El uruguayo Daniel Stawsky (45), rabino y educador, 
tratando de pacificar, en medio de la tormenta

Ana Jerozolimski (Gaza)

 

La semana pasada, en el último día de la evacuación de la población civil israelí en los asentamientos incluidos en el "Plan de Desconexión", tuvimos en Jomesh un encuentro particular. Junto a una ronda de jóvenes que cantaban sin cesar, mientras un contenedor de basura ya ardía de fondo, en espera de las tropas del ejército que estaban por entrar, vimos a un querido compatriota: Daniel Stawsky (45), hijo de conocidos miembros de nuestra colectividad, el Escribano Rafael Stawsky y su esposa Susana.

Daniel, rabino y educador, casado con Jana y padre de cinco hijos, está al frente de una comunidad jasídica en Ramat Beit Shemesh, cerca de Jerusalem. Pero en esos días difíciles, consideró que debía hacerse presente en un lugar de conflicto, para apoyar a muchos de sus alumnos que pensaban tratar, allí, de impedir la evacuación, pero también para aclararles cuáles son los límites de la lucha y que la violencia, está prohibida. Estas son parte de sus impresiones del día que se estaba viviendo.

P: Daniel, ¿cuál es hoy aquí tu rol?

R: Mi trabajo es garantizar que no haya violencia de ninguna de las dos partes. Por el momento no ha habido, pero no es nada simpático. Los evacuados están muy quebrados en el corazón, todos lloran, pero una vez que salen de aquí tienen otro problema: adónde ir.

P: Pero sabemos que aquí, a diferencia de Gush Katif, la mayor parte de la gente de aquí no está siendo arrancada de su casa.Acá hay mucha gente que vino hace poco, para solidarizarse o para tratar de impedir la retirada.

R: En cierta forma es verdad porque en Gush Katif había gente viviendo ya 30 años, con tres generaciones inclusive. En otros sitios, 27 años, mucho tiempo. Aquí es otra situación. Anoche se fueron por su decisión 15 familias y quedaron creo que 17 de hace unos pocos años. Pero es su casa. Y las demás familias están aquí hace unos meses y algunas hace semanas. Pero hay que entender que no es sólo una cuestión de propiedad de casa sino de apego al lugar. Las familias y los chicos que han venido hace poco aquí, tienen un contacto espiritual con el lugar. Para ellos es la tierra de Israel y les cuesta mucho irse. Pero yo he visto que les cuesta mucho también a los soldados y policías. Es doloroso para todos. No sé si podemos hablar aquí de malos y buenos.

P: Yo entiendo el dolor de la gente, pero ya que mencionas eso.¿Pero no te parece inaceptable el tono que se oye de alguna gente, en sus ataques a los soldados? Hace un rato, en una casa, vi a un padre joven que cuando divisó a los soldados cerca, le dijo a su hija, creo que de no más de cuatro años, que les grite "Sucios", "kishta", como a los perros...

R: En estos últimos días los rabinos hemos estado dando clases y explicando, dando instrucciones a las familias y todos los que están aquí acerca de cómo comportarse. Claro que

lo que dijimos fue no sólo no -Dios no permita-levantar la mano a nadie sino tampoco insultar. También eso está prohibido por la Torá. En los casos de evacuaciones en las que estuve, vi que los niños a veces se van de boca. Y para eso estamos nosotros, los rabinos. También los padres, para decir que eso no se dice.

P: Pero los padres son a veces la fuente de esos insultos.

R: Bueno, no van a pretender que un rabino en Israel esté de acuerdo con eso. No estamos de acuerdo, por supuesto que no. Entendemos el dolor, pero no estamos de acuerdo con eso.

P: ¿No crees que quizás hubo aquí casi un pecado de los líderes, que hasta último momento afirmaron a la gente que esto se puede detener, que el plan quizás todavía llegue a no cumplirse?

¿No era mejor acaso, paralelamente a la fe y al intento de luchar contra el plan en un marco democrático, indicar a la gente que sí se prepare, para que el trauma luego sea menor?

R: Si, yo escuché de eso. Sabés que el judaísmo es muy pluralista. No hay una sola voz de todos los rabinos. Entre los propios rabinos ortodoxos hay muchas concepciones y todas son legítimas. Hubo rabinos que dijeron que no es necesario prepararse y evacuar y otros dijimos que sí y que es preferible inclusive sacar a los niños. Algunas familias me dijeron que para ellos es un acto educativo que toda la familia junta pase por eso. Yo los entiendo, pero las familias que me escucharon sacaron a los niños chicos antes de la evacuación y los mandaron a lo de los abuelos u otros familiares. En realidad hay que entender que este pueblo no es de ovejas. Hay muchos líderes. Y en realidad, la gente es bastante independiente.

P: ¿A qué te referís?

R: Tuvimos que trabajar muy duro para hablar con los chicos de 13 y 14 años. Las chicas son más duras que los chicos. Son muy fuertes. Le dije a una de ellas que está prohibido tirarles naranjas a los soldados y me dijo "¿Qué clase de rabino sos?". Vemos que son muy independientes. Tienen sus arranques y nosotros tratamos de hacer lo que podemos, pero es verdad que no ha habido un liderazgo único al que todos escuchan con unanimidad. Hay muchos grupos y muchos rabinos, cada rabino con su comunidad. Si hubo errores, estoy casi seguro que sí. No hay liderazgo sin errores. Hay que aprender de los errores. Tenemos, por todas partes, que corregirlos.

 

El desafío principal

 

P: Después de esto va a quedar mucho dolor, aunque cada uno lo elabore de otra forma.¿Cuál es a tu criterio, ahora, el principal desafío?

R: Primeramente, los líderes deben pacificar. Si son inteligentes y tienen una visión general del pueblo de Israel y no una visión particular de su propio grupo, tienen que tomar la responsabilidad de curar las heridas. Esto quiere decir que primeramente, deben arreglar las cosas. Ante todo, a nivel material: tenemos miles de personas en la calle, en hoteles, en casas rodantes, mucha gente sin casa, que ha perdido su casa, su honor, su propiedad, todo. Esa gente está muy rebelde, muy amarga. Esa amargura puede devenir en problemas sociales graves. Si los líderes son inteligentes, lo primero que tienen que hacer es pacificar a esa gente, darles los medios materiales y económicos que se merecen. Segundo, a nivel emocional, tienen que tratar, lo más pronto posible, de hacer una reconciliación. Es lo más importante, porque si no, esos resquemores pueden llegar a conformar grupos sociales que no van a estar identificados de ninguna manera con la generalidad del Estado. Va a haber gente que no va a estar de acuerdo para nada con lo que el Estado diga, porque están amargados contra el Estado que los ha evacuado de sus casas.

P: Pero la responsabilidad no es sólo del gobierno, sino de todos los líderes..

R: De todos, de todos los líderes. Yo he hablado con los líderes del Consejo Yesha (de los asentamientos) y sé que es gente responsable. Ellos no quieren una escisión del Estado, de ninguna manera. Ellos están tratando de ver cómo se puede pacificar. Tenemos varias capas de población. Está la gente mayor y están los jóvenes. Con los jóvenes es más difícil. Están muy enojados. Vamos a tener mucho trabajo nosotros, dentro de nuestro propio campamento, entre nuestros propios alumnos. No va a ser nada fácil. Tenemos mucho trabajo.

P: A pesar de todo ¿sos optimista?

R: Si, soy optimista. Yo creo que si esto pasara en otro país, habría una guerra civil. Pero acá, no habrá una guerra civil. Los líderes no quieren que haya milicias. No queremos eso. Todos los rabinos se oponen, incluso los más militantes. Los jóvenes siempre tienen una tendencia a eso, sobre todo los menores. Hoy en día, si preguntas a jóvenes, casi niños, de 12 y 13 años, te dicen que no quieren nada que ver con el estado y que van a hacer una milicia, con su ejército, con su población. No todos, pero si preguntamos, seguro muchos contestarían así. O sea que tenemos mucho que hacer, porque no podemos volver a la situación previa a la creación del Estado. Eso sería volver atrás. Tenemos mucho trabajo, tanto los rabinos como los políticos.Cada uno tiene que pensar en forma no sectorial sino amplia, tomando en consideración a toda la población y con mucha delicadeza, para que no haya ninguna escisión.

Ana Jerozolimski
Semanario Hebreo

agosto de 2005

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