel desde los 15 años. 
Su primer título fue en Ingeniería Mecánica. En 1987 comenzó a trabajar en la compañía Israel Desalination Technologies, especializada en desalinización, que hoy se llama IDE Technologies. Hoy en día es Vicepresidente de Business Development y Gerente de todos los consorcios en los que participa la compañía IDE, entre ellos el de la planta desalinizadora de Ashkelon.

P: Gustavo, me recibís en una impresionante planta desalinizadora, que ya está en funcionamiento aunque aún no ha sido inaugurada y que puede presentarse en superlativos, porque es la más grande no sólo de la zona sino del mundo en su categoría. ¿Qué significa esto?

R: Es en efecto la planta desalinizadora más grande del mundo que funciona con tecnología de ósmosis inversa, lo más moderno que existe hoy.

Hay muchas plantas, especialmente en la zona del Golfo Pérsico, que funcionan con otros sistemas, evaporación a altas temperaturas, que son tan grandes como esta planta, pero por ósmosis inversa, que es el sistema más moderno y económico, es la mayor del mundo.

P: ¿Qué tiene de especial el proceso de ósmosis inversa?

R: Muy en resumen, te diré que lo básico es que hay que elevar el agua a una presión de 70 atmósferas. La presión osmótica que tiene el agua del mar es relativa a la salinidad. La mediterránea tiene una presión osmótica de 70 atmósferas. Unas membranas que utilizamos en el proceso, son semi impermeables y dejan pasar únicamente las moléculas de agua y no deja pasar las moléculas de sal.

P: Mencionaste el Golfo Pérsico , adonde has viajado mucho...

R: Así es. Tuve una época en la que viajé mucho al Golfo Pérsico y en la que hicimos bastantes negocios, pero hoy en día las cosas están medio congeladas. En el 93 y 94 viajaba mucho por allí y teníamos algunos negocios de desalinización. No se hacía como compañía israelí, pero a través de subsidiarias norteamericanas que nos pertenecen, de una en España y demás.

P: ¿Acaso no sabían tus interlocutores que eras israelí, judío?

R: Todas las personas con las que yo me reunía me encargaba de que sepan que soy israelí y que traje tecnología israelí, pero para evitarles a ellos problemas, usaba mi pasaporte uruguayo. Pero yo estaba interesado en que sepan que soy israelí. Yo les daba la elección, si quieren reunirse conmigo o no. Y no recuerdo ningún caso, salvo un ministro de Finanzas, del Emirato de Sharjah, que no quiso, pero todo el resto con los que sí me reuní, sabían que soy israelí. Muchos de ellos vinieron a visitarme también aquí. De todos modos, yo creo que no se puede ocultar la identidad de uno. Nuestra tecnología es muy conocida en todo el mundo, por lo cual si no lo saben por mi, lo sabrán por nuestros competidores, por lo cual yo preferí siempre que lo sepan por mi, para que no piensen que estamos tratando de engañarlos.

P: ¿Dirías que en esos contactos viste que la situación política es un obstáculo que arruina verdaderas posibilidades de cooperación?

R: Sin duda. Buscábamos las formas de poder utilizar las tecnologías israelíes a pesar de los problemas de boicot. No es simple. Hubo muchos casos en los que la participación de nuestra compañía como compañía israelí, era prácticamente imposible. Pero era muy importante para mí, como israelí, que la gente con la que estaba en contacto, sepa que en Israel se han desarrollados tecnologías muy avanzadas en desalinización. Llegará el día en que podremos aplicarlas. Y cuando hay posibilidades de hacerlo por medio de compañías terceras, no perder la oportunidad de hacerlo.

P: Y quizás todos los involucrados, tú y tus interlocutores, tenían claro que lo mejor sería poder cooperar sin limitaciones.

R: Totalmente. Diría que en la mayor parte de los casos, cuando un negocio no se pudo cerrar por problemas de boicot, ellos lo lamentaron tanto como nosotros. Pero al fin y al cabo nos seguimos reuniendo con esa gente. Acabo de venir de un congreso sobre desalinización en Singapur, en el que estaban todos los ministros árabes encargados del tema. Y seguimos reuniéndonos y discutiendo temas tecnológicos y posibilidades de seguir trabajando juntos, a la expectativa de que llegue el momento en que podamos hacerlo de manera más abierta.

P: ¿Dirías que si el logro de la paz estuviera en manos de la sociedad civil a diferentes niveles, no de los políticos, se avanzaría mejor?

R: Estoy convencido que sí. En realidad, para darte un ejemplo, yo estoy negociando con la Autoridad palestina directamente, hace más de medio año, la posibilidad de darles agua desde esta planta. El gobierno lo sabe. Esta planta, que estaba destinada a ser de 100 millones de metros cúbicos por año, fue hecha de modo que pueda llegar a una capacidad de desalinización de 120 millones de metros cúbicos de agua por año. Una de las razones es que tenemos pensado enviar a la Franja de Gaza, que queda a 8 kms de aquí, el agua que aquí producimos. Las negociaciones en este momento quedan paradas más que nada por las limitaciones que tienen los palestinos para recibir el agua. Tienen un muy serio problema de infraestructura local que les impide recibir el agua.

P: Gustavo, el significado de la planta desalinizadora de Ashkelon, va más allá del tema de la solución de la falta de agua ¿no es así?

R: Sin duda. Creo que podemos afirmar que en el siglo XXI no hay ninguna excusa para decir que falta agua. Hay tecnologías a precios competitivos y pueden solucionar problemas. Tampoco tiene por qué haber conflictos bélicos por el agua. Recordemos que costó cerca de 250 millones de dólares construir esta planta y que ésta puede suministrar agua a aproximadamente un millón y medio de personas y que al mismo tiempo, dos aviones F-16 cuestan aproximadamente lo mismo. No hay excusas para decir que hoy en día puede haber guerras creadas por el problema del agua. Este es, creo yo, el gran mensaje de esta tecnología.

P: O sea que esto puede solucionar todos los problemas de agua de Oriente Medio...

R: Evidentemente. No falta el agua sino que sobra la sal. Hay que saber cómo sacarle la sal al agua. Agua tenemos sin limitación.

Uruguayo orgulloso

"A mí me quedó mucho de Uruguay. Yo vivo aquí con mis padres, que son uruguayos. Hablamos entre nosotros español y a pesar de que ya han pasado más de 32 años desde que dejé Uruguay-tuve oportunidad de visitar hace unos 12 años-, mantengo contactos con amigos, aunque por lo que hago aquí y me mantiene tan ocupado, menos de lo que quisiera".

"Uruguay siempre ha tenido y tendrá un lugar muy importante en mi persona, en lo que yo hago y en la forma de ser. Inclusive después de tanto tiempo en Israel, de haber hecho todo lo que hace un israelí nacido acá-tres años en el ejército, otro año más para ser oficial de tanques, 25 años de reserva que aún sigo haciendo - en todo sitio al que voy, siempre me presento con mi nombre original, Gustavo. Y todos saben así que no soy nacido acá".

"Tengo mucho cariño por Uruguay. .Son cosas muy difíciles de borrar y que no tengo ninguna intención de tratar de borrar. Así me conocen en Israel, por una manera de trabajar y de tratar a la gente que es un poco diferente de la manera clásica de los israelíes sabrás. Yo creo que eso es un poco lo que nos dio el Uruguay a todos los uruguayos y que eso es bastante común a muchos uruguayos que viven en el extranjero, que siempre son diferentes, a pesar de que los años pasan. Tienen una manera diferente de tratar a la gente y de hacer las cosas y es algo que se debe conservar. Yo quiero conservarlo porque me siento orgulloso de ello".

Los números del agua

Israel necesita 1800 millones de metros cúbicos de agua por año.

Eso incluye el consumo de la población, la agricultura, la industria, la Autoridad Palestina (sólo 5 millones de metros cúbicos anuales a Gaza, pero todo lo necesario a Cisjordania) y los 50 millones de metros cúbicos anuales que Israel debe pasar a Jordania, según lo estipulado en el acuerdo de paz.

El déficit es de 400 millones. Si no se desaliniza o importa agua, no se llega a los 1800.

Segùn aprobó el gobierno en el 2001, hasta el 2010 habrá que desalinizar 315 millones de metros cúbicos por año. Para los otros 85 millones se hallará otra solución, quizás importar agua de Turquía, aunque es caro.

La planta de Ashkelon desalinizará 100 millones de metros cúbicos anuales. Se construirán otras, aún no iniciadas y de menor potencial.

La capacidad de la planta alcanza otros 20 millones extras, pensados de cara al futuro, para ser suministrados a la Franja de Gaza.

La planta ganó la licitación oficial, por su tecnología moderna y el precio competitivo que ofreció, no entre 70 y 80 centavos de dólar por metro cúbico como se pensaba, sino 53 centavos. El compromiso es operarla durante 25 años.

Ana Jerozolimski
Semanario Hebreo
20 de octubre de 2005

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